martes, 26 de octubre de 2010

Quitar al pasado con propuestas vacías. Un balance de las alianzas electorales

El discurso de los Presidentes del Partido Acción Nacional y de la Revolución Democrática la noche del 4 de julio era de victoria y júbilo por decir lo menos. Ellos ganaron, así lo decían, y al menos en los estados de Puebla, Sinaloa y Oaxaca levantaban la mano a sus candidatos aliancistas, todos ellos hasta hace unos meses identificados plenamente en las filas del Partido Revolucionario Institucional. Pero ese día, esa noche en particular, eran más aliancistas que nunca.
César Nava y Jesús Ortega se decían los grandes triunfadores de este proceso electoral 2010. Y era cierto, las alianzas ganaron la elección de esas tres entidades. Esa era su función, se fraguaron para la competencia de los votos, para derrotar a la otra opción, la del PRI que gobernaba.
Es necesario ubicar los puntos donde se afianzó ese triunfo. Lo dicho: las elecciones se ganaron con votos, pero hay que ver por qué perdió el PRI en esas entidades, y una de ellas fue que no se eligieron a los mejores candidatos.
En Puebla, además del Gobierno Estatal, en la capital tampoco el soporte no fue el requerido; elegir al candidato a gobernador es insuficiente ya, pues ahora juegan un papel cada vez más preponderantes los candidatos de las ciudades claves, donde hay mayor participación electoral, así como los candidatos a diputados locales.
En la capital de ese estado, Eduardo Rivero Pérez le ganó al priista Mario Alberto Montero Serrano, pese a una labor aceptable de la alcaldesa Blanca Alcalá, e incluso del anterior mandatario Enrique Doger, ambos tricolores. Allí sí se dio el caso de amarres políticos tenues, e incluso poco trabajados. La operación cicatriz careció de sustento o de realidad. La simulación al servicio de quien la requiere.
En Sinaloa el candidato Jesús Vizcarra contaba con gran apoyo en el centro del estado, pero no pudo penetrar en la zona norte, donde se dio la mayor diferencia entre el candidato de la alianza Mario López Valdéz, siendo expresidente de Ahome, donde se ubica Los Mochis, la diferencia de votos fue clave para obtener el triunfo (más de 100 mil sufragios), pues en el sur, el otro gran territorio de competencia, el Partido Acción Nacional jugó una buena carta con un expresidente de Mazatlán que aseguraba el triunfo local: Alejandro Higuera Osuna, y el apoyo estatal necesario para obtener el Gobierno.
El centro fue para Vizcarra, pero no de manera abrumadora: 182 mil 141 votos contra 126 mil 283 de MALOVA, esto es 55 mil 858 en su bastión tricolor. De hecho el PRI mantuvo la capital con el candidato Melesio Cuén, exrector de la Universidad Autónoma de Sinaloa. Pero sin lugar a dudas en el Estado, el carisma de MALOVA sumado al poderoso “cambio” que enarboló, resultó el ganador frente a la continuidad y al tema del narco con el que relacionaban al abanderado del PRI y del gobernador Jesús Aguilar.
Cabe señalar que durante el periodo en el que el Senador López Valdéz y el alcalde de Culiacán Jesús Vizcarra competían por la candidatura del PRI, siempre fue MALOVA arriba en las encuestas, durante la campaña hubo momentos en que esto parecía cerrarse, pero en las encuestas no hay nada escrito, y en las elecciones 2010 quedaron algunas lecciones a considerar.
Por ejemplo, pocos ejercicios estadísticos se acercaron a resultados reales. En Durango en su conteo rápido, Consulta Mitofsky dio ganador al candidato del PRI Jorge Herrera Caldera por 14 puntos porcentuales, cuando en el conteo del Instituto Electoral el exalcalde de la capital duranguense superó apenas los 2 puntos a su competidor Rosas Aispuro, también abanderado de una alianza, también priista pocos días antes.
Es cierto que en las encuestas cuando aparece una competencia cerrada, el resultado final favorece en mayor medida al candidato opositor, pues hay gente que dice que votará por la opción del mismo color que está en el gobierno, pero ya en el momento de elegir, cambia su voto.
En Oaxaca por su parte el candidato del PRI no pudo desligarse de la figura del gobernador Ulises Ruiz, y frente a Gabino Cué, con tantos años en campaña fue complicado posicionarse como una opción diferente, o como él decía transformadora. Había competido Cué en la elección anterior para gobernador y se habló incluso de que la ganó y “se la robaron”; de allí que hubiera un factor “ya le toca a Gabino”, y desde esa derrota estuvo en una campaña permanente, que alcanzó un punto alto en la elección para Senador; para éste 2010 lo adereza con el mensaje de unidad ligada al cambio. Incluso el PRI mantuvo la capital por un cerrado margen que apenas rebasó los 2 mil votos.
Nada más dañino para una campaña que la simulación, esto es listados inflados, supuestos territorios ya recorridos en el mapa pero no en la calle, nombres falsos o rescatados de directorios igual de dudosos puestos en las bases de datos con las que se presume tomarán las decisiones. La recomendación de la auditoría siempre es bienvenida.
Todos los candidatos ayudan a ganar o a perder. Una mal combinación de candidato a presidente municipal y de diputado local puede restar incluso en la campaña de gobernador. Sus labores de gestión, de organización y sobre todo de operación en el periodo de campaña se ven reflejados el día de la votación, no basta pues una buena campaña en aire y en tierra, hay que trabajar el día D, aceitar la maquinaria y saber los pormenores en todas las secciones, en cada casilla, ganar la voluntad de los líderes locales.
En Campeche el año pasado hubo elecciones, allí se dio un caso interesante de voto diferenciado, pues la capital la ganó el PAN por primera vez en la persona del exdiputado local Carlos Rosado Ruelas, pero los seis distritos locales fueron para los candidatos del PRI, y allí mismo, el hoy gobernador Fernando Ortega Bernés obtuvo más votos que la opción del PAN.
El otro gran tema es el de las propuestas. Cuál opción garantizaba lo que la gente quería; aunque claro, primero había que preguntarse qué quiere la gente. A nivel nacional todas las mediciones coincidían en los temas: mayor seguridad, generación de empleo, erradicación de pobreza, ya en lo particular podían variar hacia el tema agua, basura, vialidad, entre otros. Pero seguridad y empleo estaban en todo el país.
Nadie tomó como suya en su totalidad la bandera del empleo, quizá el referente del Presidente Felipe Calderón dejó en claro que no se podía ser el “Presidente del Empleo” en campaña, y en la vida real ya en funciones, una cosa diferente. La situación no da para tanto, el ambiente económico y social requería líneas discursivas esperanzadoras, pero a su vez reales.
Los resultados del 2009 en la elección intermedia fueron un termómetro de cómo venía comportándose cada entidad, pero no por ello se garantizaba un escenario similar, pues cada elección es diferente. Lo cierto es que esa nueva composición que se dio en las elecciones llamadas intermedias, fueron un factor para que los diputados federales que entraron en funciones hace poco menos de un año, operaran en sus entidades a favor de su causa.
En Sinaloa los ocho distritos federales fueron ganados por los candidatos del PRI, en Puebla salvo el Distrito Federal 11 que es la cuota correspondiente al Partido Verde Ecologista de México, el resto de los 16 son tricolores, y en Oaxaca las 11 curules federales fueron para el mismo PRI. Esto es, de un año a otro el escenario de triunfo no soportó el mismo tono del sufragio.
La fortaleza que obtuvo el PRI no le alcanzó en esos tres escenarios, aunque sí recuperó gubernaturas y afianzó algunas que tenía, pero muchos daban por sentado que barrería, incluso la Presidenta Nacional del instituto Beatriz Paredes lo mencionó en medios de comunicación: “carro completo”, para hablar su mismo idioma, lo cual alentó la noche del 4 de julio a los aliancistas, pues cualquier fisura en esa proyección de la tlaxcalteca sería tomada como triunfo, por eso el ánimo victorioso en las oficinas de los Partidos Acción Nacional y de la Revolución Democrática.
Ahora bien, no debe espantarnos este tipo de alianzas, en otros países se dan de manera recurrente para la gobernabilidad, en algunos escenarios se han unido para contrarrestar a otros actores, digamos que se puede estar llegando a una madurez política. Aunque la realidad diga que no. La de México debería ser o al menos calificarse como una etapa cíclica, de renovación, los colores son una idea, los candidatos un mensaje, y la propuesta…, pues se basó en el caso de los aliancistas en quitar a quienes estaban o habían estado por tantos años al frente del poder.
Por ejemplo Rafael Moreno Valle en Puebla ubicó el mensaje de unidad, cambio y ciudadano, éste último de gran valía ante la mala percepción y calificación de la clase política en general, aunado, por qué no decirlo, a una imagen fresca frente a la desgastada, por decir lo menos, de Javier López Zavala el abanderado del PRI.
Cabe la pregunta, con esa propuesta bastó para convencer a la gente de votar a favor de la alianza o en contra del PRI, la respuesta que aventuramos es no. No porque hay otros factores, no porque las labores de gobierno realizadas se desviaron de lo que la gente quería, no porque el candidato también cuenta, la operación, la relación a nivel nacional, así como el acompañamiento geográfico de la elección.
A qué nos referimos con esto último, baste ver el nuevo mapa político en la zona de la costera del océano pacífico: salvo Colima y Nayarit, ese territorio está vestido de los colores aliancistas, Nayarit tiene elección a gobernador el año próximo, se prende un foco rojo de nueva cuenta. La posición geográfica es obvia, los apoyos también, las guerras internas de los mismos partidos y actores políticos mueven sus piezas. ¿Quién gana al interior del PRI con las derrotas de esos tres estados?
Ahora los nuevos gobiernos, no sólo los aliancistas, sino todos los que entrarán en funciones, dan a conocer las alineaciones de sus equipos de trabajo, y se genera el debate sobre los elegidos, pues en el caso de los gobernadores aliancistas si requieren gente de confianza, de dónde los eligen si no es del anterior partido donde militaban, salvo claro, las cuotas que deben pagar por haber abanderado los colores de la alianza.
Los análisis actuales se centran en si la fórmula de las alianzas se repetirán en los procesos de 2011 y 2012. Ya hay indicios en el estado de Guerrero, primera elección del año próximo donde se podrá comprobar esta teoría. Cabe recordar que en Acapulco, la joya de la corona guerrerense en la elección pasada triunfó Manuel Añorve (quien ahora abandera la candidatura al gobierno por el mismo PRI), debido en gran medida a que las fuerzas opositoras PRD y Convergencia no se aliaron en su momento, y cada uno propuso a su candidato lo cual dividió en lugar de sumar.
Ahora el gobierno encabezado por Zeferino Torreblanca del PRD y las huestes del perredismo nacional han decidido que su candidato sea un expriista, cumpliendo al menos con uno de los requisitos que tienen los tres triunfadores aliancistas del 2010.
Aunque sin duda la lupa electoral estará puesta en el Estado de México, donde muchos ya empiezan a calificar como el primer acto de la gran puesta en escena que será el 2012, y hay incluso aventureros que señalan que lo que suceda allí se repetirá a nivel nacional, como si olvidaran que el triunfo de Arturo Montiel primero y luego de Enrique Peña Nieto hayan ayudado al PRI en sus derrotas frente al PAN de Vicente Fox y de Felipe Calderón, que no se confundan.
Las alianzas fueron exitosas porque ganaron. Tan sencillo como eso, porque nacieron para ser electoreras. Ya como gobierno otra cosa será, se le dedicarán las páginas y la tinta necesaria, pero por el momento, a Rafael Moreno Valle, a Mario López Valdéz y a Gabino Cué nadie les puede negar el nombre de señor Gobernador.

Texto aparecido en la revista Metapolítica.