viernes, 5 de noviembre de 2010

La pobre cultura del político promedio

Con la seguridad que da la ignorancia sumada al cargo público que ostentan, algunos personajes públicos han cometido pifias kilométricas en su afán de querer demostrar una cultura que no tienen, en esa lucha encarnada con el ego que les dicta hablar (con seguridad aunque no con tino) en lugar de reconocer que no saben, no tiene el dato, o simplemente permanecer callados.

Los casos más recientes son protagonizados por los diputados locales de la Asamblea Legislativa del Distrito Federal, Cristián Vargas del PRI al adjudicarle al escritor José Emilio Pacheco la obra “Crónica de una muerte anunciada”, así como de su par, la perredista (aunque no lo crea) Presidenta de la Comisión de Cultura, Edith Ruiz Mendicuti, al agregar erróneamente en la lista de sus obras al autor de “Las batallas en el desierto”, los libros 'Un tranvía llamado deseo' y 'Cuatro cuartetos".

Sería demasiado obvio y fácil señalar la incultura de estos dos legisladores, que no son los únicos, sin embargo el problema es de mayor fondo, el dilema está en la preparación que estamos recibiendo como país. Con una planta docente que es liderada por un personaje que desde que tomó posesión del cargo prometió luchar por una calidad educativa, pero lo único que ha logrado es desgastar la frase.

La desnuda muy bien el trabajo documental de Carlos Loret de Mola y Juan Carlos Rulfo, en una secuencia de imágenes se ve cómo desde 1990 lleva prometiendo lo mismo: calidad educativa.

El diputado Vargas (el filme “La Ley de Herodes” atraviesa fugazmente el recuerdo) dijo con referencia a las lecturas de las obras de José Emilio Pacheco que las conocía “porque desde la escuela te la enseñaban”. Seguramente así fue, en el recinto escolar lo enseñaron, pero por lo visto no lo aprendió, o como seguramente a algunos más, dejó de interesarle lo que allí se decía.

Para ciertos personajes la formación académica es sólo un requisito, un documento para conseguir un mejor empleo. El candidato presidencial Vicente Fox hizo su examen profesional para obtener el grado de “Licenciado”, pero eso no le brinda como acto de magia el conocimiento o la cultura general, ni a él ni a nadie, pues ya como Presidente, Vicente Fox confundió el nombre de un escritor emblemático de Latinoamérica, y es que tal vez nunca ha tenido en sus manos un libro de Jorge Luis Borges, de lo contrario no hubiera errado en un marco poco propicio para ello: el II Congreso Internacional de la Lengua Española en el año 2001.

Incluso algunos las utilizan para hacer pensar a los demás que saben (también se puede culpar a quienes escriben los discursos en todo caso), el ejemplo lo vivimos con la otra mitad de la pareja presidencial: Martha Sahagún, quien en un discurso realizó una cita de, según ella, “Rabina Gran Tagore” en referencia al Nobel hindú Rabindranath Tagore en diciembre de 2005.

El hecho de que nuestros representantes populares (es un decir) no tengan la cultura básica que supuestamente se enseña en la instrucción secundaria o preparatoria es un reflejo del nivel de alfabetismo que tiene México.

Es tiempo de darnos cuenta sociedad y gobierno de que la competencia del mañana inmediato se ubica en el mercado del conocimiento, y allí hasta el momento estamos a la baja. Ni siquiera a la defensiva. Los estándares mundiales son un reflejo.

Parece tarde pero habría que empezar a la brevedad, los gastos superfluos como el Festival Olímpico Bicentenario mejor enfocarlos a la educación. Y lo más preocupante es que se avecinan años electorales y en las campañas se descuidarán las directrices gubernamentales para mirar sólo en el bienestar de una figura: el candidato.

Lo de la “calidad educativa” suena bien. Incluso personalidades como Caros Slim se han referido a ella: “Necesitamos mayor calidad en la educación, buscar pasar de la alfabetización a la cultura digital; transformar la estructura de la educación para acceder a medios modernos electrónicos para facilitar la educación”.

Sabemos cómo podemos mejorar, dónde encontrar soluciones no ya para tener figuras políticas tan de primer nivel como José Vasconcelos o Jaime Torres Bodet, sino simplemente alguien que no se confunda al leer “Influenza AH1N1”.


Texto aparecido en el suplemento CAMPUS de Milenio Diario