sábado, 12 de junio de 2010

Rumbo

La poesía es un recordatorio, un paisaje y un anhelo. Es quizá más sentido que palabra, dosificar las expresiones, compartir el artilugio menos favorable una mañana. Lo sabe Ricardo Pérez Monfort (Ciudad de México, 1954), lo maneja a la perfección en Rumbo, su reciente entrega de versos que se compone de dos partes, la que le da nombre al ejemplar y Jazz y whiskey, donde hace público lo que algunos guardan: “Después de la ambigua situación/ de no saber qué recuerdo escoger/ para pensarlo todo otra vez”.
Pero no basta recordar, hay que saber elegir entre de la variedad que se anida en la memoria. La lista sucumbe en el juicio de las emociones, pues el recuerdo es de nueva cuenta el protagonista cuando sale a la luz, cuando lo contemplamos como su tuviera una nueva vida, un nuevo aliento que expande su reciente vida a quienes lo procuran.
La construcción del escrito, el verso, el ritmo, la importante incógnita de lo que depara una página en blanco, la rispidez de la idea cuando se fragua, el sonido impuro del nacimiento, la llaga que se templa con la figura exacta, el acto de escribir en perfecto estado de lucidez. Sin fuerza que atestigüe lo complejo, sin atadura que estropeé el momento. Carente de luz artificial, pues lo que se quiere y de lo que se trata es de decir (algún decir) antes o después de saberse de nueva cuenta humano.
Rumbo comparte esa capacidad para escuchar, actividad en peligro de extinción, acción que habla bien de la persona, en este caso un autor que a su vez nos hace cómplices de sus gustos musicales, las señas particulares de las notas que le han acompañado en su tramo de décadas.
Y su dedicación en ocasiones encuentra inspiración en lo que no todos los ojos miran: “Un trago que abandona la botella entera/ en esa planicie plagada de biznagas/ que es mi escritorio fúnebre/ esta noche de domingo,/ cuando todo lo que debí hacer/ se quedó entre la botella, el vaso, el hielo/ y las enormes ganas de escribir…”; el oficio y el pretexto que siempre calibran el pulso sobre todo cuando se liga con expresiones que rompen los significados comunes, por ejemplo un abrazo de “yanotedejoir”.
En la segunda sección de la obra se nota un comportamiento más cercano: “Cada presa será responsable de sus íntimas impericias/ y tendrá que sentir en carne propia/ lo que es deambular, día a día, tras las rejas de una habitación/ construida para demostrar sus internos cautiverios”.
A la par de lúdico, alegre, retador, consciente del piso en que baila y se desenvuelve, sabedor de los términos, del riesgo que coloca en cada orden y del acento en cada línea, canto y gozo, sin dejar de lado la estructura esencial de lo que fue: “El pasado es sólo eso que se queda en la memoria:/ entreverado con lo que uno hubiese querido que sucediera/ y lo que uno recuerda”, esgrime en “Regresos” y ubica su segunda parte en “De Regreso”: “Otra vez el recuento de lo que pudo haber sido./ El brillo de la posibilidad./ Las palabras abiertas para ser llenadas/ con lo que sea su voluntad”.
Esa sensación de desesperación frustrada, encontrada, quizás incluso amaestrada.
Esta segunda parte contiene buenas formas de lo cotidiano en franco reflejo, el anhelo de lo que todos hemos buscado y de lo mucho que somos como protagonistas de una historia que tiene silencios y paraísos: “Allá y aquí/ tú y yo,/ somos dos habitantes/ de pequeños lugares/ que cuando estamos juntos/ son lugares, una vez más,/ cercanos al paraíso”.
Rumbo es un libro de poesía que exige lectura y atención, que sabe que el tiempo es un compañero de viaje, que los recuerdos permutan emociones, que los decibeles que el grito final evocará forman parte también de un placentero minuto fugaz.


Ricardo Pérez Monfort. Rumbo, Editorial Terracota (Colección La escritura invisible), México, 2010; 79pp

Texto aparecido en la revista Siempre¡