jueves, 24 de noviembre de 2011

Miedos modernos

Los tiempos actuales traen consigo diferentes miedos. Ya el filósofo alemán Zygmunt Bauman desde hace años viene hablándonos de cómo lo sólido (retomando a Marshall Berman) se desvanece en el aire, y, también se vuelve líquido para dejar de ser lo que era. Ahora la flexibilidad juega un papel crucial.

En esta flexibilidad y con los accesorios que conllevan nuevos mecanismos de comportamiento e interacción humana, percibimos algunas modificaciones en lo que antes parecía cotidiano.

Por ejemplo, parece por momentos que los jóvenes hoy en día tienen miedo al éxito, y es que en la formación académica el alumno más aplicado, el llamado cerebrito, el que siempre saca 10 de calificación es relegado, no es el más popular, esas coincidencias casi no se presentan.

Y se contrapone con el miedo a reprobar, no tanto ya por la pérdida de tiempo que implicaría repetir un año escolar, sino por el rechazo social, por el reclamo familiar, por las críticas que conllevará a quienes se enteren de esa línea en el currículum.

En el mismo escenario escolar el maestro contemporáneo por momentos pareciera que tiene miedo a perder el empleo (situación que se extrapola a cualquier profesión u oficio en países como México), lo aleja de su concentración total para ejercer el magisterio, sumado a que debe buscar otras maneras de manutención para completar el pago de sus servicios y nivel de vida.

Este mismo personaje en ciertos casos concibe la actualización como una manera segura de permanencia más que de aprovechamiento y buen uso en su clase. Una muestra similar la ubicamos en los diferentes estudios que se han hecho en alumnos de posgrado, quienes llegan con carencias de lectura, análisis y escritura. Ellos cumplen el requisito de titulación, publicación de textos u otros sólo para incrementar su puntuación y salario.

Fuera del aula, los padres también comparten el miedo de perder sus fuentes de ingreso e imaginan escenarios diversos donde sus hijos caen en problemas de drogadicción y violencia. La violencia cotidiana en diversas ciudades de nuestro país.

Y es que pareciera que hoy en día ya no es el miedo a morir, sino a la manera de cómo moriremos. Luego del bombardeo en diversos canales de comunicación y charlas familiares, de amigos y conocidos, donde el punto común es haber sido parte o conocer casos cercanos de violencia, contagian que puede ser latente ser atacado por un grupo armado o quedar en medio de una balacera.

No en balde hemos visto simulacros de evacuación en casos de violencia con niños de preescolar; testimonios como el video que circuló en Internet donde vimos cómo una maestra tranquilizaba a sus pequeños estudiantes cantando una canción, mientras afuera de la escuela un estruendo de balas reclamaba la atención.

En otra faceta que se vive actualmente, y el miedo que puede transmitirse están las relaciones juveniles de pareja, donde se presentan situaciones de violencia verbal y física. De allí que el rompimiento de una relación amorosa, más allá de la explicación psicológica y emocional que pueden dar los expertos, es un miedo constante por dos flancos: el que representa una posible represalia, y el ya no tener a ese ser amado cerca o consigo.

Es un miedo que se traduce también en quedar aislado, que va en ocasiones de la mano al miedo al castigo. Quedar aislado o ser relegado es un miedo constante, ya no formar parte del grupo está latente.

Hoy buena parte del miedo radica en quedarse “desconectado” del mundo. Por ejemplo, sin crédito en el celular, o peor aún, sin batería, ese tiempo que dura el “aislamiento” y que anteriormente no se vivía, hoy pone en verdadera psicosis a los jóvenes, y no tan jóvenes profesionistas, que tienen la “necesidad” de estar conectados para saberse útiles, pues piensan que seguramente justo cuando la pila se agote recibirán la llamada o el mensaje que estaban esperando, el que cambiará sus vidas.

Antes se llegaba a casa y se preguntaba si alguien había llamado, si ese alguien había dejado algún recado, y todavía más, si ese mismo alguien había dejado un número dónde localizarlo. Hoy eso, que no es tan pasado, suena tan añejo y hace que aparezca el miedo al arrepentimiento. Miedo al “por qué no”, por qué no hice, por qué no dije, por qué no supe.

Quizá incluso no estemos errados al pensar que algunos jóvenes tengan miedo a ser felices. Puesto que basan su nivel de felicidad a partir de la queja constante y de sentirse mal. Miedos actuales que debemos enfrentar cada día.

Texto aparecido en CAMPUS de Milenio Diario

miércoles, 16 de noviembre de 2011

¿Qué demonios se oye?


Entrevista con Carlos Velázquez, autor de La Biblia Vaquera

Hay autores que arriesgan y son los que llaman la atención, hay libros que mueven y son los que se leen con gusto, tal es el caso de La Biblia Vaquera, obra de Carlos Velázquez (1978), coahuilense que sabe lo que ha creado y que se siente orgulloso de ello.

Envalentonado, Velázquez dice haber creado un espacio llamado PopStock para burlarse de una cartografía que puso de moda la llamada generación del Boom, la cual le parece despreciable, y la del Crack, la cual le es vomitiva. Salvo tres excepciones: en el primer grupo El perseguidor y Rayuela, de Julio Cortázar, y en el segundo En busca de Klingsor, de Jorge Volpi.

Pero a pregunta directa repara, se detiene, reflexiona para calificar a su libro dentro del popart, digamos más cercano a un cómic que a un corrido, y es una respuesta que deja dudas, pues la música es algo que le llama, que le llena, que le guía.

Hay un cuento en la obra que sobresale, lleva por título “Ellos las prefieren gordas”, que bien podría ser heredero en alguna línea del gran Enrique Jardiel Poncela o del maestro Jorge Ibargüengoitia, aunque Velázquez confiesa a manera de sacrilegio que no ha leído a Jorge Ibargüengoitia: “Cuando me hacen el referente no puedo saberlo. Pero las influencias no siempre llegan de manera directa. No soy un conocedor de su obra”.

Pero el también autor de Cuco Sánchez Blues tiene buena pulsación para lograr que la historia no caiga en el chiste barato ni en la anécdota cotidiana, él argumenta que “la estructura lo sostiene todo, el conflicto del personaje mantiene esa figura en función del cuento. Cada una de las palabras está expuesta para cumplir cierta función, la suma de todas ellas hace que el entramado semántico se mantenga”.

Lenguaje que no tienen nada de parecido al que aparece en las páginas de La Biblia Vaquera, donde se puede leer vertiginosos llamados a la inmediatez, telúricos aconteceres de un segundo, palabros onomatopéyicos escritos en español de un inglés que no le es ajeno.

Uno de sus fetiches favoritos es el luchador de nombre El Espanto, de hecho su fantasma atraviesa la obra, tiene su explicación: “Para nosotros El Espanto es el ejemplo de trascendencia, es uno de los primeros laguneros exitosos, fue uno de los mejores rivales de El Santo; que aparezca en el libro es un homenaje, además su máscara es sensacional, elegante, es un personaje único”.

También la atmósfera donde se contemplan las vivencias del luchador lo es, esa Arena de Lucha Libre, templo de lo que quieras ser, del héroe o del antihéroe, de lo que se requiera.

Uno de sus fetiches favoritos es el luchador de nombre El Espanto, de hecho su fantasma atraviesa la obra, tiene su explicación: “Para nosotros El Espanto es el ejemplo de trascendencia, es uno de los primeros laguneros exitosos, fue uno de los mejores rivales de El Santo; que aparezca en el libro es un homenaje, además su máscara es sensacional, elegante, es un personaje único”.
Carlos Velázquez ganó el Premio XXI Premio Nacional de Cuento Magdalena Mondragón en 2005, para 2008 apareció La Biblia Vaquera bajo el sello del Fondo Editorial Tierra Adentro, el cual no pasó inadvertido, pero es ahora en la edición de Sexto Piso cuando lo conoce más gente. “Al libro en esta edición definitiva se le añadió un cuento y un epílogo, y tiene por fin la circulación que merece; mucha gente me escribía para ver dónde comprarlo, el libro es más visible, creo que el libro se lo merecía porque empezó a ser demandado, solicitado, la gente quería comprarlo, digamos que el libro estaba necesitando una distribución mayor que la que Tierra Adentro podía ofrecerle”.

Perteneciente a la generación de los setenta, que a su parecer es la que mantiene actualmente la fama de la literatura coahuilense en este momento. Cita dos ejemplos: Julian Herbert, autor de Cocaína (Manual de usuario), y Alejandro Pérez Cervantes, de Saltillo, con su obra Murania, la cual tiene cierta correspondencia con La Biblia Vaquera.

“No perseguimos intereses particulares, simplemente cada quien quiere brillar con luz propia. Coahuila es un estado que tiene mejores escritores nacidos en los setenta, es complicado saber por qué u ofrecer un diagnóstico, pero lo simplifico diciendo a que se debe al hambre que tenemos”.

Las influencias en la mayoría de este grupo son las lecturas de la literatura estadounidense como Cormac McCarthy, o en el caso particular de La Biblia Vaquera que tiene al parecer de Velázquez una deuda con La pesca de trucha en Norteamérica, de Richard Gary Brautiga, y es que “quería hacer mi versión, trasladar los mismos motivos pero desde el aspecto norteño”.

Y dio como resultado una obra original que mueve; en voz de su creador es un libro de juventud, se puede notar al leer La marrana rosa de la literatura negra, donde sin perder su estilo transmite un narrador más maduro, uno que, digamos, ya empieza a pagar su derecho de piso.

Los próximos proyectos son una novela en la misma editorial para el siguiente año, y un libro de cuentos, donde todo gira alrededor del músico Celso Piña: “Son historias de hijos perdidos de Celso Piña, hijos que buscan a su padre”; otra vez la influencia de la música, otra vez el elemento del que no se puede sustraer, del que forma parte el autor.

“Hubo un tiempo en que me metí mucho a la clásica y al jazz, pero me zafé, ahora escucho rock, pero obviamente también música norteña. Del rock general clásico mi grupo favorito son Manic Street Preachers, de Gales, y su disco Holy Bible”.

La televisión casi no la menciona, dice que no la ve, y lo que narra en sus páginas han sido momentos con los que se ha topado, con cosas como los reality shows: “Cuando estaba casado la televisión era lo que estaba prendida en la casa. Me gusta más el cine, La Biblia Vaquera está más influenciada por el cine, aunque esperemos pronto tener una canción, estamos en pláticas con algunos grupos”. ®

Entrevista aparecida en la edición de noviembre de la Revista Replicante.

martes, 15 de noviembre de 2011

Crónica de un grupo de metaleras

En su momento se llamó “nuevo periodismo”, sus máximos exponentes Truman Capote, Tom Wolfe y Norman Mailer; en México: Vicente Leñero. En fechas más recientes en nuestro país muchos periodistas organizaron su trabajo de reportajes y crónicas en libros, los temas del narcotráfico o los escándalos políticos era lo que más sobresalía (¿sobresale todavía?) en las mesas de novedades.

En ese contexto y con esa escuela aparece Arturo J. Flores (Ciudad de México, 1978) con un lúdico encuentro con una atmósfera que por momentos olvidamos que sigue allí, más viva, más explosiva y más luminosa que nunca.

Tomando la crónica como bandera, el reportero, labrado en revistas de corte musical en su mayoría, se vuelve narrador y personaje en un mundo poco explorado, el del heavy metal y todavía más particularmente en el heavy metal que tiene a un grupo de cuatro chicas como exponentes.

Las Mystica Girls nacen en un bar, se reproducen en los conciertos y no mueren porque perdurarán en sus canciones y en las páginas de este libro que se lee con sentimiento, se vuelven entrañables las Jane, Sofía, Alice y Cinthya, y sólo debajo de ellas el Chico Migraña, locutor del programa Sangre de Metal en la 7 Diez de AM, que sin proponérselo del todo se convierte en el fantasma que aparecerá como eje de la obra.

Sólo él conoce a los héroes de esa religión para llevarlos incluso al reino de las Mysticas, como lo es en la Zona Rosa el lugar llamado Yuppie’s; sólo él quiere trascender en la música sin ser rockstar; sólo él quiere mantener vivo el sentido y el rumbo de los de esta especie, por ello, quién mejor si no él para organizar el concurso de bandas cuyo premio es convertirse en el primer grupo mexicano que participaría en el afamado Wacken (sin gastos pagados) en Alemania, que según los conocedores es donde se marca un antes y un después en la vida del metal.

Sin llegar a los extremos, sino recurriendo cuando es justo a frases como: “En la fe cristiana, a uno suelen bautizarlo con agua. En el rock, te bautizan con sangre o algún fluido corporal equivalente”, la agilidad en la lectura del también autor de Cuentos de hadas para no dormir, transmite emoción al recordar cómo un grupo de chicas le piden ser su representante musical, con ambas partes sin experiencia previa en ese ámbito, pero con toda la actitud por recorrer el camino juntos.

Aceptada la comisión, las páginas y los capítulos señalan la bitácora del mánager (“No hay que olvidar que en el universo del metal todas las bandas alguna vez fueron la banda equis”), así vemos y vamos a conciertos en lugares de la Ciudad de México y de provincia: Querétaro, Estado de México, San Luis Potosí, los traslados, el movimiento del equipo, los otros grupos, la convivencia misma con los demás, las cosas que se viven detrás del show es lo que nos narra un autor que comparte sus gustos y conocimientos musicales.

Bien dice Flores que “Si no se puede escribir algo sobre una estrella de rock que no involucre a la música, entonces no es estrella de rock”. Por eso él deja Provocaré un diluvio (el nombre es en honor a la canción estelar de las Mystica Girls) como testimonio de su paso en el metal como mánager, ese papel que pocos saben desempeñar y del que seguramente muy pocos salen bien librados.

Justo es decir que las Mysticas por separado son personajes completos, no llegamos a conocerlas del todo y eso lo hace mágico, quererlas conocer más, como grupo son una explosión en la pluma de Flores, no es gratuito que los capítulos donde ellas no aparecen sean los más cercanos al periodismo tradicional, por la cantidad de información que proporciona y por el tono en que la ofrece.

Cuando están ellas presentes se nota el cariño, el afecto. Con ellas fuera es diferente. Provocaré un diluvio [México: Fondo Editorial Tierra Adentro, 2011] es un libro que bien puede traducirse como esa canción que deseas escuchar y que sabes no te aterra volver a oír con el paso de los días, su estructura de crónica y bitácora se vuelve ágil, de tal forma que los viajes a provincia o a Europa no son distantes, los encuentros con las grandes personalidades son célebres pero no ceremoniosos.

Una lectura agradable con un tema que se vive más allá de las grandes urbes, pues en cualquier lugar se puede estar incubando la siguiente banda que marque historia en la música, y por momentos pasa inadvertido. ®

Resña aparecida en la Revista Replicante de Noviembre de 2011.