jueves, 23 de febrero de 2012

Reflexiones de Alfonso Nieto sobre cómo son los estudiantes*

Las nuevas tecnologías han hecho que el comportamiento de los jóvenes estudiantes universitarios tenga modificaciones con respecto a las generaciones pasadas. Según Alfonso Nieto, exrector de la Universidad de Navarra, “los jóvenes acceden a la universidad con una preparación que difiere bastante con aquellos que accedían hace diez años; en ese sentido, hoy ingresan con conocimientos superiores en cuanto al conocimiento de técnicas o de herramientas que permitan una mejor comprensión de lo que es la comunicación en el mundo”.
Se refiere concretamente a mayores conocimientos de informática y de idiomas, dos herramientas fundamentales en el ámbito de la comunicación. Sin embargo acota: “Me parece que en el uso del lenguaje en el uso de la escritura y de la capacidad de expresión verbal, la preparación es inferior, porque hoy el estudiante –a lo largo de sus estudios previos- escucha más que ve, y ve más que lee. Hoy se lee poco, se ve bastante y se escucha mucho”.
Cierto es que a la radio, la televisión y la prensa –los medios tradicionales de comunicación- se han sumado algunos soportes en los que la inteligencia opera de una manera distinta que un medio tradicional de información: “opera sobre la base del entretenimiento. Me parece que internet o los juegos en línea están cumpliendo un papel de educación de la mente muy concreto. No digo que sea buena o mala esa educación, porque educar se puede bien o mal educar, pero para el ámbito de la información no necesariamente es la mejor preparación”.
Sin embargo el mayor problema lo ubica en que las instituciones de educación superior deben “preparar a la gente para que sepa comunicar, y comunicar es la capacidad de expresarse, y uno se expresa por escrito o por palabra, o se expresa por imágenes. Pero el fluir de la comunicación me parece que hoy va en otra línea: por la línea de los contenidos”.
La razón por la cual los estudiantes llegan con esa diferencia a las aulas universitarias es el mercado. “El mercado de la comunicación hoy es en un 80% de entretenimiento y juego, el concepto de juego que va vinculado a la niñez, a la juventud y a las personas adultas. Juegan porque jugar es una manera de proporcionar alegría a la vida, un juego triste no es un juego. La distracción actualmente supone un empeño más de la inteligencia y sobre todo una mayor rapidez de las decisiones, y eso es lo peligroso: hoy vivimos en la educación con un tiempo acelerado”.
Aunque en el fondo se percibe que esto va más allá del juego como tal –ya sea real o virtual-, incluso del entretenimiento mismo, lo que hay que analizar ahora es “la batalla por la autonomía de la inteligencia, la cual es mucho más dura que hace años. Hoy la inteligencia de un estudiante, de un profesor o de cualquier persona está acosada por ofertas, por requerimientos de tiempo con una frecuencia que antes no había”.
Para Alfonso Nieto, “la vida de la inteligencia no es arar un campo, sino profundizar un pozo, esa es la vida de la inteligencia para que tenga autonomía, para que esté afincado y tenga buenos fundamentos, lo otro es superficie”. Además, es importante señalar que actualmente se está acelerando la inteligencia de los individuos, y pareciera que se hace más dependiente de lo que otros dicen, salvo en espacios muy pequeños en las que el mismo individuo se especializa, como lo es en el ámbito profesional.
La existencia de un videojuego de nombre Warcraft en el cual participan siete millones de personas en el mundo, si bien no a la vez, pero sí en el mismo juego, es una clara muestra de una concentración de tiempo que antes no existía. “Se está acelerando el tiempo porque la oferta de productos que demandan tiempo cada vez es mayor. La publicidad o los programas de televisión o los videojuegos buscan audiencia, y frente a eso hay una resistencia natural”.

El valor del tiempo
Pareciera por momentos que mientras más herramientas de comunicación existen más se deshumaniza la comunicación. Ante esto, el exrector argumenta que “si uno pierde autonomía, se deshumaniza la comunicación. Si yo sirvo a la tecnología y la tecnología no me sirve a mí… Para eso está la universidad, para que uno use el tiempo y no el tiempo lo use a uno. Está para que yo no tenga que cambiar de modelo cada vez que sale un modelo”.
Comparte una anécdota que viene al caso: “Luego de seis años cambié de teléfono celular porque me di cuenta de que entre él y la palm tenía que viajar con siete instrumentos: cargador, adaptador… Porque son de hace seis o siete años y hoy todo eso ya viene en un solo aparato y con un solo cable. Ofertas de teléfonos hay todos los días, y uno compra, pero ya hay uno nuevo. Ahí está la resistencia, la autonomía del pensamiento. Que yo intente dominar a la oferta que me hacen. Vivimos en una economía de oferta, y cada uno tiene que pensar que tiene que vivir en una economía de demanda: yo pido lo que necesito, no necesito lo que me dan. Lo publicistas muchas veces dicen voy a hacer que esta cabeza se convenza de que necesita esto. Y allí está la lucha, una lucha de la inteligencia”.
Cómo aprovechan el tiempo los jóvenes… “Para los que quieren por ejemplo el deporte, que es muy bueno, o las que se dedican a jugar, a la música, lo que resulta difícil es meter a la cabeza que el poder de los medios está en el poder de las personas que ofertan tiempo, que si yo no oferto tiempo para leer ese periódico no se lee, en cuanto a mí se refiere claro, entonces el valor del tiempo sólo se valora en medida de que uno no lo tiene para hacer algo que debe hacer, no para hacer algo que le guste que para eso siempre tiene tiempo”.
Con esto, bien se puede calificar el tiempo como un bien escaso, “lo más escaso que hay, ya por naturaleza el tiempo es un bien incierto, uno no sabe cuánto tiempo va a vivir, es un bien que siempre mira al pasado, y que desde el presente para el futuro tiene la maravilla de saber gozar cada segundo, pero claro, dejar pasar el tiempo es matarlo poco a poco, es dilapidarlo, malgastarlo, con el tiempo no hay que jugar al gasto, hay que jugar a la inversión. Y lo peor son aquellas personas que se quejan de que no tienen tiempo, y viven aceleradas, porque además de todo atropellan el tiempo ajeno”.

*Publicada en la revista “Nuestro Tiempo” de la Universidad de Navarra #629, noviembre 2006.

rafaelvargaspasaye@gmail.com
@rvargaspasaye

jueves, 16 de febrero de 2012

El buen recuerdo de don Alfonso Nieto

Ya había sido Rector de la Universidad de Navarra ubicada en Pamplona (España) cuando lo conocí, por eso tenía tiempo para darnos clase a ese grupo multidisciplinario y multinacional que se conjuntó en septiembre de 2006 en uno de los Másters que promueve la institución. Vestido siempre con su impecable traje, con una corbata que resaltaba su inteligencia, de frases cortas y explicaciones claras, ese era Alfonso Nieto, quien falleció el pasado jueves 2 de febrero.

Disfrutaba el momento en el aula, se le notaba con los miles de estudiantes con quienes trató. Fue un adelantado de su época, el fenómeno de la prensa gratuita que vivimos de manera reciente en países sobre todo de Europa, él lo dejó en blanco y negro en su libro “La prensa gratuita” aparecido en 1984.

Generoso ubicaba el consejo, respondía personalmente los correos electrónicos y postales que sus múltiples amistades y exalumnos le escribían, manejaba varios idiomas y le encantaba viajar, Japón era uno de sus objetivos más claros, algo tenía.

En octubre de 2006 me dio la oportunidad de entrevistarlo, con un gran humor compartió que en uno de sus primeros viajes al lejano oriente le sorprendió que le tomarán muchas fotografías; al final le preguntó a alguien de su confianza el por qué, le respondió que era porque los orientales ven a todos los occidentales igualitos.

Pero más allá de la anécdota plasmó muy en su estilo algo que procuró compartir a donde se paraba: el valor del tiempo. Del cual decía “sólo se valora en medida de que uno no lo tiene para hacer algo que debe hacer, no para hacer algo que le guste que para eso siempre tiene tiempo”.

Ese era el tema de su vida, llegar a tiempo a la cita con el destino, ser un adelantado de nuestro tiempo, ese bien escaso, sentenció aquella vez: “dejar pasar el tiempo es matarlo poco a poco, es dilapidarlo, malgastarlo, con el tiempo no hay que jugar al gasto, hay que jugar a la inversión”.

El anuncio de su muerte fue como lo es hoy en día, a través de un correo electrónico, sumado a un mensaje en las redes sociales de una compañera de aquél grupo multinacional, los cuales leí en el teléfono celular; esto último no era gratuito pues en la ya citada entrevista también dijo que enfocáramos los esfuerzos en entender que el futuro estaría en las pantallas de esos aparatos, y una vez más tuvo razón.

Si bien la tristeza de su partida la llevamos muchos, también es cierto que esos mismos debemos celebrar el haberlo conocido y disfrutado. Porque don Alfonso Nieto más allá de su legado plasmado en clases y libros (claro que tengo uno con su firma, el cual no es mi favorito), vive en el espíritu de bien de sus amigos y alumnos, que nos contamos por centenas, de sus oyentes y aprendices que tenemos la responsabilidad hoy de seguir con sus enseñanzas.

rafaelvargaspasaye@gmail.com

Texto aparecido en el suplemento CAMPUS de Milenio Diario el jueves 16 de febrero de 2012.

miércoles, 15 de febrero de 2012

Un día todo cambiará

Las más reciente colección de cuentos de Jaime Muñoz Vargas (Durango, 1964) lleva por nombre Las manos del tahúr [Ficticia Editorial-Gobierno del Municipio de Durango, 2011] y tiene su punto de mayor identidad en la fuerza de sus personajes, llevados por un narrador de bajo perfil, a veces periodista discreto, siempre observador del entorno inmediato.

La cadencia del narrador, para retomar el lugar común, hace más ágil la lectura, pero el descubrimiento de a poco de los personajes tanto en su fortaleza como en su psicología es lo que amerita el viaje.
Justo es señalar que no todos los cuentos están bien logrados, por ejemplo “Medio litro de vodka” resulta repetitivo, fallido, y “Viaje sobre un epitafio”, con el enamoramiento de la bailarina de prostíbulo, sumado al llamado de sangre, hacen previsible lo irremediable.

Pero el resto bien vale el libro; el tópico de la vida familiar lo ubicamos en tres historias, el que abre la colección con una trama sobre la idiosincrasia de que podemos cambiar a la gente titulado “Diez años de ingenuidad”, y los últimos de la obra: “Mamá te habla” y “Récord con papá”. Uno que comparte el amor fraterno, el de los hermanos que se saben insuficientes, complementarios y que sólo utilizan el recuerdo de la progenitora aún viva para pedirse favores. Mientras que el segundo hallamos una relación frustrada como muchas entre un padre y un hijo universitario que reciben un poco de respiro y cabida a una vida alterna en los monólogos de un profesor.

“Narrar a media noche” es ese espacio donde muchos han ingresado sin permanencia voluntaria, trabajar en un hotel en el turno de la noche para conocer los secretos que allí aguardan, y “Hans al teléfono”, con un piromaníaco que devela sus incrédulos secretos que pronto irán a parar a las primeras planas de los medios internacionales.

Justo es señalar que no todos los cuentos están bien logrados, por ejemplo “Medio litro de vodka” resulta repetitivo, fallido, y “Viaje sobre un epitafio”, con el enamoramiento de la bailarina de prostíbulo, sumado al llamado de sangre, hacen previsible lo irremediable.
Con ese oficio encontramos los mejor logrados en las tramas de un vagabundo (“Hacer Coca”) que sabe y prepara la fórmula del refresco más famoso del mundo, al cual sabiamente cambia el nombre por “Gómez-Cola” y lo vende de forma artesanal, con pasos que llevan a quien nos narra a los límites de la locura, haciendo un movimiento ágil, redondo, muy bien logrado, pues mantiene en tensión y en atención cada página.

El otro es “Luces de encierro”, donde un escritor incomprendido por su familia lucha con ese estigma de pensar que “la locura es no tener el refugio de las palabras”. Vive con la esperanza de que un día todo cambiará, pero le reconforta y da seguridad comprobar que todo sigue igual. Hasta que sus padres descubren otra cosa y él a su vez se percata que ellos guardaban su mayor triunfo.

La colección Las manos del tahúr es un libro que vale la pena leer, son cuentos que tienen emoción y sentimiento, escritos con buena prosa y que trasmite el poder de los personajes, que a final de cuentas nada nos aleja de que habiten entre nosotros. ®

Texto aparecido en Revista Replicante de febrero 2012.

lunes, 13 de febrero de 2012

Crónicas de pasión y crimen

Al más puro estilo de la nota roja que no respeta la delgada e invisible línea entre el periodismo y la literatura, Giovanni Fuentes (1976) entrega Crónicas de pasión y crimen, colección de relatos cimentados en la investigación perfectamente incrustados en la escenografía de una modernidad que no concede respiro acompañado de tranquilidad. Fuentes dibuja una serie de personajes que pasan de la desgracia a la tragedia. Llevando siempre el símbolo de la mala fortuna, e incluso más de uno atravesando el camino por el que pasó el diablo.

Tras el telón que esconde la ciudad de Morelia, capital de Michoacán, el alma reporteril de Giovanni Fuentes lo llevó de a poco y seguramente sin oponer resistencia, a conocer a estos artífices de la vida sangrienta, que combinan la droga con el alcohol con las apuestas por la vida, ésas donde el premio cuando se gana es seguir su andar la mañana siguiente.

También están esas historias de desgracia que hacen corto circuito con el amor, con el engaño, con los celos, como esa mujer que no le bastó quitarle el marido a la hermana, sino que al no poder quedarse totalmente con ese hombre, decidió acusarlo de violación.

La mejor compañía que pudo hallar el periodista fue la calle, donde se encuentran los personajes, de allí todo parte, el bar, el ministerio público, la cárcel, el panteón, en el fondo un reflejo de la sociedad, de esta suerte de lotería: el valiente, el suicida, la viuda.

Crónicas de pasión y crimen es una compilación que nos habla del trabajo de un reportero nato, del que huele en la realidad y en su alrededor lo que de suyo se sabe incierto: la mentalidad del ser humano. Y de allí se desdoblan las 21 historias que nos dejan un eco en la conciencia, pues todos somos parte de la solución como del problema.

El libro tiene altibajos, las historias muy bien logradas que no se dejan contaminar por aquéllas donde las prisas se impusieron. Sin embargo, el factor sorpresa permanece intacto a lo largo de las páginas de una obra que será comentada y bien recibida.

Giovanni Fuentes, Crónicas de pasión y crimen.
Edición de autor, México, 2011; 192 pp.

Texto aparecido en la revista Siempre¡ del domingo 12 de febrero 2012.

Formas de volver a casa

A mediados de la década pasada apareció Bonsái, novela que llamó la atención y que puso en el cuadrante al también poeta Alejandro Zambra (Santiago de Chile, 1975), luego llegó La vida privada de los árboles, para dar paso a Formas de volver a casa, un libro que atrapa por su cercanía y ritmo.

El ejemplar tiene vida a partir de lo que es al querer ser. Es un juego de memoria, un rítmico vaivén, va del recuerdo al anhelo, de la gracia a la anécdota haciendo pausa en el sentimiento que aun le atraviesa el más grato momento de su infancia. No es una biografía pero lo parece con algunas frases lacónicas: “Es que prefiero escribir a haber escrito”.

Es también un retrato de Claudia, la chica de sus sueños, la chica de su vida. La que a veces vive con él, un él adolescente, adulto primerizo, escritor que da a leer su vida, y que en la obra cabe su parentela, y por supuesto su amor, aunque a veces mienta, aunque en ocasiones no sepa qué seguirá en cada capítulo y tenga la necesidad de reescribir.

El relato es la conformación y a veces la confirmación de una historia, pero de una que conlleva signos vitales y cicatrices, él mimo lo dice: “Es extraño, es tonto pretender un relato genuino sobre algo, sobre alguien, sobre cualquiera, incluso sobre uno mismo. Por es necesario también”. Quizá con la simpatía que el pequeño dolor guía.

Es una historia fugaz que va del pasado al presente, es una desesperante forma de decirle a quien tanto te cuenta que está escribiendo algo que debe mostrarlo o al menos terminarlo o, en una tercera opción mandarlo al diablo porque la historia no existe, es una mentira hilada de a poco, es eso, una desesperación por ver el libro terminado.

Porque en el fondo, lo tomamos como un reflejo de nuestra historia propia, no ya por las anécdotas que conjunta Alejandro Zambra en Formas de volver a casa, sino porque al leer sus páginas, se activa ese mecanismo que utilizamos cuando también nos percatamos que un día nos soltamos de la mano de nuestros padres, y nosotros supimos el regreso a casa pero ellos no.

El camino que cada uno trace es la verdadera historia, el amor se presenta, claro, como en toda obra, igual que el desamor, los conflictos familiares, pero la magia radica en el compartir, no ya en los personajes, sino en el escenario que se vuelve pasajero del mismo viaje, y es allí cuando uno se identifica con la obra de Alejandro Zambra, e invita a su lectura.

Alejandro Zambra, Formas de volver a casa. Anagrama, México, 2011; 164 pp.

Texto aparecido en la revista Siempre¡ el 28 de enero de 2012.