miércoles, 4 de octubre de 2017

Meme serás

Estamos en la época donde una pifia, no importa su tamaño, un resbalón cual inofensivo que sea o parezca, se traduce en una posible larga cadena de burlas, léase memes en el lenguaje digital de la inmediatez. Alguien que es visitante continuo a ese submundo es el presidente de México Enrique Peña Nieto, la más reciente "ya falta poco para que lleguemos, un minuto, quizá menos como cinco" ha hecho la delicia de sus detractores e incluso de quienes no lo apoyan pero tampoco denigran. Pues el meme a estas alturas se puede traducir como una forma de generosidad. Incluso hay algunas personas que afirman que quien lo comparte queda bien en el grupo, quien manda el más reciente es porque se la pasa conectado y tiende a estar en esos grupos de whatsapp donde son los primeros en bajar o descargar todo tipo de imágenes de las redes sociales. Pareciera que ahora debe incluirse esa habilidad en los currículums o incluso si eres adiestrado en la generación o edición o producción de memes tu valor sube en el mercado laboral. Nada nuevo bajo el sol. Y es que las recientes generaciones, según algunos estudios (hay uno de McCann Worldgroup muy didáctico), tienden a tener problemas para relacionarse en el mundo real, no aguantan la presión y se refugian en actitudes infantiles para salir de un pequeño bache. Recuerdo que un colega profesor de nivel universitario comentaba que tenía alumnos que al pasar a explicar algún tema y no lograrlo del todo aducían que estaban nervioso o con la sonrisita o el silencio de los niños menores de seis años creían que pasarían el reto académico. ¿Dónde está pues la seguridad en la vida real que tanto se pregona en la vida virtual? El meme por tanto se vuelve un lenguaje moderno. Ya sea el presidente u otra figura famosa o no. Ahora llamarle #Lady o #Lord a alguien que cometió una falla es de lo más normal. El respetable juez digital no repara en pasados ni en futuros. Es el hoy. El fugaz paso por un meme. Por supuesto que esto aplica también a denuncias que sí tienen sustento, baste por citar un botón el maltrato animal. Es un mecanismo de identificación donde se goza siempre y cuando no sea uno el objeto de las burlas, además se desconoce su tamaño y por tanto sus límites, aunque la modernidad nos ha enseñado que un meme dura una tarde cuando mucho. Aunque en el caso del Presidente quizá el primer meme memorable fue cuando candidato presidencial no logró con fluidez enunciar los tres libros que le habían marcado sumado a la multitudinaria campaña de “Peña no cumple” en relación a sus compromisos cuando Gobernador en Estado de México.. Desde esa fecha hasta ahora han sido comentadas muchas de sus pifias. Y como decían en la televisión: voluntaria o involuntariamente meme serás.

Su majestad El Santo

Cambió varios conceptos de una realidad en el siglo XX mexicano. Era un luchador profesional, actor, héroe, personaje de la vida cotidiana, referente nacional. Todo eso con el simbolismo que daba la máscara plateada y el nombre: El Santo. Por demás conocido es el uso de las máscaras y capuchas en nuestro país sumado a su idiosincrasia. No en balde muchos practicantes de la lucha libre deciden usar una identidad secreta para aparentar el heroísmo o su contraparte sin represalias fuera del cuadrilátero. Es una escenificación que entretiene al respetable público, es una distracción de sus problemas, el recinto donde se efectúa la lucha es un oasis de psicología y sociología. Allí sin importar el nivel socioeconómico se gritan insultos por igual, se hermana quien viste ropa de marca con el que porta la remendada. Por eso El Santo fue un héroe, por eso su paso de la arena a las pantallas de televisión y de cine, porque fue un personaje nacional, se requería alguien con ese imán, con esa personalidad, con las botas y mallas plateadas brillosas, la máscara sencilla pero elegante, con las mujeres más hermosas de la época acompañándolo ya para salvarlas ya para enamorarlas. El Santo sin duda hace falta en su Centenario, a México le hacen falta más luchadores como El Santo, ahora la máscara es mal usada para causar daño, para robar, para no dar la cara o el nombre y atacar o insultar en el internet. Para cobrar facturas a la mala. Pero no está todo perdido. Hay héroes y heroínas que desean sacar a su comunidad adelante. Y eso se logra desde lo más básico: cumpliendo con los horarios, con las tareas, no tirando basura en la calle, cediendo el paso, respetar lo que se debe respetar. Civilidad y normas básicas de urbanidad que a veces se olvidan. Este 23 de septiembre se festeja su Centenario, que viva el Santo, un héroe nacional a veces no valorado. Con sus 48 años de carrera (si se toma su debut en 1934 y su despedida en 1982), con más de 10 mil peleas, siendo en 1942 la primera vez que usó el nombre de El Santo, y claro, con 53 películas que lo hicieron traspasar la frontera del tiempo. Cómo olvidar la escena donde en plena entrevista con Jacobo Zabludovsky, El Santo se quitó la máscara para dar a conocer su identidad y nombre: Rodolfo Guzmán; o cómo no conocer a su heredero, el Hijo del Santo que siguió sus pasos en el recinto del pancracio y en la pantalla grande, cada uno con su estilo, cada uno con sus fans, sumando ambos a una gran leyenda. En un escenario complicado, en medio de incertidumbres, con temblores y fenómenos naturales adversos, con descalificación e incredulidad sobre la clase política gobernante, con pocos triunfos en el ámbito internacional, con una carencia de liderazgos sociales, la figura de El Santo se extraña más, se necesita más. Él quizá sí sabría qué hacer en momentos como los actuales en México.