domingo, 4 de septiembre de 2011

Dónde dejamos el respeto

En qué momento desapareció el respeto, la distinción, las buenas maneras de conducirnos en sociedad. No piense ya en un refinado protocolo como si estuviéramos en la Casa Real, sino simplemente en el hablar o el escribir cotidiano.
En una rápida lectura de la clase opinadora del país podemos observar que ya no se utiliza colocar el cargo o la profesión que tiene la persona a la que hacen referencia, el ejemplo más contundente es el Presidente de la República el Licenciado Felipe Calderón, ahora todo se reduce a llamarlo por su apellido.
Pocos son los que en alguna charla utilizan el título o el cargo de alguien, no existe al arquitecto, biólogo, físico Fulano de Tal. Los años de estudio de un posgrado se reducen o desaparecen cuando en el teléfono alguien que no es de confianza tutea a la persona que se encuentra del otro lado del auricular y le llama por su nombre de pila, y el “Doctor” desapareció.
Hay quienes no gustan del protocolo social, pero eso es diferente a que no se les brinde las características del caso. Cuando una secretaria presenta a una visita con “jefe, lo busca el señor Martínez”, el jefe de esa secretaria puede tener incompleta la información pues no se dude de que el señor Martínez sea subsecretario, abogado, maestro, o representante de algún organismo internacional.
En la serie en televisión West Wing (traducida como El ala oeste de la Casa Blanca) cuando el Presidente Bartlet contrata nueva secretaria, al revisar su documentación aparece en una prueba que ella realizó una afirmación en relación a que de estar en sus manos atentaría contra el Presidente Bartlet si este hacia una acción concreta, en la escena se ve cómo el mandatario lee el texto en voz frente a ella, solo están los dos en la Sala Oval, y él decide contratarla; cuando ella pregunta el por qué, pues pensaba que por la misma idea firmada sería lo contrario, el personaje caracterizado por Martin Sheen le dice, además de sus cualidades, es porque aun cuando expresa una idea de esa naturaleza, ella lo trató con respeto, le dijo ‘Presidente’.
En las líneas de La era del vacío Gilles Lipovetsky está planteada la crítica de la siguiente forma: “La sociedad posmoderna es aquella en que reina la indiferencia de masa, donde domina el sentimiento de reiteración y estancamiento, en que la autonomía privada no se discute, donde lo nuevo se acoge como lo antiguo, donde se banaliza la innovación, en la que el futuro no se asimila ya a un progreso ineluctable”.
Es recomendable evitar la confusión entre la caballerosidad y el respeto, abrir la puerta o ceder el paso es táctico si se quiere conquistar a una mujer, pero es más provechoso cuando se hace por buena costumbre, por contagio, por marcar un ejemplo, claro que esto último inconscientemente, no como objetivo sino como deseo.
La idea no es ya tanto regresar a lo barroco y al romanticismo sino simplemente hacer más amable el trato, devolverle el lugar que se merece al respeto, decir buenos días/tardes/noches al entrar a un lugar, porque todos merecemos más respeto en todos los lugares. Ello sin meternos de fondo a las conversaciones de los jóvenes que intercalan artículos con adjetivos siendo mayormente utilizadas las recurrentes wey, pinche, hijo de su madre, por citar las comunes.
O el colmo de la falta de respeto que se percibe en los cajones de estacionamiento reservados para los minusválidos en los centros comerciales, donde se los apropian quienes no los requieren, sumado al ya famoso truco de hacerse el dormido en el transporte público con tal de no mirar a la embarazada, anciana o madre cargando al bebe, para evitar ceder el asiento.

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