sábado, 14 de abril de 2012

El mal de origen

Lector que olfatea, escritor que se recarga en el ensayo para darle vuelo a la imaginación, narrador de una realidad que a veces parece rebasa la verdad, así es Sergio González Rodríguez, hombre de letras cual periodista nato, su libro Huesos en el desierto lo posicionó como referencia en el tema de las muertas de Juárez y su leída columna en el suplemento El Ángel del periódico Reforma confirma cada semana el pulso de la literatura nacional y extranjera.

Esta vez traspasa el mostrador para en 31 textos breves, interpretar un escenario disímbolo por naturaleza: la ciudad, y elegir de ella los elementos que a su parecer en la modernidad deben ser debatidos, retomados, incluso refrescados para su nueva maduración.

Con el volumen El mal de origen. Ensayo de metapolítica, el también autor de El hombre sin cabeza llega literalmente hasta las azoteas, pues ubica desde allí un espacio de definición terrenal. Y es que a su parecer, como el de muchos, “Una azotea deja en las noches al menos el susurro, la confidencia, los aromas del guiso entrañable bajo el brillo opaco de las estrellas”.

Ese elemento, también descrito como observatorio de arrabal o de suburbio, es inherente a la metrópoli definida como el territorio de las imperfecciones, pues a final de cuentas “la mejor forma de imaginar una ciudad es haber vivido en una a plenitud”.

La brevedad de los textos ayuda al ritmo, sin duda el galope de las afirmaciones necesita un espacio para el respiro, el autor exige, pues toma como referencia el marco de la distracción en el que hoy en día nos desenvolvemos.

En las páginas de esta obra conviven muchas respuestas pero a veces las preguntas se olvidan. Como en la vida misma se presenta el constante cambio en el empleo, en las relaciones de pareja, en las aficiones, se refleja de igual forma en los pensamientos que deberían ser más profundos, como los valores por ejemplo.

Quienes conocen la pluma de González Rodríguez podrán notar con mayor precisión, cómo de manera natural, quizá por el texto número diez el autor deja lucir de mejor forma su conocimiento literario, sus lecturas y relecturas, donde sus análisis y referencias literarias hallan acomodo.

Siempre pendiente del contexto que se da del otro lado de la ventana, allí donde el desempeño de algunos sólo alcanza para la vaguedad, para el señuelo, para lo bajo. Hace público que los chismes “de mayor interés son los que bordan sobre los amores. En el ámbito de la política, los chismes más exitosos tienen que ver con el riesgo criminal: enriquecimientos ilícitos, negocios fraudulentos, nepotismo, asociaciones delictuosas. Cuando se juntan ambos, se fabrica una bomba. El que es primero en el tiempo, es primero en el chisme: un chisme que no se cuenta como primicia, se vuelve noticia o se evapora”.

La prisa por la exclusividad de lo efímero, de la fama inmediata, del reconocimiento con pocos méritos, exigencia que debe erradicarse de diversos campos de convivencia humana. Quizás al terminar de leer El mal de origen quede la sensación de haber tenido en las manos un libro diferente y diverso, original y vertiginoso, con rigor y con mensaje, y se transmita ese sabor que queda como elemento que acompaña a las soledades.

Es de sensaciones el libro también, se pueden dar esos ruidos como los de la noche por encima del techo, o la imagen de quien levanta la mano en el salón de clase y nunca le dan la palabra, o de esa pareja que se besa a lo lejos y quien los mira se muerde el labio inferior pues sabe que todo puede ser mejor, y que la realidad es diferente por designio.

Sergio González Rodríguez, El mal de origen. Ensayo de metapolítica, Libros Magenta, México, 2011; 171 pp.

Texto aparecido en la Revista Siempre¡ del domingo 15 de abril de 2012.

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