sábado, 3 de noviembre de 2012

Largas filas de gente rara

Nacido en Coahuila en 1977, Luis Jorge Boone es sobre todo poeta y narrador. Complicado manejar ambos géneros con tan buen tino, y máxime que en ambos consolide su propia voz, su propio estilo. En su faceta de narrador entrega ahora Largas filas de gente rara, y desde la primera página descubrimos quienes son esos raros: los escritores, los literatos, los creadores. Y antes de seguir el lector bien puede pensar que allí encontrará pensamientos en voz alta que Boone decidió poner en blanco y negro, tal vez un momento autobiográfico que le dio para estas narraciones, o quizás una crítica a ese mundo que se piensa fascinante y desdichado. Pero no es así, o quizá no del todo. El volumen está dividido en tres secciones: “Gente rara”, “Intermedio: la larga fila del desempleo” y “Que nunca se acaba de escribir más y más libros, y el mucho estudiar fatiga el cuerpo”. De ellas, la sección de en medio llama la atención porque rompe con el conjunto del volumen. Esto se debe a que si bien es interesante en su forma, es más cercana su hechura al comentario o al ensayo con grados de humor y obvio, sumado el perfil biográfico por las labores del autor, mas no así en la de cuento como tal. Lo cual no interrumpe la lectura, de hecho se encuentra uno con las confesiones del escritor y las solapas o el Escritor Autobiográfico quien está “siempre atento a las cuartas de forro y las solapas de los libros de los demás, siempre en busca de nuevas fórmulas para operar milagros, la multiplicación de los panes (pero en libros) y la trasmutación del agua en vino (de su vida en la vida de un escritor de verdad)”. Y de allí al escritor y los malos entendidos, los demasiados libros, la belleza ajena o las causas perdidas, como El Escritor Minoritario quien “ha hecho de la lamentación y el berrinche un género literario. Para él, todos miran en la dirección equivocada”. La última sección contiene dos historias de la hechura más cercana al Boone de La noche caníbal (FCE, 2008) donde sin lugar a dudas encontró su voz, su ritmo y su tema, el de la angustia, el del llamado de auxilio, el de los nervios a manera de lamentación, como la pieza “En el nombre de otros”, donde el grito parece no llegar, pues se sabe que “lo único más fácil que borrar la vida de un hombre era borrar la vida que las sombras nunca tuvieron”. Por su parte, en la primera sección del libro convergen tres cuentos que muestran al lado lector del autor, con confesiones de diversa especie, por ejemplo la del poeta que hace homenaje a los poco leídos y menos reconocidos Mario Santiago Papasquiaro y Julio Roel, o en el cuento “Cómplices” donde bien pueden trasladarse a una charla en alguna mesa donde se ubiquen más de dos escritores: “En la vida real, para hacerse amigo de alguien sólo hay que caerse bien mutuamente, una sola casualidad que vale millones. Entre escritores, además de eso, es necesario no tener prejuicios sobre el trabajo ajeno, y lo más difícil, gustar de él”. La crítica a los tiempos modernos, por ejemplo en “De este mundo”, donde juzga de manera rotunda con respecto a Internet: “La red se parece a ese zoológico sin jaulas donde el animal más histérico se echa encima de los turistas nomás porque nada se lo impide”. En suma, la colección de cuentos Largas filas de gente rara es un libro que cumple, que contagia, que agrada en general, pues se logra una comunión con el lector para llegar hasta el fin, hasta las últimas consecuencias, pues como dice el mismo Boone: “¿quién puede trazar con mano firme la débil línea que separa al testigo fascinado del cómplice activo?”. Luis Jorge Boone, Largas filas de gente rara. Fondo de Cultura Económica (Colección Letras Mexicanas), México, 2012; 118 pp. Texto aparecido en la Revista Siempre¡ del domingo 4 de noviembre de 2012.

No hay comentarios: