domingo, 23 de agosto de 2009

Seis tumbas en Múnich

Conocido y reconocido por el fenómeno que fue y es la novela y la película El Padrino (1969), Mario Puzo (1920-1999) publicó bajo el seudónimo de Mario Cleri Seis tumbas en Múnich, que actualmente llama la atención en las mesas de novedades de las librerías.
Al tenerlo entre las manos, los seguidores de Puzo saben a lo que se enfrentarán: una historia que lleva el signo de la muerte y del amor. La portada no falla, el cintillo lo delata: “una historia criminal movida por la venganza”, pero también, aún previendo la trama, el peso de la atracción quizá se recline en uno de los toques mágicos que siempre le imprimió Mario Puzo a sus obras: el manejo psicológico de los personajes, con personalidades fuertes, con acciones variantes y con decisiones que los llevan a tomar resquicios en donde no hay muchas salidas.
Esta vez Michael Rogan, un chico genio desde su instrucción inicial, es el protagonista que por su talento llegó muy pronto a ser un solitario y también un diamante en bruto que, por el contexto de la Segunda Guerra Mundial, sería una verdadera pieza clave en el tablero de los mensajes codificados. Luego de una prueba que sus entonces superiores pensaron que no iba a descifrar, sorprendió a propios y extraños, con su talento no fue difícil prever que escalara posiciones de manera vertiginosa para ser uno de los pilares de la comunicación en su nación en cuanto a milicia se tratara.
Sin embargo uno de esos malos días que fuerzan los escritores para darle un nuevo ritmo a la trama, Michael fue capturado junto con su esposa, quien no tardaba a dar a luz, y con la captura también vino la tortura (entre otras cosas, los gritos al otro lado del cuarto de su mujer embarazada), culminando con la extracción de valiosa información que haría ganar posiciones en la misma batalla.
Días de tortura dieron fin con un disparo en la nuca al genio Rogan, todo consignado en el expediente A23.486, pero ese disparo no lo mató del todo, eso fue por partes, por largas secciones que le acompañaron por varios años de su vida.
Consiguió un empleo y se dio cuenta que con el poco talento podría hacerse millonario fabricando equipos de cómputo de alta tecnología, subió escalones en la empresa y llenó de ceros su cuenta bancaria, para darse una vida con lujos pero pocos excesos. Pagaba lo justo y daba extras cuando la situación lo ameritaba, como lo fue cuando los investigadores que contrató para encontrar a las siete personas que lo habían torturado y dado muerte a su esposa, le dieron los datos generales de cuatro de ellos.
En Sicilia encontró a Genco Bari, uno de los que asesinaron a su esposa, quien “tenía que ser un hombre de fortuna, puesto que era miembro de la mafia. Pero entonces comprendió que ahí estaba precisamente el problema. Nadie le iba a dar información sobre un capo mafioso. En Sicilia, primaba la ley de la Omertà. El código del silencio es una tradición local: no dar nunca información de ninguna clase a las autoridades”.
Este es el capítulo que más se identifica con el resto de la obra de Mario Puzo, donde se siente más cómodo, donde fluye su pluma pues los rasgos le son afines, donde las palabras exactas dan vida a un personaje siciliano ya cansado y con ganas de que le corten el sufrimiento, por eso le da entrada a Rogan a su casa, para que a sus anchas, a sus tiempos, con todas las facilidades (incluida la seducción de la propia mujer con su autorización) Bari encuentre la muerte.
Budapest es el siguiente punto de la ruta, allí Wenta Pajerski es el objetivo. Hombre de costumbres crónicas, rítmico andar, no cambia por nada su mesa, su ajedrez y sus ganas de no hacer nada más. Por eso el astuto Rogan decide, en un acto de verdadera lucidez, llenar el centro de un rey el material explosivo necesario para causarle la muerte sólo a Pajerski, a nadie más, el resto son inocentes, él no quiere muertes innecesarias.
Y como reza el dicho, al final lo mejor, el líder de los siete que lo torturaron: Klaus von Osteen. Difícil localizarlo, con el paso del tiempo se ha vuelto en persona honorable y respetable, magistrado federal con todas las de la ley, objeto también de posiciones políticos de altos vuelos. Pero todo eso no intimida a Michael Rogan, dispuesto a culminar lo que no lo deja dormir, lo que le provoca pesadillas todas las noches y dolores descomunales en la cabeza.
Para los seguidores del nacido en la gran manzana, Seis tumbas en Múnich viene a ser ese redescubrimiento del gran autor que es Mario Puzo, así como también es un nuevo motivo para releer su obra, para entrar a ese mundo que pocos como él pudieron formar, para disfrutar un thriller, unos personajes fuertes, y sobre todo la esperanza de la buena historia en cada página.


Mario Puzo, Seis tumbas en Múnich. Ediciones B, España, 2009; 174 pp.

Texto publicado en la revista Siempre¡ de esta semana.