miércoles, 17 de febrero de 2010

De cómo no soy

Para Wendy

Y otra vez quería ser para ti
la palabra adecuada en los días de fiesta,
o la del discurso cuando se obtiene un galardón,
la de las compras en la agonía económica,
la del amor cuando se escabulle en el páramo
esa candidez de tu sonrisa.
Y otra vez quería ser para ti,
la mañana austera, la del agotamiento
o el hartazgo, la disciplinada carente de nubes,
la que viene con ventisca, la que no sabe,
la enamorada de la noche, la perdida.
Y otra vez quería ser para ti
esa voz indecente que ya no sabe qué tono usar
cuando solicita favores carnales,
la que utiliza el niño cuando llora y tiene hambre,
la del anciano que mide sus pasos
en la profundidad de la tierra, la de la musa
que pierde belleza de tanto verla,
la del arroyo que nadie ha visitado,
la de una autoridad que no se respeta.
Y de nuevo tan sólo quería ser para ti
eso que se lleva en la mano
y se recurre a ella cuando la vida
ya no sonríe como antes.
Y tan sólo, de nuevo, quería ser para ti
esa prueba de hombría
que está en peligro de extinción.


Poema aparecido el domingo 14 de febrero en la revista Siempre¡

martes, 2 de febrero de 2010

Oficio y sentimiento


La delgada línea que divide el periodismo de la literatura se ve una vez más expectante pues la aparición de Breviario de correrías exige que el lector se siente de ambos lados de la mesa: si bien los textos que le dan vida fueron escritos originalmente para la prensa, ahora en forma de libro aprueban el rigor que va del ensayo a la estampa, pasando por la anécdota o el diario con un objetivo común en todas ellos: permanecer y aportar una visión con sentido, calidad y rigor.

Alejado del maquinazo que puede resultar el trabajo periodístico bajo presión y más apegado a la investigación y sobre todo a la lectura crítica, Ariel González, editor de la sección cultural de Milenio, arma un conglomerado con orden e idea y lo divide en seis apartados estructurados no ya con paso cronológico, sino más bien por la característica geográfica y espacial que los sentidos dictan.

Así empieza con “Pasos por el sur”, el recuerdo de su estancia y sus observaciones en Argentina por su empleo en la embajada de México. Llega Jorge Luis Borges en un perfil de periodista, Oliverio Girondo con su espantapájaros que rompe esquemas (“la imagen del vanguardismo es la de la importación de una visión europeizada”), Felisberto Hernández, escritor raro si los hay, Roberto Arlt y el golpe del futuro que sólo debe creerse en el momento adecuado, y Leopoldo Lugones con el recuerdo del suicidio.

En “La otra orilla” hacen su aparición Ortega y Gasset, Francisco Ayala, Bergamín y García Lorca, el hilo conductor es el recuerdo de una parte especial de cada uno, el brillo pulido a fuerza de lectura y de entendimiento, pues a estos monstruos no se les puede leer sin aprender, no se les puede decir leídos sin verificar sus ideas en primera persona.

“Bifurcaciones” se traslada del estudio a la propuesta, del análisis reflexivo al repaso y al papel de la literatura. La religión como halo de problemática mundial, el miedo y la medianía intelectual, el viajero en Rusia y la dimensión de un sueño, la China y la dialéctica de Mao con capitalismo y comunismo de la mano, así como halla cobijo el optimismo de un pesimista.

En el caso de la reflexión rusa alcanza para el nacionalismo de nuestro terreno mexicano, y hay que verlo como aprendizaje: “el drama de toda revolución es su desilusión final, que una y otra vez consigue olvidar su gloria, la fuerza de sus ideales, el conmovedor momento en que los pueblos se movilizan contra la dictadura o la injusticia”.

Mientras que en lo que respecta al papel de la clase intelectual el comentario va más allá de la sencilla caravana de sombrero: “La participación del intelectual en la vida pública es, desde luego, legítima y necesaria. Pero hay que dimensionarla en sus justos términos: ni por encima ni por debajo de las posiciones, derechos y preferencia de otros sectores de la sociedad […] ¿Puede haber algo más antiintelectual que un rebaño de intelectuales?”, pregunta que acepta la réplica para dar vida al debate.

“Aires galos”, como su nombre atinadamente lo indica, guía los reflectores hacia el arte francés, con el autor inclasificable y egiptólogo Dominique Vivant Denot, el trío que conformaban el pianista Alfred Cortot, el violinista Jacques Thibaud y el chelista Pablo Casals (“Si la creación es el ejercicio solitario por excelencia, la interpretación musical puede alcanzar sus más intensos momentos a través de la fuerza que le da una pequeña colectividad dispuesta a seguir una partitura hasta sus últimas consecuencias”).

Una necesaria relectura a León Bloy y los lugares comunes, algunos personajes políticos de la vida pública alemana; la presencia de Montaigne a partir de una reedición que brinda el pretexto para hablar de los hilos que dan más sentido a la comunidad del libro con el lector. Con las flores del mal, o flores enfermizas de Charles Baudelaire junto a su imprescindible presencia en la poesía mundial. Louis Ferdinand Céline en su Viaje al fin de la noche, y un Marqués de Sade, con todo y su nombre largo.

“Hacia Albión” conjunta a James Boswell, para atinar en el tamaño de la biografía, con Samuel Beckett y las muchas miradas (“La miseria humana, la condición más indigna o la espera más desquiciante no cierran en Beckett el paso al humor, única señal de que podemos convivir con lo más desgarrador”). Así como el descubrimiento de Joseph Conrad y su obra El corazón de las tinieblas y su pesimismo que nunca hizo concesiones, que va de la mano de Jonathan Swift y el humor negro que abandera.

Cierra “Otros senderos”, con textos sinceros rayando en homenajes a Salvador Elizondo, José Luis Martínez y José de la Colina, el primero como un hombre generoso y brillante, el segundo como ensayista que colocó la medida que se debe exigir en el ramo, y el último con la brevedad como arte.

Al ser el último cajón de la obra, también da cabida a Bertolt Brecht, Alejandro Toledo y las ficciones, al Código Da Vinci con su infraestructura publicitaria, a Kurt Vonnegut con su juego de humor, el cual “no está reñido con la lucidez; antes al contrario: para que el primero surta efecto debe estar bien pertrechado por la segunda”. Sin dejar de lado a Eisenstein y el cine, sus películas, su fuerza; los famas y los cronopios de Julio Cortázar, la depresión y sus circulares fórmulas, Isabel de Riquer y su ímpetu culinario a favor del corazón, y Kafka cargando con su biografía.

Todos ellos son textos con idea y sentimiento, que reflejan calidad de lecturas, reflexión alejada de la inmediatez, trabajados con el perfil periodístico de antaño; análisis que refresca con la relectura, escritura que desconoce el vértice de separación de la literatura y el oficio de la redacción, que permanecerá como un elemento provocador, que se debe leer pues como lo que es, un breviario dispuesto a ser amplio por sus temas y su estructura.

Ariel González, Breviario de correrías, Conaculta (col. Periodismo Cultural), México, 2009, pp. 179.

Texto aparecido en la revista NEXOS de febrero.