viernes, 29 de agosto de 2008

Alfabeto del mundo

En estos días releía poemas del recién fallecido (me pregunto cómo es la temporalidad de los muertos, ¿cuándo podemos dejar de decir “fallecido recientemente”, por ejemplo?) Eugenio Montejo quien dejó de existir el 5 de junio de este año en Valencia, España. Motivo suficiente para compartir una reseña de su libro Alfabeto del mundo que publiqué en su momento. Hela aquí:

La frontera espaciotemporal se desvanece ante la fortaleza de propuesta terrenal, de tranquilidad por el ser interior que arropan los versos de Eugenio Montejo (Venezuela, 1938). En 1988 apareció la primera edición de su antología Alfabeto del mundo, diez años después le fue concedido el Premio Nacional de Literatura en su país natal, dos lustros en los que siguió produciendo, proponiendo, haciendo, pero sobre todo observando.

La poesía de Montejo, recuerda la fotografía que se queda grabada en la mente con el paso aletargado de los días, es de remembranza y esperanza, es de respiro en la contaminada urbe, pero también de reflexión. Américo Ferrari, en 1986 lo dijo así: “en la poesía de Montejo la visión del mundo y las formas en que se plasma aparecen emergiendo la una con la otra en una correspondencia nunca desmentida [...] Esto nos lleva a la representación del mundo con una red de signos, como un alfabeto que tenemos primero que aprender a deletrear si, bien o mal, queremos anotar el texto que leemos”.

Su primer volumen data de 1967, el título: Élegos, le siguió Muerte y memoria en 1972, donde se ubica su poema Dos llamas, “No es sueño esa hora extática/ donde me veo ir de tu mano/ a través de los árboles quietos/ de la casa sin nadie.// No es sueño el diálogo que vuelve/ a nuestras dos límpidas llamas,/ hasta fundirnos en la noche/ al fondo de una lámpara.// ¿Cómo saber cuál de los dos pabilos/ ha cortado la muerte? Uno de ambos/ está soñando al otro,/ pero en la luz que mezcla el tiempo/ nos vemos y nos basta”, juego de imaginación amorosa, afectiva con objetos cotidianos.

Ritmo y pretexto le sobran, mensaje atinado, perceptivo, el que parecería Lejano, “Noche donde la ausencia sopla una bujía/ y a oscuras oímos en el patio/ a otros muertos que hablan otra lengua/ y no nos acompañan”, acaban siendo leguaje y alfabeto propios.

En Algunas palabras (1976) dibuja los trazos de una escenografía cotidiana cuál única, el contexto individual de cada ser que capta sentimientos ubicados en elementos de la vida, razones para soportar el peso y el paso de los días: “La vida puede llegar ahora, no sabemos/ puede estar en Nebraska, en Estambul,/ o ser esa mujer que duerme/ en la sala de espera”. Luego viene Nostalgia de Bolívar que aparece fechado en 1976, aunque este poema apareció en la antología Bolívar en la poesía hispanoamericana que data de 1984.

Con Terredad (1978) reafirma su lugar en la superficie de los mortales: “Nada puede el somnífero/ para borrar el sordo tableteo/ de los trenes nocturnos que van lejos./ Toda la noche tiemblan las paredes”. Poeta de mundo, sabe de viajes, de distancias andadas y recorridas, aquellas mismas donde a veces, “su ausencia es mi único equipaje”.

En Trópico absoluto (1982) se halla a un singular personaje que puede parecerse a cualquiera, incluso al que luce en el reflejo, puesto que va arrastrando a diario su ciudad, quizá sea la misma que “no es fiel a un río ni a un árbol, mucho menos a un hombre”. El escritor a estas alturas ha logrado que le lector hable su idioma, lo entienda y el grado de comunión sea además de mayor, más profundo, saben (ya el plural se explica por sí mismo) por demás que “Ningún amor cabe en un cuerpo solamente,/ aunque el alma se parte y ceda espacio/ y el tiempo nos entregue las horas que retiene./ Dos manos no nos bastan para alcanzar la sombra;”

Alfabeto del mundo (1986) recarga su belleza poética en lo inesperado que resulta en veces el mismo lenguaje, donde solicita una letra de la palabra, pero también donde coloca un par de adjetivos que rompen y le dan valor de gracia y originalidad, por un lado el “gótico” a un diptongo que se halla en la palabra (y figura también) del “cuerpo”, y la piedad calificada como “cósmica”, y todo ello toma forma (se despliega, en palabras de Montejo, otro verbo atinado) ante el ojo de cualquiera que tenga en funcionamiento sus sentidos.

En Adiós al siglo XX (1992), más allá de una despedida es una nueva invitación a hacer tangibles los sentimientos. En un poema dedicado a Américo Ferrari (quien además de escribir el prólogo de la primera edición, en la más reciente también apunta sobre aspectos de la poética de Montejo), anota en una especie de diálogo con el mismo mundo: “Muero lo que puedo, pero no me adelanto”.

Partitura de la cigarra (1999) es una sección interesante por entrañable; allí toma de alguna extremidad al pequeño animal para percibir con los sentidos exactos el paso de los recuerdos por una ventana mágica que viaja del pasado al presente con un retorno amable, casi cierto. Allí los “Muertos de nunca habernos muerto” se dan cita, “Y aunque en el aire miré mi propia ausencia,/ cuando mis huesos retornen al silencio/ y se extinga la lumbre de esta lámpara,/ sé que mañana habrá otras voces en la tierra”.

A la par, el viaje pospuesto toma la voz, desea fervorosamente cambiar de escenario, su telón de fondo ahora será otro: “Adiós a lo ganado y lo perdido,/ me voy a otro lugar donde veneren/ la vida como dádiva y enigma,/ la pasión del instante/ y el efímero sueño de la tierra…”. Cierra el volumen Papiros amorosos (2002) que resguarda “El temor al olvido que se amontona/ detrás de tus pestañas,/ el temor al arribo en el próximo puerto/ que puede separarnos.”.

Juliana González Valenzuela, Antonio Deltoro, Ricardo Pozas Horcasitas, Jesús Silva Herzog y Alberto Ruy Sánchez, le otorgaron el Premio Octavio Paz en 2004 a Eugenio Montejo y ojalá con ello haya obtenido más lectores para su poesía cómplice de todo ser humano, esos mismos que intentan hablar un mismo lenguaje, el alfabeto del mundo.

Eugenio Montejo. Alfabeto del mundo. Fondo de Cultura Económica (col. Tierra firme), México, 2005, pp. 332.

miércoles, 27 de agosto de 2008

Violencia

El periodista Sergio Sarmiento en su columna Jaque Mate del día de hoy miércoles 27 de agosto en el diario Reforma nos hace ver con claridad y contundencia la realidad que la clase política de nuestro país, y seguramente de muchos otros, ignoran por conveniencia:

“En otros países del mundo las historias de éxito y esfuerzo son aplaudidas y admiradas. En México generan cuestionamientos, ataques y extorsiones. Los burócratas buscan exprimir a los empresarios de éxito con impuestos. Los intelectuales consideran la prosperidad necesariamente sospechosa. Los criminales pretenden con fraudes o violencia arrebatar el dinero a quien lo tiene. Muchos asaltantes y secuestradores afirman que cometen sus crímenes en un afán de justicia social, aunque ellos mismos atesoren los recursos que obtienen a través del delito.”

Veo con dolor cómo la violencia cada día nos afecta más de cerca, antes las historias y sus protagonistas eran los conocidos de nuestros conocidos, o en el peor de los casos, los propios conocidos, ahora las historias toman a nuestras familias o a nosotros como esos elementos de la escenografía. Pareciera que ser asaltado, secuestrado o asesinado está de moda. Ojalá y sea una moda que ya esté por terminar, ojalá que esa moda no se repita.

Pd. El secuestro ya dejó desde hace teimpo ser exclusivo de la gente adinerada, de allí que ahora la sociedad en su conjunto afectada reclame lo que de suyo nos pertenece a todos: tranquilidad.

martes, 26 de agosto de 2008

Fontanarrosa y la política


La comunicación política soporta buena parte de su peso en cuestiones de mensajes y de imagen. Por ello trabajan mucho los discursos (el qué y el cómo van a decir su mensaje) y las escenografías para emitirlos. Las reuniones con mandatarios están llenas de protocolos y símbolos. Como en una función circense debe ir cada quien en su momento y en su espacio. Si alguna vez ha puesto atención a una foto de los presidentes en las cumbres mundiales verá que el anfitrión irá al centro y luego se recurre a diversos mecanismos para el acomodo del resto (en el caso de la Unión europea por ejemplo es por orden alfabético, pero en la lengua oficial del país, de allí que nos parezcan raros algunos acomodos; o como sucedió en los recientes Juegos Olímpicos en el desfile inaugural, donde México, por ejemplo fue de los últimos en hacer su aparición).
El caso es que ante todo ello, viene de forma atinada esta caricatura del genial Fontanarrosa que con lujo de cinismo habla por si sola, y dice lo que muchos pensamos, y decimos pero de manera diferente.

lunes, 25 de agosto de 2008

Como dice Pérez-Reverte

Ayer en la página 47 de Milenio Diario Arturo Pérez-Reverte tituló a su columna Patente de corso con el sugestivo “El profesor íntimo e intimidatorio”; ello por dos motivos principales: el primero su posición como miembro de la Real Academia de la Lengua y el segundo por sus experiencias al terminar una obra y recibir cartas de lectores atentos algunos, y otros que se intentan pasar de listillos. En el caso del escritor recurre a frases gratas, sin complicaciones, que hacen quedar bien a quien las dice y a gusto a quien las escucha, por ejemplo:

“Escribir una novela es poner en pie un artefacto complejo, con reglas, estructura y mecanismos internos”.

Pero cuando habla el académico se nota la molestia (creo que justa) por aquellos que se sienten con el poder de criticar y juzgar sobre algo que simplemente no manejan como desearan o porque les dijeron y sus argumentos se basan en rumores, oídas o chismes. A un supuesto profesor de Lengua y Literatura de Albacete, España, que le escribe (y ni siquiera a él directamente sino a la Academia) acusándolo de no saber manejar las diferencias entre el verbo intimidar e intimar, le responde de esta manera:

“Muy Sr Mío: le quedaría muy agradecido si, la próxima vez, en lugar de hacernos perder el tiempo con tonterías a la Academia y a mí, consultase antes el Diccionario de la RAE (Intimar: página 877, primera acepción). Le recomiendo el uso frecuente de esa obra (también editamos uno de Ortografía y una Gramática) para que, de ese modo, evite hacer de nuevo el ridículo pasándose de listo”.

Y todavía el autor de Territorio comanche termina su texto así: “Hay días en los que me encanta ser académico. Por lo que jode. Para qué les digo que no, si es que sí”. Dejando de lado una frase patentada por la Chimoltrufia (personaje de Chespirito), Pérez-Reverte, que no es de mis escritores favoritos, tiene razón: la soberbia sumada a la incultura hace daño, pero si a ello se le agrega la terquedad, cuidado, tenemos problemas, y no nada más en la literatura, sino en la vida, y en el supuesto futuro.

viernes, 22 de agosto de 2008

La brevedad sentida


Los géneros literarios son un reflejo de la realidad. Las voces que en las páginas cobran vida tuvieron que haber sido halladas muchas veces primero en este lado del mundo. Los gestos de las ciudades se han ido formando con el paso del tiempo, ahora con la tecnología a su favor (y en algunas también en su contra); tal es el caso de los elementos para la escritura, como la pluma y el papel a los cuales se le suman la computadora y sus archivos y formas de escribir en ellos.

Daniel Fragoso Torres (Pachuca, Hidalgo, 1980) se hizo acreedor al Premio de Poesía Efrén Rebolledo 2006 con su volumen Bitácora del desánimo, el cual aparece en esta segunda mitad del 2008 con argumentos poéticos partícipes y cómplices de la brevedad (quizá también como síntoma del poco tiempo que nos deja la modernidad para actividades tan lícitas como leer), como lo es el tanka y el aforismo con una fachada de blog posmoderno, donde se guardan el registro de los días que nadie sabe a ciencia cierta dónde habrán quedado.

Con un espíritu abandonado, alicaído, que presume de pesimista pero encuentra alimento en el mismo sufrimiento, Bitácora del desánimo recuerda lo que de suyo es el paisaje veraniego de la muerte, lo que de frente carece de argumentos, lo que de costado empapa de angustia. Qué mejor que un epitafio para dejar la última voluntad sellada:

“Era necesario trasmigrar por muchos cuerpos
antes de obtener su liberación,

por eso su habilidad para saltar de una relación a otra,
por eso su pericia para vivir descorazonado
y también por eso es que nunca su lápida dirá nada.

Los traidores no suelen inspirar epitafios.”

Con los míseros recuerdos del abandono, los bolsillos casi vacíos porque de otro modo encontrará con qué entretenerse, los pasos que ubica Fragoso Torres en sus breves líneas pueden pasar inadvertidos para quien corre prisa por terminar de leer la obra, mas para un lector atento le sugerirán nuevos temas, nuevas preguntas, el libro está en su contundencia dispuesto a que después de leerse no quede nada: “Nada hay después de lo que no ha de venir/ todo es otra vez lo que era:/ nada”.

Periodista y editor, Daniel Fragoso es un lector que sabe ubicar el renglón que comunica su manera de sentir y de pensar; la balanza a punto de quiebre le da la razón en la mayoría de las veces, sobre todo porque se ha ganado un lugar en el espacio, y quizá sea ese universo que crea al mismo tiempo que cierra el libro con el último poema:

“Exasperado de buscar un territorio tranquilo
regreso al punto de partida.
La soledad no es un estado de ánimo:
es la realidad.”

Bitácora del desánimo es un libro que se toma de un solo golpe, y que puede arañar a su paso, el veneno está allí. La dulzura queda en otras páginas, las palmaditas en el hombro quedarán para otro día. Lástima que la edición deje que desear y a su vez distraiga el total de atención hacia la obra.

Daniel Fragoso Torres. Bitácora del desánimo, HgO Editores, México, 2008, pp. 65.

jueves, 21 de agosto de 2008

Viernes de Lectura (UNAM)

Con gusto hago extensiva esta información / invitación. No se arrepentirán. (Del poeta Jorge Valdés Días-Vélez he reseñado Los alebrijes y leído algunos de sus libros, además en Madrid tuve el gusto de escucharlo leer poemas en la librería Albertí. Con esa experiencia dejo en claro que no hablo de oídas).

"Tú y la noche son jóvenes y hermosas
como una tempestad que se aproxima.”

En alguna esquina oculta por la indiferencia de los transeúntes, en las tardes lluviosas el poeta se esconde, merodea, acecha a su presa. Espía la línea de tu espalda, parado en el quicio de la puerta desde donde alcanza a ver el interior del baño. Desde un rincón en cualquier plaza, o la mesa de un café, a plena luz escondido, te ve pasar con la piel húmeda de lluvia, te observa. Luego se sienta, cual pintor impresionista a dibujarte, a dibujar el mundo visto desde el precipicio de sus ojos que lo sumergen todo. La Casa de las Humanidades de la UNAM los invita, este viernes 22 de agosto, a dejarse observar por Jorge Valdés Díaz – Vélez, a convertir cada instante en un poema, a ir siempre más allá.
La poesía de Valdés Díaz – Vélez es un viaje a las profundidades, a todo aquello que existe bajo la superficie del mundo. Y aunque debo confesar que antes de recibir el libro Tiempo Fuera, nunca había escuchado su nombre; desde el momento en que leí, al azar, el primer poema, me atrapó la visión única de este autor cuya cualidad más especial es saber escudriñar lo cotidiano hasta extraerle poesía. “Lealtad a la contemplación de la belleza”, lo describió Vicente Quitarte en la solapa de su libro.
Poeta de la observación, combina perfectamente forma y fondo; a veces es clásico; regresa a los ritmos de la poesía rimada; otras, experimenta con la métrica, pasando de sonetos y romances a verso libre e incluso haikus. Muchos de sus poemas son como fotografías en movimiento, instantes desmenuzados, donde sentimos claramente el ojo del poeta. Escribe siempre del presente aunque parte de su obra es la definición de la nostalgia, pero siempre vivida desde este momento. Ésta es una de sus mejores cualidades, porque nos permite fundirnos con el autor, ser él, ser nosotros los que observan.
Es imposible hablar de Jorge Valdés Díaz Vélez y no mencionar la sensualidad de sus palabras. Sus escenas están cargadas del erotismo más fino, es un maestro de la expectativa, que nos hace desear abrir la puerta giratoria para descubrir qué hay más allá, y es que esa, precisamente, es la esencia de Valdés Díaz-Vélez, ir siempre un poco más allá.
Jorge Valdés Díaz – Vélez es escritor y diplomático. Nació en Torreón, Coahuila en 1955. Ha escrito los libros de poesía Voz temporal (FCBC, La Habana, 1985), Aguas territoriales (México, Colección Molinos de Viento, Universidad Autónoma Metropolitana, 1988), Cuerpo Cierto (México, El tucán de Virginia, 1995), La puerta giratoria (México, Joaquín Mortíz-Planeta, 1998/ Verdehalago, Colección La Centena, 2006), Jardines sumergidos (México, Colibrí, 2003), Cámara negra (México, Solar Editores, 2005), Nostrum ( ―en colaboración con el artista plástico Aldo Menéndez―, Madrid, Arte y Naturaleza, 2005), Tiempo fuera (1988-2005) (Universidad Nacional Autónoma de México, 2007) y Los Alebrijes (Madrid, hiparión, 2007). Su obra ha sido incluida en múltiples antologías. Ha recibido los premios Latinoamericano Plural (1985), el Premio Nacional de Poesía Aguascalientes (1998) y el Premio Internacional de Poesía Miguel Hernández-Comunidad Valenciana (2007).

Cada sesión tiene un costo de 25 pesos para todo público, no se requiere inscripción previa ni haber leído alguna obra de los autores.

La cita es de 18:00 a 20:00 horas en Av. Presidente Carranza 162, casi esquina con Tres Cruces en Coyoacán. Mayores informes en los teléfonos 56 58 11 21, 55 54 55 79 y 55 54 85 13; difhum@servidor.unam.mx; www.cashum.unam.mx

miércoles, 20 de agosto de 2008

El accionista mayoritario

El accionista mayoritario es un libro construido de tal forma que su lectura envuelve, va ganando de apoco, consume, y cuando uno se da cuenta ha avanzado más que en el resto de sus lecturas. Además, se recuerda más la trama, los personajes (no así del todo sus nombres pues su origen griego los hace poco familiares) y se celebran los nudos y las buenas escenas.

Quizá no sea tan atrevido calificar este libro como una novela cercana. Su autor Petros Márkaris recurre de nueva cuenta a su personaje el comandante Kostas Jaritos quien ahora enfrenta el terror al dos por uno, en ambos tiene que salir avante, es su trabajo, es su vida, es su familia, pero en medio de todo se da tiempo para la sagacidad, el pensamiento, el humor, el amor-odio:

“¿Cómo puedo explicarle la diferencia entre aquellos tiempos, cuando nos daba miedo que el otro nos plantase, y ahora, en que uno teme que el otro no le deje nunca?”

Así como para la crítica a una época contemporánea disfrazada en una frase que pareciera simple, pero lleva una carga mayúscula de coordenadas posmodernas: “La televisión es a la familia moderna lo que el brasero era a la antigua”. Además, es una fotografía de cómo quedó Atenas después de los juegos olímpicos de 2004, de cómo sus instalaciones ahora han perdido el brillo y son tan sólo un recuerdo en el mejor de los casos.

El accionista mayoritario pide y exige lectura total, completa. Abundaremos en la reseña, mientras tanto simplemente cabe decir que es una obra que deja huella, que gusta, que está construida con fondo y forma. Incluso, es un libro de esos que dan ganas de prestarlo para que otro la lea (en mi caso quiero que la lea el escritor Vicente Alfonso) para luego platicar sobre la misma.

martes, 19 de agosto de 2008

Febrero otoñal

Con diez poemarios en su haber, más una selección propia de ellos reunidas bajo el título Práctica de lobo, José Francisco Conde Ortega (1951) presenta su nuevo material poético Cuaderno de febrero, breves pero trabajados veintidós poemas que no ocultan la tinta de su procedencia.

A más de veinte años de distancia de Vocación del silencio, con el cual Conde Ortega hiciera su presentación en el mundo de las letras mexicanas, esta reciente obra es una búsqueda que más tarde que temprano encontrará el amor positivo, el que afirma su sabiduría, el que quiere y desea. El requerido mínimamente para que una tarde, de preferencia de febrero, se junte la imaginación con el ser amado para “vestir de fiesta a nuestras calles”.

Un ejemplo de la lírica del también académico de la Universidad Autónoma Metropolitana es el siguiente: “Hay que decirlo en pocas palabras/ te descubrimos/ en la mirada absorta del otoño”, donde se puede notar cómo por momentos toma la primera voz del plural, guiño inevitable de invitación a los lectores, para que se vuelvan cómplices de la aventura, para que se trasladen a esa calle que amuebla la estación tercera del año, y caminarla juntos, conociéndola.

Pareciera secreto a voces que en las páginas de Cuaderno de febrero se descubre de a poco un otoño a partir de la mirada de un poeta que invoca por igual a la luna, a la lluvia, a la luz, elementos algunos de ellos necesarios para el amor. En el libro también se ciñe la piel orgullosa de la presa que llega a la cita cuando se le convoca. Hace desfiguros y los que alcanzan la dicha de observarla pueden aplaudir, pero prefieren el silencio ante la magnánima obra regalada por el mismo viento verdugo de hojas secas.

Del amor nace la luz, lo aprendemos de la poesía de una escritor de imágenes terrenales que sabe de la magia de los cuerpos cálidos, de alguien que, como confesó alguna ocasión “no codicia los restos de la presa”, sin embargo sí aspira a que “alguna línea, un poema, queden en la memoria de cierto lector desconocido”.

En suma, este volumen del poeta, ensayista y cronista nacido en Atilxco, Puebla, pero avecindado en Ciudad Nezahualcóyotl en el Estado de México, reafirma los trazos por los que prefiere deslizarse, y también hallamos un otoño de manera recurrente, con circunstancias a veces disímbolas que hacen pensar que desea no encontrar lo que se quiere, y esto porque supone que hay más felicidad en el trayecto que en el destino. La razón también lo acompaña.

José Francisco Conde Ortega. Cuaderno de febrero, Universidad Autónoma Metropolitana (col. Libros del Laberinto, serie menor), México, 2005, pp. 50.

lunes, 18 de agosto de 2008

Más que un camino


La cinta publicitaria del frente es discreta como la portada misma de La carretera, la novela de Cormac McCarthy (Estados Unidos, 1933), y es discreta pese a llevar el nombre de uno de los galardones más importantes en la literatura moderna, me refiero al premio Pulitzer 2007 que recayó en el también autor de No es país para viejos.
Ante la ausencia de la figura femenil, un padre con su pequeño hijo tienen que emprender el camino que los lleve a un lugar menos escalofriante, más seguro, menos húmedo, más habitable. Para eso tienen que seguir el paso que marca la carretera, ese imaginario colectivo donde se dan cita las emociones más terrenales, ese reflejo de sensaciones estropeadas o al menos golpeadas por la soledad bélica.
La pluma de trazo balanceado de McCarthy le da razón a aquellas voces que lo sitúan no sólo como un integrante del grupo selecto de los escritores norteamericanos, sino también como un exponente a nivel mundial de talla que da para obtener un premio de resonancia internacional como el que se entrega en Suecia.
La carretera no es la simple brecha por donde habrán de caminar los protagonistas de la trama. Incluso desde antes ya era un escenario de otras batallas, “En aquellos primeros años las carreteras estaban pobladas por refugiados envueltos hasta arriba en sus harapos. Con mascarillas y gafas protectoras, sentados en la cuneta como aviadores fracasados”. Los que dan ambos protagonistas son pasos encima de lo que dejaron otros, figuras sobre cenizas pasadas que cobran vida de nueva cuenta al ser respiradas por elementos recientes en un escenario que parece tiene fecha de caducidad.
Alrededor hay un halo de muerte, combinado con la promisoria esperanza de vida que encarna el infante, quien a su edad ya sabe lo que es guardarse en el cinturón el arma de fuego de suficiente poder, su padre le ha dado instrucciones de lo que debe hacer llegado el momento pese a lo aturdido que se pueda estar en una situación así: “El chico estaba aterrorizado. Le pasó el brazo por la cintura y lo abrazó. Su cuerpo tan flaco. No te asustes, dijo. Si te encuentran vas a tener que hacerlo. ¿Entiendes?, Chsss… Nada de llorar. ¿Me oyes? Ya sabes cómo hacerlo. Te la metes en la boca y apuntas hacia arriba. Rápido y con decisión. ¿Lo has entendido? Deja de llorar. ¿Lo has entendido?”
El acto de reflexión se vive también de manera constante, la fuga no ubica desperdicio, el hambre y la falta de alimentos hacen juego en la desesperación; es cierto que hay suficiente agua para seguir el camino, pero los constantes reflejos para escapar a veces de la nada son desgastantes, de tal forma que poco a poco se extinguen las fuerzas: “no todas las palabras moribundas son verdad y esta bendición no es menos real porque la hayan despojado de su suelo”.
Si bien “en esta carretera no hay interlocutores de Dios. Se han ido y me han dejado aquí solo y se han llevado consigo el mundo. Duda: ¿En qué difiere el nunca será de lo que nunca fue?”, pregunta el narrador en relación de la muerte de la madre del niño. La soledad de los dos es compartida pero también cobra fuerza en una imagen que parece no conlleva más caminantes, por eso los sorprende Emily, un viejo que ha vivido muchos años en la misma carretera, de allí el razonamiento de los interlocutores extinguidos pues nadie quiere hablar, y de allí también que prefieran el nunca fue, al nunca será.
Esta súbita aparición del personaje secundario que se acopla perfectamente a los diálogos fluidos y a la prosa diseñada para sus fines de McCarthy, resulta ser una invitación al verdadero valor de uno mismo, porque como dice Emily “Podría ser cualquiera”, y es cierto, mas ante un telón de fondo de grandes dimensiones y tan pocos participantes en la obra de teatro monumental, en esta “creación perfectamente evolucionada para hacer frente a su propio fin”, nunca se será uno más, un cualquiera, se es por el significado del mismo ser, por el valor compartido ante la desgracia.
La lluvia es un componente al cual recurre el autor para reforzar el nudo de intriga, para hacer que los protagonistas pasen más tiempo en una casa abandonada, para darle respiración a las acciones, y brindar descanso incluso al propio lector. El mar también aparece cuando tiene que hacerlo, si bien las descripciones de los paisajes no son abundantes le dan un toque que combina con los sentimientos más humanos.
La aventura por la que nos transporta Cormac McCarthy tiene sólidos elementos de hechura que logran una mejor complicidad entre el autor de Todos los hermosos caballos con su público, el cual se queda con dudas para amortiguar el paso que habrá que hacer en su propia carretera, cuando se presente el momento de la decisión, qué camino habremos de elegir, pues a final de cuentas la pregunta es certera: “¿Hacía qué dirección iba la gente cuado se extraviaba?”
El desenlace llega con pasos lentos, el camino no acaba de cualquier forma, y sin duda esa brecha por la cual tuvieron que pasar los protagonistas de La carretera conlleva cargas psicológicas y emotivas difíciles de no advertir, ese sendero pues será andado por otras figuras reales.
Por último es necesario subrayar una vez más algo que el escritor español Javier Marías ha señalado al respecto. Este buen libro se ve empañado en algunos momentos por un pobre trabajo de traducción: “Cargó con él campo a través”, “Se bajó la cremallera de la parka y dejó caer la parka en la grava”, “Sentados en la carretera comieron restos de pan rápido duro como una galleta dura”. Y esta responsabilidad no sólo es del traductor, sino que pasa también por el departamento de corrección y lamentablemente se está haciendo una constante en los libros traducidos en España que debe remediarse para no dañar el mercado editorial hispano, pues sus traducciones son las que llegan a países como el nuestro.

Cormac McCarthy. La carretera, (Traducción de Luís Murillo Fort), Random House Mondadori, México, 2007; 210pp.

Texto publicado en la revista Siempre¡ de esta semana.

viernes, 15 de agosto de 2008

Jeta de santo

Jeta de santo. Antología poética 1974-1997 es el título con el que el Fondo de Cultura Económica de España ha decidido hacerle un homenaje al infarrrealista Mario Santiago Papasquiaro (cuyo verdadero nombre era José Alfredo Zendejas Pineda), quien fuera íntimo amigo del escritor chileno Roberto Bolaño, ahora tan en boca de todos y tratando de rescatar hasta las listad del supermercado que llegó a escribir para publicarlas, y si no allí están sus poemas, que aun los que no tiene rigor los han publicado. En el ejemplar que rinde homenaje al mexicano (“Soy de la galaxia donde se le tunde duro a las piñatas”), podemos ubicar frases, líneas y algunos versos que vale la pena compartir como éste fragmento cuyo poema está dedicado al autor de Los detectives salvajes:

La poesía sale de mi boca
a todo tranco de gerundio
a todo flujo de agua potable
a todo virus luminoso
a toda capacidad de contagio
Así va al poesía /
& para ella
no tengo sino alabanzas

Y este otro fragmento de Calavera Pirata

1 poeta es necesariamente 1 Hell-Angel Quemado
1 poeta es necesariamente 1 ornitorrinco con alas
1 alucinado / 1 clochard con gasolina estelar en las venas
1 duende, 1 chaneque,
1 grifo, 1 centauro, 1 pegaso chamán
1 cactus de rocallosidades jugosas
capaz de viajar
velozmente
de la debilidad a la fuerza con sólo tronar el apasionado enérgico
niñísimo ciempiés de sus dedos
al ritmo –Macumba
calavera pirata
de 1 blues

Habrá a quienes no les agrade y otro a quienes les cause expectación. Lo mejor es leerlo, ya cada quien sacará sus conclusiones.

jueves, 14 de agosto de 2008

Vox populi

Lucas Santos, mejor conocido como el Pifias es el Presidente Municipal de Santiago Oxtotilpan, un pueblo asentado en el México posrevolucionario “lleno de recuerdos insignificantes para los otros, recuerdos de los cuales no puedo hablar pues no son nada, pero que para mí son todo un mundo, son toda una historia”. La voz es la de quien todo lo mira, la tierra vigilante, las entrañas del pueblo.

Es cierto, quien va dando noticia de los vaivenes en Memoria de Santiago Oxtotilpan es el pueblo mismo, así lo pensó Rafael Bernal (1915-1972) quien al consagrarse con El complot mongol, sin duda una de las mejores y más importantes, sino la que más, novelas policiales de nuestras letras, vendió caro su gloria con la sutil sombra que cubre sus demás obras, una de ellas este breve relato que recuerda por momentos el pueblo de mujeres enlutadas que dibujó Agustín Yañez en Al filo del agua, y el lenguaje e incluso psicología de varios personajes de Juan Rulfo en El llano en llamas.

Mas aquí el narrador no oculta su vanidad en cada uno de los dieciséis capítulos; nos muestra a sus habitantes, pero también quiere dictaminar sus acciones. Como hijos los ve crecer, desarrollarse, portarse mal, hacer cosas a la buena y demás, todo en una escena cualquiera y en un momento dado, donde “la luz de los balcones jugaba en las banquetas un juego de cuadros negros y blancos. Saltaban las canciones y el triste rasguear de las vigüelas acentuaba la placidez azul de mi silencio. El sereno cantaba las horas mientras en el coro musitaban los frailes”.

Los personajes no se vuelven entrañables, pero sí de fácil ubicación, algunos contando con la gracia de la simpatía, como el tío Tadeo, ya fuera en su banca favorita de la plaza, o en otro lugar riendo a diestra y siniestra con la clásica y mítica frase que lo identifica: “Pa’ lo que he de durar”.

Pueblo de fiestas, robos, tradiciones, usos y costumbres. Con una sorpresiva visita presidencial, y un proceso electoral muy cercano a la realidad (¿de la época?), el humor se presenta en cada momento con el lúdico lenguaje: “El primo de Epifanio llegó vestido de negro y con corbata de moño colgante. Como moco de guajolote negro. Al principio nadie se dio cuenta de que era poeta y cuando lo aclaró, nadie pareció darle la menor importancia. Según contaba, en la capital todo el mundo lo conocía por ‘el vate Godínez’, pero aquí, por aquello de la costumbre siguieron diciéndole el Estirado”

La nostalgia se presenta como la misma lluvia en ese territorio que se absorbe y regenera en su soledad, sobreprotector dirige el futuro de quienes lo sobrellevan, piensa “¡Si mis habitantes llegaran a comprender que entre más largo es el camino a la ciudad, más largo lo es el del vicio, que entre más lejos tenga a los otros pueblos, estaré más cerca de mi verdadera esencia!”

Memorias de Santiago Oxtotilpan es el libro con el que Editorial Jus celebra el treinta y tres aniversario luctuoso del autor de Su nombre era muerte, amante del humor a veces amargo, otras negro, pero también dueño de un estilo narrativo que siempre supo decir lo que quería con un sello propio e identificable.

Rafael Bernal. Memorias de Santiago Oxtotilpan, Editorial JUS, México (tercera edición), 2005, pp. 102.

miércoles, 13 de agosto de 2008

El mundo

Con el membrete y la fama que le da haber obtenido el Premio Planeta en su edición 2007, la novela El mundo de Juan José Millás resulta un agradable encuentro con la cotidianidad y le recuerdo. Se traduce y palpa de cerca, se puede respirar el viaje en el tiempo, las definiciones, las autodefiniciones y el mismo sentido crítico que va de un lado a otro. El remordimiento también cabe, por eso no le tiembla la mano al afirmar:

“Observado desde los ojos de María José, veía en mí a un novelista joven que se encontraba en un hotel de la calle 42, en nueva York, en Manhattan, en el centro del mundo como el que dice. Quizá un novelista equivocado, un tipo que acertaba en las cuestiones periféricas, pero al que se le escapaba la médula. Un tipo bien intencionado, de izquierdas desde luego, pero de una izquierda floja, uno de esos compañeros de viaje, un tonto útil, aprovechable en los estadios anteriores a la Revolución, pero a los que convenía fusilar al día siguiente de tomar el poder. Un tipo, por qué no, con el que se podía follar, incluso al que se podía leer para hacer tiempo, mientras las condiciones objetivas hacían su trabajo y las contradicciones internas del sistema aceleraban la llegada de la Historia”.

De lectura ágil y sincera, y con un buen ritmo esta novela se disfruta, abundaremos en la reseña más adelante. Y mientras tanto comparto otras líneas de Millás:

“Entonces comprendí de súbito que uno se enamora del habitante secreto de la persona amada, que la persona amada es el vehículo de otras presencias de las que ella ni siquiera es consciente. ¿Por quién tendría que haber estado habitado yo para despertar el deseo de María José?”

martes, 12 de agosto de 2008

Contraverano



El poeta Antoni Marí dijo “Soy lo que desconozco que soy. Soy todo lo que no sé”, y eso lleva muy presente Mijail Lamas (Culiacán, Sinaloa, 1979), becario de la Fundación para las Letras Mexicanas 2005-2006 y 2006-2007. Junto con el escritor catalán, José Carlos Becerra es la otra gran influencia en la poesía del también autor de Fundación de la casa, quien ahora en ocho secciones da vida a Contraverano.

Los versos de este volumen son los signos de identificación de alguien que sabe andar, que camina, unas palabras que llevan a esa otra ciudad distinta que no permite contoneo innecesario; otro poder para llevar a la boca un recuerdo, el mismo que ahora hace pensar que la ciudad es la misma y quien cambia es el habitante: “Por este oficio de sombra/ puedo soportar esta ciudad que llevo a cuestas”. Se transforma por dentro y por fuera, pues si antes Mijail había construido con paciencia una casa y un hogar, ahora construye la querencia, vivifica el recuerdo que huele a pólvora sedienta en un desierto, en una tierra caliente llena de fama pero también de urgencia.

La inspiración alcanza el punto de fecundidad en versos como: “El añejo dolor que te conserva despierto y a la sombra/ guarda para ti un sentimiento de revancha./ No puedes avanzar lo que quisieras,/ el desierto que pretendes recordar se vuelve/ más extenso”. Pero también se hace acompañar de trabajo y nostalgia, de pulimento, de lecturas hechas en voz alta.

Las dedicatorias dicen mucho de quien las escribe, la familia como reposo y descanso ante la fatiga diurna de enfrentar la vida, el fraterno acento que siempre ubica la sensación de no tener perdido del todo ese camino que a veces las grietas nos hacen menos placentero su andar.

La figura retórica de una voz desde la tumba cobra fuerza y factura con los simples mortales. La pesada carga del asfalto a punto del quejido por tanto rayo de sol injustamente caído en esta geografía, señala una muerte injusta a causa de la misma bala que asesinó sin juicio de por medio, las mismas ganas de salir a la calle sin miedo. “La voz de tu deseo no pudo obedecerte,/ algo de ti regresa sin permiso a la dictadura de la luz/ donde el calor instaura su pesadumbre,/ donde la muerte se repite y te tiende la mano”.

Se siente la asfixia del clima, el termómetro deja de ser una medida para volverse un guiño en los ojos, una postura para descifrar los aspavientos de los demás sobrevivientes de este territorio tan noble. “Como volver a la rabia que se hospeda en el puño,/ a los conjuros que destierran plagas de mediocridad/ y conformismo”.

El fuego, la ceniza, el pasado que reconoce ya muy poco el contorno de un perfil que ha cambiado no sólo con el tiempo, sino con las posturas que ahora enfrenta la vida. El regreso no es fácil, “no pretendía volver, pero no basta pretenderlo,/ el verano emana de mí y todos los caminos se tuercen/ en su polvo,/ toda esa luz es un puño que se rompe/ en mi memoria”.

Contraverano es desde ahora un buen parámetro de la poesía hecha por ese grupo que si bien algunos se empeñan en llamar jóvenes creadores, son ya también referencias contemporáneas.

Mijail Lamas. Contraverano, CONACULTA (Fondo Editorial Tierra Adentro), México, 2008, pp. 79.

Texto aparecido en la Revista Causa Común de Sinaloa del número de julio de 2008.

viernes, 1 de agosto de 2008

Pláticas conciliadoras

Amotinados,
se han declarado en huelga los sentimientos,
en pliego petitorio anuncian sus demandas.
Abandera el movimiento
el típico amor rechazado,
también el humor firma la sentencia.
Las pláticas mediadoras
no hacen más que agrandar las distancias.
Ofrezco a cambio de su restitución inmediata
cumplir cada cláusula,
pero la duda salta y dice que no me cree,
se impulsa en la experiencia.
Ahora sí tengo problemas. Ya que en vista de lo ocurrido
nadie querrá acercarse a mí,
pues cómo proporcionaré felicidad
si ni siquiera logro contener
la estampida de mis emociones.