viernes, 12 de diciembre de 2008

La invasión de los garbanzos


Paciencia, perseverancia, puntualidad, prontitud. Valores que hablan por sí mismos de la persona que los enarbola. En los oficios y las profesiones también es así: la paciencia y la perseverancia se premian, un proverbio que suelen repetir quienes tienen experiencia. En la arena literaria de México los jóvenes escritores, aquellos nacidos en la década de los setenta, producen efectos que conducen a una cantidad desproporcionada de textos pero poca literatura de valía. Una vez más, hay que repetir aquello de que la cantidad no puede suplir a la calidad.

Dos son acaso las actitudes más notorias: por un lado la soberbia y por el otro las ganas de trascender de manera rápida. Muchos escritores se sienten hechos y tocados por la mano de un ser superior, no oyen consejos de mentores, de hecho, a veces niegan a sus maestros, los desconocen o anuncian a los cuatro vientos que su hechura es cosa propia, lo cual tristemente se refleja en sus textos, sin guía, sin ideas, sin rigor.

Asombra ver la falta de autocrítica, pues todas las fuerzas se hallan enfocadas hacia otro rumbo: apurados y ansiosos, se afanan en coloquios, charlas, presentaciones, cenas, desayunos, comidas, reuniones y la vida social en general, muy lejos de la reflexión personal. Cuidan y pulen más las relaciones públicas que sus escritos, por lo común olfateando algún patrocinio, que se traduce en becas o comisiones en el gobierno local o federal.

Codician la luz de los reflectores, ver sus nombres en todas las revistas conocidas o no. Armando González Torres, autor de Teoría de la afrenta, hace un par de señalamientos en su texto “De inhibiciones”, (revista Crítica, junio-julio 2008): “La inhibición no es una actitud grata en un mercado cultural donde lo importante para el autor no es sólo la calidad de lo que escribe sino su productividad, aptitud capaz de traducirse en presencia constante en las listas de novedades, medios de comunicación y familiaridad con los lectores”.

Aquí surge el segundo punto, las ganas de trascender de manera inmediata pero con pocos argumentos. Hay casos donde con una sola obra publicada pero, eso sí, con una cantidad de inéditos sorprendente (aprovechando las nuevas tecnologías como blogger, hi5, facebook y wikipedia) pretenden reclamar la atención y el reconocimiento del gremio entero. En “Un montón de lápices chatos” (El Ángel, 22 de junio) Rafael Lemus afirma: “Basta asomarse a la mesa de novedades de cualquier librería para descubrir, entre bostezos, una nutrida pila de basura y excremento”. Tiene razón, falta de cuidado en obras, pobreza en el lenguaje, carencia de recursos estilísticos, incluso problemas con las tramas y los esquemas conceptuales son sólo algunas de las características que pueden destacarse.

Con un libro en el currículo cualquiera piensa que ya tiene lo necesario para cosechar honores. Existe un exceso de premios literarios en nuestro país, donde es posible participar en varios al mismo tiempo, con conocidos o amigos en el jurado que van a facilitar la lectura final. Con poca obra y menos trabajo, reclaman títulos nobiliarios, se dan el lujo de preparar antologías, selecciones de lo mejor, lo más representativo, obviamente lo hecho por ellos y sus cuates o lo poco que conocen, ya que todo lo demás es silencio, simplemente no existe. Uno de los casos más recientes es Grandes hits, vol. 1. Nueva generación de narradores mexicanos (Almadía, 2008), donde el compilador, Tryno Maldonado, eligió a quienes a su insondable parecer son representantes de un espacio temporal en las letras mexicanas.

El resultado está a la vista, más allá de quienes aparecen o no en la obra (algunos autores consolidados y de los que se esperaría mejores resultados), es inevitable distinguir al amigo, la ex novia, el actual jefe, entre otros, en un conjunto del que se habla más a su alrededor que por su contenido. Es un fenómeno que repercute de manera constante, autores quienes hablan más de ellos y su obra que su obra de sí mismos, lo cual es ya un tropiezo. Bien dice Geney Beltrán en “No narrarás” (Nexos, julio 2008): “En este escenario, numerosos escritores se decantan por la redacción de libros sin consistencia artística, novelas ligeras que se leen como quien toma un vaso de agua y nada pasa”. Carencia de contenidos que tiene explicación en muchas vertientes, pero es un fenómeno que se repite, por desgracia; también Lemus lo señala: “De pronto, ante la mayoría de los libros, meras mercancías, no es ya necesaria aquella lectura lenta y concentrada a que nos obligaban las obras modernas. Apenas si es necesaria, de hecho, la lectura: una rápida hojeada es muchas veces suficiente”.

Se trata de una constante en las nuevas generaciones de escritores mexicanos, el poco espacio para la autocrítica, con nulo análisis sobre los tiempos modernos, con una pérdida de piso al ser ganadores de un premio no importa cómo se llame. Si se sigue por este camino el único horizonte que es posible avizorar es una literatura, como bien apunta Alfonso Reyes en El Deslinde, únicamente en el sentido técnico de la palabra.

Texto aparecido en la Revista Replicante.

miércoles, 10 de diciembre de 2008

Ciencias exactas

Primer verso del poema Ciencias exactas

I

Si la química no falla
el primer encuentro
dará pie a la segunda cita.

Si la biología no falla,
compartiremos las ansias.
Si la física no falla,
el volumen de nuestros cuerpos
evitará escurrir de la cama.

Y si, con suerte,
la geografía no falla,
viviremos cerca, tal vez juntos,
quizá, incluso,
en la misma casa.

jueves, 4 de diciembre de 2008

300 de Campus

Hoy jueves 4 de diciembre llega a su número 300 el suplemento universitario CAMPUS de Milenio DIario del cual me siento parte. Para celebrarlo su directo el Doctor Jorge Medina Viedas entrevistó al exrector de la UNAM Juan Ramón de la Fuente, he aquí el inicio de esta interesante charla:


En el último año del siglo XX y durante los primeros siete años de éste, la figura del político universitario Juan Ramón de la Fuente descolló en el escenario político nacional. Como rector de la Universidad Nacional Autónoma de México, la liberó de una de las más terribles crisis de su historia, la recuperó de la postración y el desaliento, hasta lograr que fuera reconocida como una de las grandes universidades del mundo.

Su labor consistió en reconstruir con paciencia, habilidad e inteligencia la vida interna de una comunidad académica y estudiantil gigantesca, en convencer a los universitarios de que la UNAM era mucho más grande que sus problemas, y que las razones para mostrarse orgulloso de ésta, eran ellos mismos con sus tangibles activos académicos y científicos.

El rector De la Fuente silenció a los enemigos de la Universidad Nacional. Les quitó subterfugios para postrarla en la nota roja de los medios y desplegó los argumentos que obligaron a que se le rindieran los honores de una casa de estudios de excelencia. La UNAM recuperó su sitio de la Universidad por antonomasia de la nación mexicana. El nombre de la Universidad Nacional fue llevado al Muro de Honor del Congreso mexicano.

En todo ello, el ex rector y actual presidente de la Asociación Mundial de Universidades mostró arrojo, fuerza verbal, buen sentido de la oportunidad política, talento, y puso por delante su sólida formación académica e intelectual. Juan Ramón de la Fuente se forjó la imagen de una personalidad firme y honesta, merecedor del reconocimiento público. Su gestión al frente de la UNAM terminó con más aplausos que reproches.

Hoy, sin duda, es una de las figuras mexicanas con mayor prestigio en el panorama internacional.

Pero como todo hombre de éxito, en el trayecto a su conquista, provocó reacciones encontradas, despertó celos, animadversiones y, por supuesto, críticas de las que Campus dio cuenta. Varias de aquellas críticas y de las polémicas que provocó, quedaron pendientes de dirimirse.

Esta entrevista con Campus es un intento de recuperación apretada, no sólo de las diferencias que pudo provocar su gestión, sino de la propia visión del ex rector sobre aquellos y otros momentos de la vida universitaria. No se pasan por alto otros aspectos de la vida política nacional.

Lo que sí le puedo decir es que se verá enseguida al ex rector De la Fuente en un ejercicio intelectual riguroso y por momentos exultante.

Medió para el encuentro un amigo común. Dos para ser exactos. La conversación se produjo en dos tiempos. En ambas prevaleció el respeto y la cordialidad. Pero juego dialéctico, hubo. Por momentos se tensó y aún queda el recuerdo de un vaso de agua derramada, cuando con acritud el ex rector le ripostó al entrevistador que había que confirmar "los dichos con los hechos". "¿Tienes algunas dudas? ¿Te quedan algunas dudas?". Y el agua sobre la mesa del restaurante de un hotel de Monterrey fue la respuesta entre la hilaridad de ambos por la pequeña boutade.

Mientras se producía la conversación en el sobrio y clásico hotel regio, a unos metros, en un terno del hall lo esperaban el ex presidente de Colombia, César Gaviria, y el ex secretario de Educación, Reyes Tamez Guerra. Se convino una segunda contienda. Ésta tuvo lugar en la casa de sus padres. Una bella casa en San Ángel. Corresponde a la segunda parte de la entrevista.

Con pequeños ajustes de edición, la versión que aquí damos a conocer es fiel a las conversaciones, las cuales sólo puedo calificar de intensas y aleccionadoras. Por demás está decir que exhibieron a un ex rector en plena condición física e intelectual, entrenado y preparado para dar respuesta a nuevos desafíos, mismos que él mismo dice estar dispuesto a enfrentar.

El texto íntegro lo puede ubicar pinchando aquí.

Sirvan estas líneas pues también para felicitar a todo el equipo.

domingo, 30 de noviembre de 2008

Travesía


¿Qué es una aventura?, si no el reflejo de un sueño propiedad de otra persona en algún momento ya distante. O tal vez el anhelo de alcanzar lo desconocido. Las aventuras de amor son diferentes, llevan el toque de atracción, seducción y culminación. Las que se desarrollan en el mar son nostálgicas desde antes de tocar las olas y se vuelven fotografías en la mente, incluso cuando se dice que pierde uno la memoria se pueden escapar nombres, direcciones, números telefónicos, mas no así esos retratos.

Quizá por esa razón a Mauricio Carrera (Ciudad de México, 1959) le surgió la necesidad de plasmar en literatura la fotografía que llevaba incrustada en sus ojos desde hace años. Una expedición de 3 mil 500 kilómetros en lanchas con motor de difícil manejo. Países que aparecen en el mapa pero pocos se han atrevido a explorar, y menos aun con una preparación tan básica, por decir algo elegante, como la que tuvieron Carrera y sus compañeros de tripulación.

Comandados por el capitán Jacques Desjardins, fueron muchos quienes llenaron la solicitud pero pocos los elegidos. El proceso de selección fue tomando en cuenta un poco la experiencia, otro tanto los perfiles y un porcentaje mayor el azar. Pero siempre es así cuando se trata de aventuras, el destino no pone numeración en las puertas que hay que abrir, ni tampoco el nombre de las embarcaciones que atravesarán el oleaje.

El peligro en tierra y en el océano es similar, las ciudades encarnan peligro, una tormenta combinada con una decisión mal tomada en el mar, en una embarcación de pequeñas dimensiones a gran velocidad, puede ser el adiós con los compañeros de fuga; las dimensiones cobran valor diferente con el paso del cansancio, con la comida que ya no sabe sino sólo ocupa lugar en el estómago, con la enfermedad que se contagia a la menor provocación, con las ganas de regresar, de escapar, pero también de seguir, pues la ventura impone, sugiera, atrae.

Se dice que al pueblo que fueres has lo que vieres, y justo eso el también autor de El club de los millonarios, Saludos de Darth Vader y Tormenta, entre otros títulos, encarnó en su paso por Venezuela, Colombia, Panamá, Aruba, Curazao y sus diminutos poblados, tan llenos de historias, de cultura propia, de enseñanza, igual de grande que la distancia que los tiene sumidos en esa lejanía que no reconoce el paso de la modernidad, que le estorba al desarrollo, pero que sin duda alimenta el arcoiris terrenal.

El humor es un cómplice en las líneas de Travesía, y es que toda aventura debe contar con tintes de humor. Desde la invitación con un par de güeras de muy buen ver que acaban teniendo relaciones entre ellas dejando sólo como vouyeur al protagonista, hasta las burlas por las cosas cotidianas, debido muchas de ellas al desconocimiento del contexto, pues que incursione un citadino en el mar centroamericano no es cosa de todos los días, no hay libros que ayuden a manejar con destreza la diferencia de tiburones y su peligrosidad, la penetración de la humedad, la condimentación de un alimento recién preparado, la temperatura bajo el sol que puedes resistir a cierta hora, aunque no así a los mosquitos kamikazes.

Estas crónicas marineras, que merecieron el Premio Nacional de Testimonio Chihuahua en 2006, son una muestra de la voz de un joven que fue, pero también es cierto que ya está trabajada por un experimentado escritor que se ha sabido mover entre el ensayo, el cuento, la novela y el periodismo, y es que estas crónicas están llenas de todos ellos, quizá más del periodista, ese que husmea y palpa, da noticia y en este caso, también hace noticia.

Mauricio Carrera ha obtenido una cantidad considerable de premios e incluso ha gozado o goza de la beca que brinda el Sistema Nacional de Creadores, además tuvo momentos de fama al ser el escribano de Anel, al publicar su libro Volcán apagado. Mi vida con el Príncipe de la canción, y las telenovelas tampoco le son ajenas. Toda esa mezcla rara es en buena medida el reflejo del trabajo y la disciplina, porque si bien pareciera que sus libros (y sus muchas colaboraciones en suplementos y revistas) aparecen de manera poco separada, en cada uno de ellos hay voluntad y voz propia, independencia de acuerdo a géneros e intereses, respiración necesaria que es buena consejera.

En el caso de Travesía, crónica y periodismo se dan cita, y es que se sabe que no puede separarse, y para bien, la vena literaria de un narrador que comparte, que sirve en el vaso de la literatura una bebida con varios elementos que al final resulta de buena factura, fresca pese al calor de las costas centroamericanas, y fácil de digerir por la buena dosis de complicidad con que fue enmarcada. Es cierto aquello de que el viaje nunca termina y cada página de esta obra es un nuevo episodio que lo confirma.

Mauricio Carrera, Travesía. Crónicas marineras, Ficticia Editorial, México, 2008; 187pp.

Texto aparecido en la revista Siempre de esta semana.

jueves, 27 de noviembre de 2008

Ética y política universitaria

De las bondades que trajo consigo el siglo XXI está la inmediatez. De allí el bombardeo diario de imágenes, sonidos y noticias. También que el teléfono celular nos haya robado los fines de semana, que las crisis financiera y económica, tanto mediática como real, tenga espantados a más de uno, y a más de dos amarrados a su silla junto al escritorio. Sin olvidarnos de los procesos electorales tanto fuera como dentro de nuestro país, lo cual anuncia que ya ha terminado el turno de los unos para que ingresen los otros, no importando el nombre o el color.

Pero en este clima debe haber espacios todavía para la ética o, al menos, los resquicios para encontrarla, sobre todo en la academia, en las instituciones de educación. “La ética es una especie de tecnología, pues todos los fines están dados”, dice Isaiah Berlin en el capítulo dedicado a Helvétius en el volumen La traición de la libertad. Como esa, muchas definiciones del concepto hemos escuchado a lo largo de nuestra formación.

Para intentar una nueva propuesta sobre el tema, el profesor de la Universidad Autónoma de Coahuila, José María González Lara, publicó el libro Ética y política universitaria, que son, como lo dice en el subtítulo, comentarios en torno al quehacer político en la universidad pública.

En el prólogo deja ver lo que será una constante de ideas por venir, pues tiene claro que el compromiso universitario “es la permanente transformación de la sociedad hacia niveles de organización cada vez más justos, equitativos y democráticos”. Pero no sólo para dejarlo en papel, el espíritu de la propuesta es llevar a cabo acciones concretas en beneficio de los integrantes de ese mundo que se expande para bien.

Cómo darle buen uso a la ética en los tiempos actuales con los videojuegos robando identidades, cómo no dejarse llevar por la vorágine de la tecnología cuando pasamos tanto tiempo enfrente de la computadora. Cómo hacer entender que “la universidad no debe albergar sólo la tecnología, sino los orígenes científicos del desarrollo tecnológico”. Debe venir de cada quien y, por supuesto, del conjunto. No regresar, sino de nueva cuenta volver a los valores que le dan sustento al comportamiento y a la creación, al desarrollo.
Gonzáles Lara cree que desde la misma docencia y la investigación hasta su aplicación técnica, la raíz de la ciencia debe surgir del humanismo, sin embargo, acota sus características, pues no puede ser un humanismo que celebre la individualidad, sino uno “que potencie el desarrollo del individuo y logre progresos que lleguen a toda la sociedad”.

Evitar abusos de las autoridades
Las prisas pueden generar confusiones pero sí se deja claro que “autonomía no es impunidad y autogobierno sin transparencia”, se pueden tender las bases. No es crítica sin ton ni son, ni tampoco carta de buenos deseos, es simplemente un recordatorio de que la ética debe respirarse y ayudar en momentos como los actuales, donde las preocupaciones se atraviesan en cualquier esquina, donde el buen humor acorta su margen de acción y donde cada quien carga con una piedra de incertidumbre.

De allí buena parte de la importancia cuando se trata con alumnos, cuando se está frente a grupo. Esto lo comparte muy bien el académico, y lo deja por escrito de la siguiente forma: “Si se introduce a los estudiantes a un esquema articulado de intereses únicamente personales, se pueden generar vicios que son resultado del egoísmo, afectando la formación integral de los educandos”.

Además, la teoría no puede ni debe estar alejada de la práctica. Pero qué pasa cuando el estudiante se enfrenta a la realidad y cuando su capacidad técnica (por llamarla de alguna forma) no va ligada a una madurez intelectual. El catedrático ve un resultado en los egresados poco halagüeño, pues adquieren “frustraciones y descontento respecto de los estudios superiores que realizaron en su vida universitaria”.

Porque la universidad, por su esencia misma, no está para generar problemas, sino al contrario, proponer soluciones guiada por un camino que lleve a la ética en los primeros lugares. “De la universidad deben surgir las respuestas a la problemática social, con la aplicación de la ciencia y las disciplinas para ese fin”. González Lara va más allá: “La moral es relativa a la persona y sus circunstancias, pero la ética es universal”.

La conclusión de cada quien deberá ser esperanzadora de acuerdo con cada pensamiento propio. Las propuestas de cada institución en sus particularidades deberán unirse para logran un empuje conjunto en el que la vida académica penetre más en los lazos comunicantes con la sociedad. Los productos que de ella emanen deberán ser, pues, en beneficio común, de eso no hay duda, allí no está el debate.

La propuesta debería ser, en este momento de crispación (con sucesos lamentables por varios costados, con la palabra crisis siendo una constante en el cotidiano, con jóvenes en medio de conflictos que marcarán su futuro), de suma importancia, y siempre girando en torno al papel ético de la universidad y sus distintas formas para volverse una bocanada de oxígeno que refresque a todos. Como dijo Emmanuel Kant, con respecto de la ética: “Obra de tal modo, que la máxima de tu voluntad pueda valer en todo tiempo como principio de legislación universal”.

Texto aparecido en Campus Milenio el día de hoy jueves 27 de noviembre.

martes, 25 de noviembre de 2008

El Auditorio Nacional de Fuentes

Anoche en el Auditorio Nacional tuvo lugar un evento más dentro del festejo del ochenta aniversario del gran escritor Carlos Fuentes. El músico Carlos Prieto abrió la velada con su magia al entonar tres piezas musicales. Luego vino lo más desagradable de la velada: una especie de diálogo entre los escritores Jorge Volpi y Pedro Ángel Palau, quienes conminaron a los asistentes a que fueran Ixca Cienfuegos, Laura Díaz, Artemio Cruz, con una segunda persona del plural que los hacía escapar de esa sugerencia, pues cómo iba a ser que integrantes de un movimiento cada vez más endeble como el “crack” se iba a integrar a un “fueramos” personajes de Fuentes, personajes del boom. Sumado a su pirotecnia verbal sin profundidad como aquella “victoria invicta” o escribir México con K.

Por su parte, luego de esa desafortunada introducción, Carlos Fuentes (quien se veía cansado e incluso tosió un par de veces, tal vez motivado por el excesivo aire acondicionado del recinto) habló de cómo escribió algunos de los sus libros, y lo hizo de manera notable, ágil, entretenido, divertido, leyendo fragmentos de Aura, Terra Nostra y La voluntad y la fortuna.

El gran escritor llenó la parte baja y lateral del coloso de Reforma, hizo gala de su poder de seducción al leer en voz alta (con entonaciones, cambios de ritmo, pausas adecuadas), enamoró con sus letras, con su manera de explicar las cosas, conferenciante de lucidez inmediata, Carlos Fuentes nos regaló un agradable momento que pocos, muy pocos, pueden presumir.

viernes, 21 de noviembre de 2008

La noche navegable: temor y temblor

El Cultural es el suplemento cultural que aparece los jueves en el diario El Mundo de España, es todo un referente, de lo más completo que se enfrenta semana a semana a Babelia y a ABCD (sin olvidar al suplemento del diario catalán La Vanguardia), los otros estandartes en suplementos culturales en habla española del viejo continente. En el número de esta semana aparece el escritor mexicano Juan Villoro con este texto que vale la pena compartirlo y al leerlo sabrán por qué.

Escribí los cuentos de La noche navegable de los diecisiete a los veintidós años, sin plena conciencia de que estaba armando un libro. El hilo conductor eran los ritos de paso de la juventud. En una carta a un amigo, escribió el poeta Carlos Pellicer: “Tengo veintitrés años y creo que el mundo tiene mi misma edad”. En cierta forma, mi libro participaba de esta idea, un descubrimiento de las cosas como si tuvieran mi misma edad.

Augusto Monterroso, que era mi maestro de taller, leyó el manuscrito y lo llevó a la editorial Joaquín Mortiz, fundada por Joaquín Díez Canedo, republicano español que creó la mejor colección de literatura mexicana. Debutar ahí era como hacerlo en el Barcelona o el Real Madrid. Por ello, los tiempos de espera eran terribles. El libro que más se tardó en ser publicado hizo ocho años de antesala y llevaba un título que se volvió irónico: Los días de la paciencia, de Óscar Collazos.

Monterroso llevó mi manuscrito en 1976. Don Joaquín lo aceptó entre carraspeos no muy entusiastas y bocanadas de humo de pipa. Publicó el libro en 1980, un plazo que casi parecía exprés. Durante esos cuatro años, yo solía ir a la editorial a sustituir mi texto por otro un poco cambiado. Quien aguarda su primera publicación no puede pasar a otra cosa. Sólo cuando La noche navegable saliera a la calle podría ser autor de otro texto. Era como tener un caballo de carreras que ya estaba en el hipódromo y comía ahí su pienso, pero no salía de la caballeriza.

Quiso la casualidad que un libro anterior al mío, Los periodistas, de Vicente Leñero, se convirtiera en best-seller. Díez Canedo odiaba vender; lo que le gustaba era publicar títulos distintos. En estos tiempos de mercado cuesta trabajo imaginar editores rabiosamente culturales. Tal era el sino de Don Joaquín. No soportaba que su catálogo dependiera del gusto popular. Sin embargo, tampoco podía impedir que un libro tuviera éxito, por más que eso le desesperara. En una de mis visitas a la editorial, me llevó a la bodega y señaló unos inmensos rollos de papel: “¡Todo eso va a dar a Los periodistas!”, dijo con pesadumbre, como si el triunfo de un libro fuera el fracaso de todos los demás.

Finalmente, el 24 de octubre de 1980 la Ciudad de México se cimbró con un terremoto y Díez Canedo me habló por teléfono para decir: “a consecuencia del temblor, salió su libro”.

En aquel tiempo anterior a los agentes literarios y los megaconsorcios, los editores compartían la suerte de sus autores y cada título formaba parte de su autobiografía. No había planes de mercado ni anticipos, y el contrato –si acaso aparecía– se manchaba con el vino del almuerzo. Díez Canedo fue de una desafiante sinceridad conmigo. Para celebrar la aparición de mi libro, me invitó a un restaurante español donde el menú incluía cuatro o cinco platos. Al final, pidió la caja de puros. Envalentonado por la comida, le pregunté si me pagaría algo. En ese momento un vendedor de billetes de lotería entró al salón. Díez Canedo lo llamó y le compró uno. Me lo tendió con un gesto hosco: “Si usted busca dinero, con esto tiene más oportunidades de ganar que con lo que escribe”. Tomé el billete que, por supuesto, no estaba premiado.

Hubo una presentación en Bellas Artes a la que no llegué. El miedo o el deseo de sabotaje, me hicieron ir dos horas antes a un barrio en una colina del sur de la ciudad. Emprendí desde ahí la ruta de penitencia rumbo a mi presentación. Dos horas después seguía en el tráfico. La noche navegable contó con el favor de la crítica, pero ningún comentario fue para mí tan decisivo como el de mi inolvidable primer editor: “a consecuencia del temblor, salió su libro”.

jueves, 20 de noviembre de 2008

Entre las ruinas

El Anuario de poesía mexicana 2007 que publica el Fondo de Cultura Económica es una especie de rastreo de publicaciones que dedican espacio a la poesía. En esas páginas se convocan poetas de diversos perfiles. Una de las más reconocidas es Coral Bracho, de quien transcribo y comparto este poema que viene en esta edición preparada por Julián Herbert, y que originalmente apareció en la sección cultural de Este País.

Entre las ruinas

Este hotel es una antigua escuela,
uno lo siente a pesar del tiempo.
A pesar de los mundos derruidos,
de los espacios rotos. Los que viven aquí
parecen estar de paso. Unas horas
al día. Algunos meses.
Seguramente
tienen sus propios cuartos,
pero dan la impresión de estar siempre cambiando.
Hace tiempo que busco entre estas ruinas mi habitación.
No sabría decir desde cuándo, pero ahora
he salido a lo que debió ser un jardín
o algún patio trasero.
Desde aquí todos los espacios están invertidos.
Tal vez reconozca la fisonomía de mi cuarto
por su revés. O tal vez reconozca de él
algún sonido.

miércoles, 19 de noviembre de 2008

Instantáneas del ebrio

Armando González Torres acaba de publicar Teoría de la afrenta en la colección Práctica Mortal del Conaculta. Poeta y ensayista, el autor de ¡Que se mueran los intelectales! viene en esta nueva obra con una voz original que llama la atención, compoarto por el momento este texto que se titula Instantáneas del ebrio

"En ese rostro se adivina una euforia pasajera, un gusto por las sensaciones etéreas, un extravío, un sueño ininteligible mas siniestro, la mueca de una estirpe sin gloria, el cansancio de tantas noches sin sosiego, un gesto implorante por todos los exabruptos cometidos en esas horas sin rienda, al mismo tiempo un extraño dejo de altivez en los ojos enrojecidos, ojeras a punto de estallar sobre las mejillas hinchadas —un signo de salud, por otro de enfermedad— se diría que los labios de un rojo cólera van a empuñar una palabra, que van a expulsar una frase homicida que, por fin, redima todo su silencio, pero sólo se entreabren para dejar una merecida, imprescindible bocana de aire.”

La reseña verá la luz muy pronto.

viernes, 14 de noviembre de 2008

Tres discursos


El subrayado en los libros de Carlos Fuentes es un acto imprescindible. Las frases contundentes son el infaltable elemento de disfrute para el lector que atesora sus palabras. Premiado y leído (otro premio, quizá mejor) sobre todo como narrador, el Fuentes ensayista también ofrece un perfil alto en el análisis de la realidad.

Uno de esos libros pequeños, extraviado, que no esconden la paternidad, es el titulado Tres discursos para dos aldeas, perteneciente a la Colección Popular en su número 489 del FCE, y son, como bien lo dice el nombre, tres discursos que Carlos Fuentes leyó al recibir el Premio Cervantes en 1987; en París a expensas de la UNESCO, y en Ciudad Universitaria de México, DF, en un Coloquio de Invierno.

El primero de ellos, Mi patria es el idioma español, es un agradecimiento sincero y un homenaje al primer idioma que le ayudó a comunicarse. Un canto también al orgullo: “Mi pasaporte mexicano —el de ciudadano de México— he debido ganarlo, no con el pesimismo del silencio sino con el optimismo de la crítica. No he tenido más armas para hacerlo que las del escritor: la imaginación y el lenguaje”.

En esas líneas el autor de Aura habla de sus querencias, de los objetos y sentimientos que hallan acomodo en su mente y sentimientos tanto en México como en España. Al país del águila devorando la serpiente lo califica como herencia y por ello la indeferencia queda descartada. La historia no está allí para admirarla simplemente sino para entender los motivos por los cuales estamos en una situación como la actual. Por eso comparte la idea de que la lengua de la conquista fue también la de la contraconquista, y todavía va más lejos: “sin la lengua de la colonia no existiría la lengua de la independencia”.

Pero no se queda allí, sino que conmina de manera directa para que el lenguaje utilizado en varios ámbitos suba su nivel, sea un canal de comunicación y entendimiento y no de discordia e insultos, él lo afirma así: “Nuestra imaginación política, moral, económica, tiene que estar a la altura de nuestra imaginación verbal”. De allí su admiración por Cervantes, de allí su inclinación por lo escrito, de allí también que lea cada día, que ubique acomodo para la lectura en su apretada agenda.

El segundo discurso Los próximos quinientos años comienzan hoy, fue leído en la sede de la UNESCO en la capital de Francia, como parte de los festejos por el descubrimiento del nuevo mundo (1492-1992). En él, sus líneas tuvieron un mayor acercamiento a la cultura y su vida alrededor. Como ejemplo baste una de sus definiciones: “La cultura es la manera que cada cual tiene de dar respuesta a los desafíos de la existencia”. O este otro apunte: “Sólo la cultura, que es amor y amistad, creación y crítica, eros y tánatos, asegura la continuidad de la vida a pesar de la inevitabilidad de la muerte”.

Ensaya con gran sigilo por las partes que nos exploraron hace tiempo y que en buena medida nos siguen explorando, pero ahora con un conocimiento mayor, aunque también con los problemas que trajo consigo el desarrollo: “Somos lo que somos porque juntos hicimos la cultura que nos une: india, europea, africana y sobre todo, mestiza. Una cultura que predice la naturaleza y los problemas del mundo en el siglo XXI”. Los problemas que ahora ya en el nuevo siglo continúa analizando.

El último discurso de este pequeño ejemplar es Después de la guerra fría: los problemas del nuevo orden mundial, pronunciado en el auditorio Alfonso Caso en CU de México DF, en 1992; y como su nombre lo indica versa sobre los acontecimientos que conlleva un reacomodo geopolítico, cultural, económico, que través de las guerras, a veces con armamento de grueso calibre, cobran facturas de dimensiones inimaginadas, sacrificando vidas, y castigando el desarrollo, cortando de raíz con la certidumbre del mañana.

El reto es claro para Fuente desde ese entonces: “el verdadero desafío es el de una sociedad interna sana. Y es un desafío que coloca el tema social en el centro de la relación de un país consigo mismo”. A la vuelta de los días podemos ver cuanta razón tenía y el poco caso que le han hecho a sus palabras. Allí los resultados, allí la acusación.

Y es que como señala el también autor de Terra nostra: “El problema no es más Estado o menos Estado, sino mejor Estado. Y el mercado no es fin en sí mismo, sino medio para obtener mejores metas sociales”. Sin embargo, pareciera que en la época actual estas ideas van separadas, cada una por su cuenta, cada cual con su cada quien.

Tomas Eloy Martínez en el prólogo a este volumen afirma sobre Carlos Fuentes que “Cada uno en sus libros es un acto de fe en el hombre, una deslumbradora piedra en la interminable edificación del mundo”. Y con visiones como la siguiente del autor de La voluntad y la fortuna queda claro el por qué: “Mientras más y mejor entendamos y aceptemos nuestra pluralidad racial y cultural india, negra, europea, ibérica, mediterránea, celta, griega, romana, árabe, judía, mestiza en todos los órdenes, mejor preparados estaremos para dirigirnos a las dos aldeas que habitamos: la global donde vivirán nuestros hijos y la local donde murieron nuestros padres”.

Sumado a lo anterior queda la constancia del agradecimiento y reconocimiento de Carlos Fuentes pues cada discurso está dedicado a una personalidad que ha querido celebrar de alguna manera (Javier Solana, Federico Mayor y Bernardo Sepúlveda), demostrando así humildad y reconocimiento. De tal suerte que Tres discursos para dos aldeas sea un ejemplar de esos extraviados en las gigantescas columnas de sabiduría de una librería o biblioteca, pero que de hallarlo se disfrutará porque el análisis inteligente y la sabiduría por compartirlo de Carlos Fuentes está en todas sus aportaciones, no sólo en la narrativa.

Carlos Fuentes. Tres discursos para dos aldeas, Fondo de Cultura Económica Colección Popular 489), México, 1993, pp. 97.

Texto aparecido en La Gaceta del Fondo de Cultura Económica de noviembre de 2008.

jueves, 13 de noviembre de 2008

La maleta de mi padre III


La tercera y última parte del libro de Orhan Pamuk La maleta de mi padre se titula "En Kars y en Frankfurt", y a continuación transcribo los subrayados que hice, en los cuales podemos entrever cuestiones que van de la política a la novela, de la ficción a la realidad, del sentimiento del ser humano a su misma soledad y su infelicidad. Este libro del Premio Nobel 2006 contempla lo que de suyo es el devenir del lector: un acto de reflexión conjunto que nace de la individualidad y permea en un colectivo que a veces se resiste a ser penetrado.

“Al contrario de lo que se cree, para un novelista la política no consiste en consagrarse a partidos o grupos. Para un novelista, la política es algo que se origina en al imaginación, en la capacidad que tiene el autor de una novela de ponerse en el lugar de otro”.

“Leer novelas significa enfrentarnos a la imaginación del autor y a una realidad a la que pertenecemos y en la que hurgamos con curiosidad”.

“La mayor parte de las veces, la razón de nuestra felicidad o nuestra infelicidad es, más que la vida que llevamos, el significado que le damos”.

miércoles, 12 de noviembre de 2008

La maleta de mi padre II

La seguda sección de este libro firmado por Orhan Pamuk se llama El autor implícito, y en él encontramos líneas como las que ahora comparto:

“Según me voy haciendo mayor, veo que los mejores libros los han escrito autores muertos”

“La vida es dura cuando no se escribe. Es dura porque no se ah podido escribir. Y también lo es cuando se escribe porque escribir es muy difícil”.

“Las novelas son nuevos mundos en los que nos introducimos felices si las leemos, y más su las escribimos: están hechas de manera que pueden transportar con facilidad todos los sueños que los novelistas quieran forjarse”.

“La escritura es la capacidad de hacer que el lector diga: «Yo también iba a decir eso pero no he sido capaz de ser tan niño»”.

“No es tan difícil imaginar un libro. Lo hago a menudo, como imaginar que soy otro. Lo difícil es ser el autor que implica tu libro”.

martes, 11 de noviembre de 2008

La Reina del Pacífico

Cada libro del periodista Julio Scherer García (Ciudad de México, 1926) lleva su sello, su toque, el grado de distinción e identificación tan propio de su especie. El periodismo luce, sale para convertirse en el primer flanco que toque el brillo lector. Como en otras ocasiones, analiza al sujeto que será ahora el blanco de sus preguntas

Ahora le tocó a Sandra Ávila Beltrán el papel de la interrogada. Y lo toma si no de buen agrado al menos sí como una escapatoria de la rutina gris y tediosa de la prisión. En las palabras de la habitante de Santa Marta Acatitla se notan varios sentimientos encontrados, las añoranzas de lo que fue.

Tarda poco para entrar en confianza, sin moverse mucho de su papel, sin caer en incoherencias, pues sabe que toda declaración ante el periodista es una nota en potencia. Las respuestas monosilábicas al inicio, con aderezo al final, ayudan a que la lectura tome su velocidad natural promedio.

En la plática los recuerdos van saliendo a la luz como se bebe agua por necesidad. El exdirector de Proceso en sus reiteradas visitas al penal le ha llevado material de lectura, algunos libros de su autoría como Cárceles o Máxima seguridad, donde Ávila Beltrán ubica el nombre de algunos conocidos.

Las frases dignas de epitafio aparecen a discreción: “Los muertos se suceden a los muertos, los secuestros a los secuestros y así seguirá siendo. Si cae un oficial, de inmediato es sustituido y si muere o es preso un capo, al rato aparece el sucesor”. Sobre todo en un mundo donde como dice la famosa presa, las traiciones son más que las lealtades.

Lo cierto es que la lectura hace que cobre sentido esa frase de que la realidad supera la ficción: las fiestas suceden en lugares recónditos sólo accesibles mediante helicópteros, los asesinatos a sangre fría dejan un cadáver a los pies de una dama. En esos espacios “el odio en el narco, no indaga. Siempre tiene prisa”, dice una de sus protagonistas.

Por momentos la mujer parece no soportar su peso, las lágrimas no dichas del todo simulan caer, habla de su hijo y el dolor de recomendarle que no la visite, de su madre, ese apoyo siempre significativo en su vida, de su esposo, fallecido, de sus amores posteriores, detenidos, perseguidos, con una vida que tiene que ser en zigzag para poder llegar a un lugar del cual nuevamente habrá que salir.

Ella siente que el gobierno del presidente Felipe Calderón la ha tomado como una imagen de la lucha contra el narco. Se siente usada, las pruebas que han construido en su contra no son sólidas, la fragilidad de las acusaciones hace que se mantenga en pie, pues sabe pronto estará la salida, aunque “los medios de comunicación te difaman y la opinión pública te condena”.

La Reina del Pacífico es para Sandra Ávila Beltrán un espacio, quizá lo mejor que ha tenido para exponer sus puntos de vista sobre su persecución y detención; y para Scherer García una nueva obra que constata de buena hechura sus dotes de periodista, ágil con las preguntas, puesto a escuchar siempre, construye de a poco un libro que de paso, comparte con los lectores muchos de los supuestos de los que ven de lejos un mundo que tiene cada vez menos de humano.

Julio Scherer García, La Reina del Pacífico: es la hora de contar. Ramdom House Mondadori, México, 2008, 174 pp.

Texto aparecido en la revista Siempre de esta semana.

jueves, 6 de noviembre de 2008

Fuentes: el amigo de todos nosotros

Por destino, generaciones recientes como la mía no vimos nacer la región más transparente del aire. Tengo indicios de ella por las páginas de un volumen que marcó época y fue el inicio (si bien hubo un libro anterior) de una obra fecunda que todavía no se ha analizado completamente.

Su autor, Carlos Fuentes, es integrante fundador de la generación del boom latinoamericano. Pero en sus letras se aborda sobre todo un reflejo del ser nacional, del ser mexicano. Su trayectoria literaria ha sido atendida por muchos lectores; desde su volumen inicial Los días enmascarados, aparecido en 1954, Fuentes ha ocupado los reflectores, pero fueron sus novelas La región más transparente (1959) y La muerte de Artemio Cruz (1962), las que lo catapultaron a la fama mundial.

Él, ciudadano del mundo, se sienta en las grandes mesas con políticos internacionales que comandan sus países, publica artículos en los diarios más influyentes, dicta conferencias magistrales y tiene códigos postales con los que nutre su pluma. Además, recibe reconocimientos en ambos lados del mundo, le dedican palabras elogiosas por su obra, tanto literaria como de vida.

Quizá donde ha sido más constante su perfil es en el de observador de los cambios radicales de una urbe que le pertenece por derecho: la Ciudad de México, quien deseé encontrarle coordenadas a la capital debe leer por obligación sus libros, ciclo que se cierra, como él mismo lo ha declarado, con la novela La voluntad y la fortuna de reciente aparición.

Integrante, como lo soy, de una generación reciente, no conozco en persona a Carlos Fuentes, no lo he visto en conferencias, nunca he estrechado su mano y, por ende, no he tenido ni siquiera la oportunidad de intentar ser su amigo. Vaya, ni siquiera tengo un libro firmado por él. Pero sí soy un lector constante de gran parte de su obra, y quizá por todo ello, por esta relación anómala para mí, pero natural entre un autor y su lector, la imagen admirativa que tengo de él me resulta incompleta.

Además estoy consciente de que ciertos protagonistas de sus obras han hablado por mucho mexicanos en estos años. Ya sea para atravesar los siglos mexicanos o instalados en el actual, cargando a cuestas elementos para profundizar su mediocridad o bien para levantar la cabeza con orgullo y talante.

Es complicado seguirle la pista a Carlos Fuentes, graduado en Derecho por la Universidad Nacional Autónoma de México y en el Instituto de Altos Estudios Internacionales de Ginebra, en Suiza, pues además de su prolífica obra narrativa, cuenta en su haber con artículos periodísticos (los recientes versaban sobre el proceso electoral en Estados Unidos, así como de su crisis económica), con discursos, guiones cinematográficos y piezas teatrales, de allí que su obra está en constante actualización, en movimiento siempre creativo. Las reediciones son una muestra más del pulso que mantiene.

¿Qué tiene el Carlos Fuentes escritor de La cabeza de la hidra, Terra nostra, Gringo viejo, que al leerlo causa sentido de pertenencia en este mundo? ¿Qué provoca Aura a aquellos que caminan las mismas calles y leen en el diario matutino el anuncio que sólo falta mencionar su nombre? ¿Qué sensaciones siguen luego de leer las páginas de En esto creo?

Cierto es que la vida social también le es conocida. Así como también ha estado en medio de un lío, baste recordar lo escrito por Enrique Krauze (La comedia mexicana de Carlos Fuentes, en Vuelta 139 de junio de 1988), que en parte acrecentara la distancia de Fuentes con Octavio Paz, aunque a la muerte del Premio Nobel de Literatura de 1990, Fuentes publicara textos de buen recuerdo para quien firmara Libertad bajo palabra.

La pluma de nuestro autor no descansa porque es de aquellos que le da sentido de dignidad a las palabras: trabajo, disciplina, responsabilidad. Incluso son mencionadas las dedicatorias en sus libros como un elemento más de su inteligencia, pese a que para algunas voces ha tenido rachas de no tan alto grado de calidad, sin embargo, la línea más débil de Carlos Fuentes conlleva valores en peligro de extinción no sólo en el ámbito literario.

De su vida privada casi no se habla, la desgracia ha hablado en su momento. De su importancia como figura pública es de lo que se trata, de entablar un debate al que pocos han decidido ingresar. El trazado en su obra corresponde sólo al tamaño de uno de los grandes.

Ahora, en su ochenta aniversario salen y saldrán a la luz artículos, reseñas, reportajes, declaraciones, de los que se dicen sus amigos. Brotarán las anécdotas, pero seguirán sin punto final. Este 11 de noviembre, en el aniversario de sus ochenta años de vida, con un reconocimiento que rebasa fronteras, tenemos que celebrar con él, porque somos parte de su literatura.

Sin conocerlo en persona o haberle estrechado su mano alguna vez, como ya lo dije, quiero decirle a Carlos Fuentes que todos los que como yo lo admiramos y apreciamos, nos consideramos sus amigos, y eso nos da derecho a desearle con toda sinceridad un feliz cumpleaños.

Texto aparecido en Campus hoy jueves.

miércoles, 5 de noviembre de 2008

La maleta de mi padre I

El Premio Nobel de Literatura 2006 Orhan Pamuk publicó luego de recibir el galardón el ejemplar La maleta de mi padre. Dividido en tres secciones, este pequeño libro resulta ser agradable al tacto y a la memoria. Es un viaje al interior y al pasado, donde se recrea y se piensa de nuevo sobre la faz de la tierra. Allí, enfrenta sus miedos y sus deseos.

Algunas de las citas de su primera parte quiero compartir, pues en ellas habla del trabajo, del desempeño de quienes escriben:

“Escribir es verter en palabras esa mirada hacia el interior, y estudiar con paciencia, obstinación y alegría un mundo nuevo según se va cruzando por el interior de uno mismo”.

“la literatura es la capacidad de hablar de nuestra propia historia como si fuera la de otros y de la de otros como si fuera la nuestra”.

“Escribir, leer, era como salir del primer mundo y encontrar consuelo en la otredad, las curiosidades y las maravillas del segundo”.

“Escribir es hablar de cosas que todo el mundo sabe pero que no sabe que sabe. Explorar este conocimiento, desarrollarlo y compartirlo, le proporciona al lector el placer de viajar maravillado por un mundo que conoce bien. Por supuesto, ese placer también nos lo proporciona la capacidad de expresar por escrito con todo su realismo las cosas que conocemos”.

martes, 4 de noviembre de 2008

Memo Mondragón q.e.p.d.

La escritora Ana María Matute afirmó “La palabra es el arma de los humanos para aproximarse unos a otros”. Lo recuerdo ahora porque este martes 4 de noviembre a medio día ha fallecido el Licenciado Guillermo Mondragón, excelente compañero de trabajo en mi etapa en la Dirección General de Bibliotecas donde fungió como Subdirector de Enlace Interinstitucional.

Muchos de los que tuvimos el gusto de conocerlo hoy nos sentimos tristes, en gran parte por el dolor y la pena que da el partir de una gran persona, siempre dadivoso, con un ánimo para ver la vida de forma original y diferente. Hombre con experiencia, sirvió a diversas dependencias federales, y ya estaba por retirarse, pero su empeño siempre loable hizo que siguiera en este camino ayudando a más gente y enseñándonos a muchos más.

Por cuestiones del ámbito laboral me ha tocado dar la mala noticia a mucha gente alrededor del país, y en todos he notado un verdadero pesar que comparto. Mi más sentido pésame a la familia, a su mujer Flor, y mi más grato recuerdo a Memo Mondragón que quien donde esté, siempre tendrá un segundo para escucharnos.

lunes, 3 de noviembre de 2008

Memorias eróticas de una mujer árabe

Nedjma es el nombre de una legendaria amazona de la poesía argelina, y tras la sombra de ella se esconde y hace frente la autora de La almendra, novela que narra la vida de una mujer que tiene múltiples facetas. Se llama Badra y desde el prólogo hace público que este relato lo alza, "como se levanta una copa, a la salud de las mujeres árabes, para quienes recuperar la palabra confiscada en relación con el cuerpo equivale a curar a medias a sus hombres".

Trazado con genuinos y bellos pasajes de erotismo, la historia cuenta las peripecias de Badra al escapar del yugo de su marido, en un matrimonio obligado, forzado de acuerdo a las tradiciones de la época y la región. Pero también es un grito de batalla por la liberación en el amplio sentido del término, incluso el sexual. No en balde se exponen también sus pasiones de lujuria desde temprana edad.

Dichas faenas de la protagonista hace ver que encontraba mayor felicidad cuando la caricia provenía de alguien del mismo sexo, como una prima a quien recuerda con fervor ya que "su dedo se convirtió en el visitante titular de mi intimidad". Pero la escapatoria seguía siendo el mayor triunfo, "haberme atrevido a coger el tren para huir de mi marido convertía todas las demás audacias en chiquilladas", confiesa en algún momento la protagonista.

La familia juega un papel importante en la trama, desde Alí el hermano mayor, pasando por los parientes cercanos y por supuesto la progenitora, a quien Badra en un momento dado la ubica como el blanco de su resentimiento porque a punto estuvo de blindarle el sexo, en sus pala bras, y porque la había obligado a casarse con Hmed, el esposo del que huyó para encontrar una nueva forma de explorar el mundo sexual, y empezar a descubrir y a compartir su vida íntima, sus deseos, sus sueños, su humedad con los demás.

Así, como toda continuación de una vida, Badra deja Imchouk, su tierra natal, para asentarse en Tánger, territorio marroquí, donde conoce los brazos de Driss, médico burgués bien parecido que la sedujo a pesar de la diferencia de edades, ya que pudo más el deseo sexual que nunca había sentido con su marido, por eso el tono de la narración también se altera, ahora es más jugoso y placentero hasta para el lector. Para muestra esta línea con la que Badra describe el paso de Driss por su cuerpo: "Me desnudó con gestos lentos y delicados, como se desprende una almendra verde de su tierna piel".

El tono confesional ("ante los pecados de una mujer, los ángeles son hombres como los demás") con el cual se van presentando los acontecimientos en una mezcla de remembranza y presente, hacen entrañable al personaje, pero también a la voz narrativa quien deja en claro que su vida y su alma, "no es más que una andén de estación donde permanezco de pie mirando caer a los hombres", lo cual por lapsos, y con ciertas ideas se asemeja más a una voz masculina que no deja de admirar la almendra desde el sentido más erótico y sexual del término. La almendra viene a darle soporte a la literatura de corte erótico por la buena trama, sus descripciones y la complicidad que logra con el lector.

Nedjma, La almendra. Memorias eróticas de una mujer árabe (traducción Cora Cebza), Maeva ediciones, España. 2005 (segunda edición); 223pp.

jueves, 30 de octubre de 2008

Explosión en la UNAV

Allí estudié el Máster en Comunicación Política y Corporativa (MCPC) de septiembre de 2006 a julio de 2007, aunque en realidad sólo viví medio año, pues en febrero nos mandaron a Washington y un mes después regresé a Madrid. El último día de ese 2006 estando de viaje en Sevilla me enteré de la bomba que explotó en el estacionamiento de la Terminal 4 del aeropuerto de Barajas en Madrid, desde México mi madre llamó para ver si estaba bien. Hoy despierto con la mala noticia de un atentado en mi segunda alma mater, la Universidad de Navarra, un coche bomba colocado en el estacionamiento que está justo afuera del Edificio Central explotó a las 11:00 de la mañana, una hora pico universitaria.

Como dicen los que saben, de milagro no falleció nadie, aunque un solo herido es más que suficiente, hay 21 personas según los últimos informes que señalan fueron atendidas, aunque la mayoría dadas de alta a la brevedad.

A la distancia se complica hacer alguna labor, pero los sentimientos caminan hasta esas calles de Pamplona que tan bien se portaron en toda mi estancia, y están en un abrazo permanente con todos aquellos que formamos una comunidad que sin importar donde estemos nos sentimos agredidos, y a la vez fortalecidos. A tal grado que siento que los vidrios rotos llegaron hasta México y, al menos yo, me sumo a levantarlos para construir de nuevo.

Vaya pues mi saludo y buen recuerdo a una escuela que pertenece al Opus Dei, pero siempre respeta a los que no. Así deberían respetarla todos.

martes, 28 de octubre de 2008

El perfil dramático en las letras mexicanas

Para festejar el post número 100 de este blog, deseo compartir con ustedes una entrevista que le hice al escritor mexicano Manuel Echeverría hace ya más de dos años, pero que cuando la iba a publicar en el suplemento ARENA del viejo Excélsior, ese fin de semana desapareció y luego, simplemente no se pudo publicar; hasta que no hace mucho la generosidad de Alberto Buzali la sacara a la luz en su página web, y ahora la retomo porque creo que valen mucho la pena sus palabras, y para celebrar la llegada de su nueva novela, Las tinieblas del corazón, la cual no tardo en reseñar. Gracias por seguir leyendo.

Atrás quedó el rechazo al Premio Xavier Villaurrutia. Por demás es conocido que no presenta sus obras como se estila en estos tiempos modernos. Un escritor diferente es Manuel Echeverría, nacido en la capital del país en 1942. Apartado de la gracia pública que brindan los reflectores de las letras, explica su postura de la siguiente forma: "Es un problema de carácter y de temperamento, y también algo que con los años se fue haciendo muy consciente en mí". Sus razones son válidas, expone: "lo importante es lo que uno pudiera escribir, y en la medida en que un escritor iba desapareciendo detrás de lo que escribía tanto mejor. En el momento en que el escritor trata de ocupar un lugar más significativo que el de su obra, sea esta del tamaño que sea, la obra pasa a un segundo lugar".

Abunda sobre el tema: "Si el escritor se salta las trancas y se olvida de que lo único que podrá quedar de él es lo que produjo y trata de ser él más grande que la propia obra, acabarán por desaparecer los dos, porque la obra será reducida con el paso del tiempo a su dimensión exacta. Y él en el momento en que ya no esté para alentar la obra, dejará de existir".

En un entramado de ciclos, donde algunas voces toman a la literatura como un grito de batalla, Manuel Echeverría encuentra senderos de juicio razonado. "La literatura cumple una función muy importante y a la vez ninguna, la literatura según las épocas cumplen un papel muy protagónico o muy marginal, y eso depende de cada escritor. El hecho de que sea marginal no quiere decir que sea mala literatura, al contrario, muchas veces la literatura marginal es la que ha logrado trascender. La literatura que está reducida al momento, al ahora, a los vaivenes de las coyunturas, suelen morir con la coyuntura. Es una tentación terrible del escritor querer estar siempre sumergido en la coyuntura, al momento, y eso es terrible porque está condenando lo que está haciendo, a ese plazo efímero que suelen tener en el reloj social los fenómenos que cambian de un momento a otro".

Pone un ejemplo conocido: "si pensamos en La guerra y la paz , en Ana Karenina , en Los hermanos Karamazov , por mencionar gente muy grande, ya sabemos o conocemos el contexto social histórico, pero no es tan importante porque finalmente las novelas se sobrepusieron a las situaciones de la época y la trascendieron, que finalmente es el signo que determina la estructura de una obra maestra: surgir de las contradicciones de una época y trascenderla, no morir con ella ni quedar tan atado a ella porque finalmente es una obra fechada, y esa obra tiene cierta validez porque refleja tal cosa".

Advierte la relación que tiene la literatura intrínsecamente en el contexto social. "Cuando una novela se convierte en lo que quería Stendhal, en un espejo de lo que está pasando, corre el riesgo de estar reflejando una imagen con la que el lector de los años que vienen puede tender a identificarse cada vez menos porque la obra está supeditada a esa precondición histórica sociológica que determinó el entorno de la novela".

El ejemplo ruso también se puede aplicar al contexto mexicano, "creo que la literatura es un fenómeno consecuente e inevitable del momento social, moral, cultural, que vive el país, el cual es muy intenso", dice el autor de Un redoble muy largo quien vaticina sin temblor en la voz: "el país está en el umbral de grandes decisiones de las que va a depender su salud por los próximos cincuenta años. Las generaciones jóvenes dependen de las decisiones que se vayan a tomar los próximos tres años".

Un volumen de ensayos Hans Kelsen y los juristas mexicanos , y ocho novelas después, el escritor recuerda que en sus inicios fue el cuento el género donde probó suerte. "Empecé con el cuento creyendo que era el camino de acceso a la novela, yo en realidad cuando escribí el primer cuento (había leído más novela que cuento), cuando empecé a juzgar el cuento por su dimensión tipográfica, es más corto es más fácil, pensé. Con William Faulkner hay una cosa fantástica, él empezó a escribir poesía, y cuando se dio cuenta de que era muy difícil empezó a escribir cuento, y cuando se dio cuenta de que era muy difícil se pasó a la novela, es una manera de pieza anecdótica de explicar mi caso".

Un punto de vista más conciente sobre las razones del por qué Echeverría Ruiz ha escrito exclusivamente novela, es porque en ella "se presenta el desafío literario en todas sus expresiones, se trata de contar una historia que tenga el aliento suficiente como para crear personajes, tratar de imaginar y estructurar psicologías y momentos históricos, tratar de intervenir en la construcción en algo tan arbitrario como un fragmento de vida humana imponiéndole un poco de orden desde afuera y todo hay que organizarlo con una prosa que sea legible, funcional, y fiel, fiel al texto y al propósito estético de la novela, en la medida en que uno puede renunciar a lo más difícil que es el narcisismo verbal a favor de la historia, no del argumento, sino de la historia, estoy contando una historia y siéndole fiel a la misma".

Sin concesiones de por medio, el autor de La noche del grito analiza como pocos cuestiones que van de la estética a la historia, explicación a considerar: "Es un fenómeno muy agudo en las novelas en español, naufragan en un narcisismo verbal, porque el escritor iberoamericano es un escritor más dado a la escritura que a la peripecia y a la aventura. En los textos y en los momentos más renuentes de la literatura hispanoamericana el lenguaje ocupa un lugar más importante que el de la historia, el escritor sajón, el europeo desde los grandes clásicos de la novela europea, ha ocupado el lenguaje como un instrumento subalterno, siempre al servicio de la historia, y el hispanoamericano, quizá por formación, por cultura y por decisiones estéticas impuestas, siente que por obligación va a tratar con el lenguaje, con el idioma, y la novela es un espacio donde se vive esa lucha feroz entre los derechos del lenguaje y los derechos de la historia".

A manera de remate de esta idea, afirma: "todos esos desafíos múltiples se presentan de una manera más palpable, más vívida en la novela que en el cuento, por otro lado el cuento es muy exigente y por eso es mucho más fácil encontrar una gran cantidad de malos cuentos que de malas novelas aunque abunden de los dos".

La decisión de quedar al margen en las fotografías, y en las reuniones de manteles largos, tal como lo ha explicado Manuel Echeverría, ha hecho que los llamados grupos culturales o camarillas tampoco le den cabida. "Para crear grupos se requiere frecuencia, afinidad, no es nada más el hecho de que alguien se encierre en su agujero a escribir una novela en una parte de la ciudad y otro en otra, y que por el hecho de que nacieron en una época afín los va a hacer contertulios, y eventualmente a crear en ellos afinidades de otro tipo. No sé si esto obedece a las decisiones que he tomado de una especie de marginalidad, de autoexilio".

Lo cual enlaza de manera inteligente con una forma de ver la vida muy distinta a la del común en estos corrillos: "finalmente alguien se pone a escribir para tratar de ser un poquito más libre y la vida está llena de ataduras, imposiciones y tiranías de toda índole, desde la obligación de obedecer el semáforo, inscribirte en una escuela, pagar impuestos, votar, las obligaciones normativas del ser humano son infinitas, de pronto te encierras en un lugar y dices, aquí no hay más ley que la mía, y deliberas, cinco, seis, siete horas diarias, lo que puedas escribir, y ahora resulta que también hay que pagar allí una especie de tributo a ese pedazo de libertad conquistado a base de muchos sacrificios, y ahora hay que pertenecer a un club o un cenáculo, y a mí se me hace que eso no le hace ningún bien ya no digamos a la literatura sino ningún bien a los integrantes del grupo, ninguno de ellos va a ser mejor o peor por el hecho de pertenecer a algún grupo, ojalá".

lunes, 27 de octubre de 2008

Sentencias

El pensamiento y la razón son inabarcables, empero algunas veces ceden treguas fugaces traducidas en mínimas sentencias, en frases concluyentes que se apoyan en la brevedad, de tal forma que cuando se logran fundir en un avance intelectual, que toma elementos de la humanidad como el humor o las costumbres, entre otras, cobra vida uno de los géneros de mayor apego entre los poetas y ensayistas: el aforismo

Y precisamente siendo poeta y ensayista, ahora Armando González Torres (Ciudad de México, 1964) recurre al aforismo para presentarnos Eso que ilumina el mundo, volumen que se arma de cinco secciones perfectamente identificables, sin embargo algunas sentencias pueden amoldarse a contextos que ni siquiera el autor prefiguró. Todas llevan por eje temático el comportamiento y actitudes del ser humano, de su contexto, del pretexto y excusa, del sinsabor de elementos nobles y cálidos, o fríos por crueles, pero certeros por donde se les lea.

En la primera sección, Forasteros en el espejo, brilla el ser humano, pero es a partir de una búsqueda a veces existencial, tratando de ubicarse a sí mismo no tanto en el reflejo (“Creer haberlo vivido todo, pero sin acordarse”), sino también en las esquirlas de su memoria: “Restan olores esparcidos de cigarros, ecos de copas chocando, ayes irreconocibles, rastros menguados del lugar donde estuvimos, pero tal vez eso nos pueda guiar hacia aquello que esa noche fuimos”.

Cuando ese ser humano, digamos nuestro personaje, logra ubicarse en cuerpo y alma corre riesgos, el pensamiento puede ser un arma de doble filo pues si bien muchos quieren amanecer con algo distinto en su actuar (“Despierto diariamente con la ilusión de ya no ser el mismo yo”), es también quien por espacios definidos el fracaso dicta sus pasos (“Regresar de ser nadie, después de intentar ser todos los álguienes”).

Ese mismo sujeto que focalizó sus impulsos en localizarse, antes o en el intermedio de su vida bien pudo haber conocido en carne propia la segunda propuesta de González Torres, la que nos muestra en desnudo siete pecados, y que va de la mano de una crítica a los tiempos modernos: “Lo suyo no es experimentar pruebas o descifrar señales de la gracia. ¡A qué horas! Quisieran, sí, ser espirituales y creer en un dios, pero flexible, portátil, que quepa en el bolsillo o se manifieste en la pantalla del celular”, sin dejar de lado la preocupación formal de las informalidades, “Luego les pregunto: ¿Qué es mejor: estar angustiados por dejar de ser lo máximo o estar orgullosos de ser nada?”.

El cinismo es una herramienta que bien utilizada rinde frutos que satisfacen a los exigentes, el autor de La sed de los cadáveres lo utiliza de buena manera cuando es adecuado hacerlo, el resultado está a la vista: “Un padre del desierto desenterró los restos putrefactos de su amada para, con el hedor y el espectáculo de la descomposición, desengañarse de su belleza. A mí me sobra con tu mirada iracunda, tus maneras en la mesa, tu aliento de fumadora y tu falta de higiene menstrual”. O este otro que bien puede ser retomado por alguna campaña de esos productos para la sexualidad: “Apenas le hace el amor a su mujer para no gastarla y cree que ahorra tiempo y energías con la eyaculación precoz”, pero sabemos que el conocimiento va más allá del slogan.

Luego viene el intento de cambiar, ir Hacia una conversión, dejar —o al menos intentarlo— de ser el mismo, incluso aquél que quizá nunca se encontró pues siempre estuvo dentro de unos parámetros cortos, limitados por sus propios impulsos (“¡Basta de que nos manipule el sistema, elijamos con libertad nuestros dogmas y prejuicios!”). La estrechez incluso está en el pensamiento de nuestro personaje: “Cuando te pones a pensar casi todo es demasiado para ti y caminas abrumado por el peso del mundo, atemorizado por sus ruidos”.

Allí también hallan asilo los instantes de lucidez fugaz, duración similar al parpadeo y término al facturar la conciencia con la cuota de la desgracia establecida; ahí va de nueva cuenta, el ser humano a veces común, a veces corriente (“Es tan pobre y está tan desnudo que ya sólo lo arropa su dolor”), pero ahora armado de palabras, sin embargo González Torres manda un mensaje que causa ruido e incomodidad a ciertos escuchas, sobre todo aquello que se ciegan con la fe y con el fanatismo: “Pues dicen que se escucha la devoción, no las palabras”.

El camino de la expiación, es la sección del libro donde pequeños ensayos con tintes poéticos, mezcla y balance adecuado, amueblan caminos para ir al paraíso o al infierno. La oscuridad de la luz, mayor cantidad de palabras, de letras acomodadas, misma intención del autor de Los días prolijos, el ser certero en sus mensajes.

Cierra Fuga mundi imagen de variación sobre el mismo tema, donde sale a lucir el instinto del humano, el instinto animal pues si bien “Lo habitual es que la muerte se anuncie en los ojos de un animal”, también resulta cierto que “De todo el registro de hechos milagrosos que atesoramos, sólo las metamorfosis de los dioses en animales tienen que ver con la poesía”.

Temas escondidos en las frases adecuadas, por ejemplo la muerte (“Caída del hombre, erguimiento de la flor”), el silencio (“Cuando tus propias palabras te traicionen y te humillen aborrecerás el don de la elocuencia”), el vituperio (“El leguaje es un indigente que derrocha palabras”), la imaginación (“Un sueño es el eco de lo que no puedes pronunciar”), la capacidad de sorpresa (“¿Dónde han quedado nuestros días de silencio y de sonrojo ante el misterio?”), emergen de esta voz madura, que propone el debate.

Descontando los mecanismo de lectura que se utilicen para enfrentar esta nueva obra de Armando González Torres, lo que sí es cierto es que el autor demuestra una vez más su capacidad de análisis y crítica, de propuesta literaria encaminada a ofrecer su visión de los temas que siempre han estado en el conciente e inconciente de la humanidad, una lectura que se recomienda hacer de forma pausada, la brevedad del aforismo no debe zambullirse en las aguas de la inmediatez ni confundirse en el mundo de la minificción (es otra estructura) o la simple ocurrencia.

Armando González Torres. Eso que ilumina el mundo, Editorial Almadía, México, 2006, 86 pp.

viernes, 24 de octubre de 2008

Oficios (poema)

El siguiente poema pertenece al libro Olvidos de segunda mano, y hoy lo comparto dedicándolo a Wendy López Mariscal.

Oficios

Traduzco tus miradas
con diccionarios comprados en librerías de viejo.
Catalogo tus palabras
en archivos obtusos que poco a poco se llenan.
Contabilizo tus suspiros
y tramposamente anoto algunos a mi favor.
Escucho tus latidos
que dicen que me quieres y estoy agradecido.
Profetizo tus amores
aún sabiendo que hago mal todo a lo que me dedico.

jueves, 23 de octubre de 2008

La traición de la libertad

Seis enemigos de la libertad humana es el subtítulo del libro La traición de la libertad de Isaiah Berlin (1909-1997), a quien es difícil encasillarlo en un solo perfil puesto que lo mismo se movió y dio frutos en la filosofía que en la idea política, humanística y sobre todo en ese papel de historiador de ideas. En este volumen editado por Henry Hardy podemos leer en la introducción una muestra de cómo es el ritmo de pensamiento de esta inagotable figura:

“libertad en el sentido en que su sustancia fue lo que John Stuart Mill dijo que era, a saber, el derecho de forjar libremente la propia vida como se quiera, la producción de circunstancias en que los hombres pueden desarrollar sus naturalezas tan variada y ricamente y, en caso de ser necesario, tan excéntricamente como sea posible”.

La pregunta clave, y el hilo conductor de lo que presiento será una lectura enriquecedora, es:

“¿Por qué debe alguien obedecer a alguien más?”

Espero no las respuestas, sino los planteamientos para obtener mis propios argumentos de defensa propia.

miércoles, 22 de octubre de 2008

Don Rubén

En el suplemento cultural Laberinto de Milenio Diario de este sábado 18 de octubre, aparecen fragmentos de un libro inédito que llevará por nombre De otro modo el hombre. Retrato hablado de Rubén Bonifaz, colaboración firmada por Josefina Estrada (Desde que Dios amanece, Virgen de media noche, entre otros libros).

Allí, el autor de As de oros habla en esta etapa casi final de su vida. Remembranza, calidez y calidad, eficiencia en la palabra, mecanismos de construcción:

“En mi pensamiento ya no puedo escribir un poema. Todo lo que escribí en mi vida lo escribí en máquina; nunca pude escribir un poema a mano. De tal manera que la máquina no me era solamente un instrumento de escribir sino un instrumento de pensar. La hoja blanca puesta en el rodillo de la máquina me ponía a pensar lo que podría escribir allí. Sin ese instrumento no puedo, no me vienen palabras a la cabeza”.

También habla de su ceguera, de sus ahora sí límites terrenales que no le dejan del todo espacio para la creación:

“Para pensar poéticamente se requiere la capacidad de escribir poéticamente. Porque el pensamiento poético en sí no es nada. El pensamiento no puede ser filosófico ni poético ni nada si no está escrito o expresado. Mi imposibilidad de ver me impide hacer poemas; por lo tanto, suprime también la posibilidad de pensar poéticamente”.

Don Rubén Bonifaz Nuño es sin duda el poeta vivo más grande que existe en la lírica mexicana. Leerlo es un gusto y un descubrimiento cada vez. Como siempre el mejor homenaje es saludarlo a través de sus libros.

martes, 21 de octubre de 2008

Elecciones en EE UU

Imposible no hablar del tema de moda. Las elecciones en Estados Unidos, donde las opciones son dos: un hombre de color, o una mujer en la vicepresidencia. Más allá de las posibilidades, los planes de gobiernos, los proyectos a corto, mediano y largo plazo, etcétera, basta ver algunos números que arrojan por ejemplo The Competitive Media Analysis Group quien dice que los candidatos han gastado tanto en sus campañas de nominación como en la elección general: 195 millones de dólares en el caso de Barack Obama; y 99 millones de dólares en el caso de John McCain.

En época de crisis es bueno conocer cifras como éstas, pues a algún lugar van a parar estos billetes verdes. Las portadas en las revistas de circulación mundial no son gratuitas, los espacios en radio cuestan, y las apariciones en televisión son caras, ello sin olvidarnos de otros productos como videojuegos, Internet, y utilitarios.

Pero ya el 4 de noviembre son las elecciones, allí veremos si aquellos que en la encuesta dicen fervientemente que apoyan al demócrata, le dan el triunfo, ya que no es lo mismo opinar en medio del ruido, que en la soledad de la casilla.

viernes, 17 de octubre de 2008

Entre las líneas

En el volumen Entre las líneas, entre las vidas, Juan García Ponce delinea el retrato de Marcel Proust, Thomas Mann, James Joyce, William Foulkner, Vladimir Nabokov, Samuel Bekett, Albert Camus y Truman Capote, a partir de la lectura de sus biografías. Es un libro recomendable desde varios costados. Sin embargo, me quedo y comparto estas líneas que vienen en al sección dedicada al autor de En busca del tiempo perdido:

“La verdad de la literatura es más auténtica porque ella es capaz hasta de mostrar cómo en las limitaciones personales se encuentra un tipo de realización más alta, puramente espiritual, y que descansa en el poder de la palabra y la forma, cuya existencia como una fuerza en verdad viva se halla en el arte”.

Además, García Ponce en el epílogo complementa con el mismo autor:

“Creo en la acción realizada por Marcel Proust: para reencontrar el tiempo hay que salirse del tiempo y entrar al de la literatura”.

jueves, 16 de octubre de 2008

Fuentes Quijotesco

Dentro del discurso pronunciado en la ciudad de Toledo, España, el 13 de octubre, a raíz de serle concedido el Premio Internacional Don Quijote de la Mancha, el escritor mexicano Carlos Fuentes, dijo:

“Toda gran obra literaria nos propone la salvación mínima de la palabra.
Toda gran obra literaria nos propone imaginar. Tenemos un pasado que debemos recordar. Tenemos un porvenir que podemos desear.
Pero sólo recordamos y deseamos en el presente. Aquí y ahora, en el tiempo que nos es concedido para vivir.
Toda gran obra es un llamado a la acción: hablamos, imaginamos y actuamos. No sólo por el gusto de actuar, sino porque queremos una acción que nos permita decir y nos permita imaginar”.

Con ideas como ésta, queda claro que en el autor de Aura la lucidez se reinventa.

miércoles, 15 de octubre de 2008

Líneas de Marcel Schwob

En el número 454 de la Gaceta del Fondo de Cultura Económica correspondiente al mes de octubre de 2008, titulada Desasosiego, puede encontrarse con un hermoso texto de Marcel Schwob que viene en el volumen El libro de Monelle, editado por Coyoacán en nuestro país en el año 2003. Esa narración se llama “Las palabras de Monelle”, es un diálogo donde sólo Monelle habla peor nosotros somos los que escuchamos. Rescato estas líneas:

“Te hablaré de los momentos.
Contempla todas las cosas bajo el aspecto del momento.
Deja ir tu yo al caprichoso momentáneo.
Piensa en el momento. Todo pensamiento que dura es contradicción.
Ama el momento. Todo amor que dura es odio.
Sé sincero con el momento. Toda sinceridad que dura es mentira.
Sé justo con el momento. Toda justicia que dura es injusticia.
Actúa en función del momento. Toda acción que dura es un reino difunto.
Siente la felicidad del momento. Toda felicidad que dura es desgracia.
Ten respecto por los momentos y no establezcas relaciones entre las cosas.
No prolongues el momento: podrías fatigar la agonía.”

Al menos un cambio en el contorno del rostro habrá logrado. Espero.

martes, 14 de octubre de 2008

Curiosidades al leer el diario

En la sección Internacional del diario Reforma del lunes 13 de octubre aparece una nota (abajo a la izquierda) titulada “Recomienda Fuentes ‘New Deal’ a Obama”, haciendo referencia a un artículo publicado en el diario El País y firmado por el escritor mexicano Carlos Fuentes aparecido “ayer” según la nota, entendiendo por ello el domingo 12. La nota es firmada por la agencia de noticias mexicana Notimex. Hasta allí parece todo normal, si no fuera porque el artículo que hace referencia apareció en las páginas centrales del mismo diario Reforma el lunes 6 de octubre, lo cual me lleva a la observación, quizá el reportero de Notimex no leyó el diario ese día (además desde Madrid, hubiera sido complicado, salvo que fuera en línea), pero le editor de la sección quizá sí tuvo más posibilidades de hacerlo, mas al parecer no fue así. Por ello, el resultado fue una nota sobre una artículo aparecido en un diario del extranjero, pero que, el mismo artículo apreció en las páginas del diario de la nota una semana antes. O sea que no se lee el diario en donde uno trabaja.

lunes, 13 de octubre de 2008

El mundo


Si bien es cierto que existe una cantidad abrumadora de Premios literarios y los mecanismos de selección de los ganadores de muchos de ellos son flexibles por decir lo menos, es justo señalar que algunos logran cierta repercusión mediática (y financiera) que soportan el peso de la crítica. Tal es el caso del Premio Planeta que en la edición de 2007 arrojó como ganadora a la novela titulada El Mundo de Juan José Millás (Valencia, España, 1946).

Esta obra bien puede traducirse como la autobiografía del también autor de No mires debajo de la cama, y no sólo porque el personaje se llame igual y se dediquen a lo mismo, sino porque las emociones y pasos dados en las páginas son demasiados reales. La trama inicia cuando el personaje adulto recuerda su infancia, los mecanismos que echan a andar la memoria para llevarlo a unos días que recorren paisajes de Valencia y calles de un Madrid que parece lejano.

El narrador crea y se recrea en un niño que se arriesga a cruzar las fronteras más simbólicas, como a veces lo es la misma acera de enfrente. Las vivencias infantiles brotan para el testimonio de un futuro incierto. La facilidad para crear actores secundarios, con una proyección independiente y con fortaleza para también cargar cierto porcentaje del peso de la historia es digno de señalar.

A tal escenario le sugiere participantes de los más destacados. Pero quizá sea el de la esperanza el de mayor tránsito en esta etapa. Esta novela resulta un agradable encuentro con la cotidianidad y el recuerdo. Se traduce y palpa de cerca, se puede respirar el viaje en el tiempo, las definiciones, las autodefiniciones y el mismo sentido crítico que va de un lado a otro. El niño recuerda al amigo de viaje (de apodo Vitaminas) y sus aventuras, incluyendo la del espionaje para la Interpol. Luego pasa a ser el reconocido escritor y rememora el amor personificada en la hermana de su cómplice que responde al nombre de María José, quien —cosas de la vida—, le dirá una de las frases que marquen su destino.

El remordimiento también cabe, por eso no le tiembla la mano al afirmar lo que mira en un espejo de retina: “Quizás un novelista equivocado, un tipo que acertaba en las cuestiones periféricas, pero al que se le escapaba la médula. Un tipo bien intencionado, de izquierdas desde luego, pero de una izquierda floja, uno de esos compañeros de viaje, un tonto útil, aprovechable en los estadios anteriores a la Revolución, pero a los que convenía fusilar al día siguiente de tomar el poder”, afirma el autor de Cerbero son las sombras.

El mundo es un espacio de entretenimiento y remembranzas. Un espacio que se conoce desde el papel protagónico de una historia que se sabe propia: “Sospecho desde hace algún tiempo que todos nosotros, también usted, lector, somos replicantes que ignoramos nuestra condición. Nos han dotado de unos recuerdos falsos, de una biografía artificial, para que no nos demos cuenta de la simulación”.

De lectura ágil y sincera, y con un buen ritmo esta novela se disfruta entre otras razones, por el contagio que brinda esa búsqueda de una persona en el cuerpo y mirada de otra, y también por el rechazo que esa similar sensación contrae, repeler a un sujeto, que puede ser uno mismo, porque los otros ven a alguien que no somos nosotros. Juego de personajes, de personalidades, de variación y quiebre.


El Epílogo de El Mundo es un guiño final de Millás con los sentimientos más humanos. El contacto con la muerte en otra de sus variantes. El despojo de las cenizas de los muertos, el último recuerdo físico, el último elemento material que los ata a este otro mundo. El lado de la fortaleza y el encuentro. Buen final, pues combina la voz madura que hizo buena mancuerna con la del niño que también fue.

El Mundo es un reconocimiento a la vida, un tratado de paz entre el mundo de los recuerdos y el sufrimiento que a veces causa recordarlos, una alianza con los buenos momentos que un día vivimos, pues a final de cuentas de eso trata el pasar de los días, de saber quienes fuimos para entender quienes somos. Un instante pues que nos hace saber el inicio de la historia: “Cuando escribo a mano, sobre un cuaderno, como ahora, creo que me parezco un poco a mi padre en el acto de probar el bisturí eléctrico, pues la escritura abre y cauteriza al mismo tiempo las heridas”.

Juan José Millás, El mundo. Editorial Planeta, México, (segunda reimpresión, abril 2008); 233pp.

Texto aparecido en la revista Siempre¡ de esta semana.

viernes, 10 de octubre de 2008

Citas citables

En la portada del periódico Reforma del viernes 10 de octubre se puede leer una declaración del subprocurador de Derechos Humanos de la Procuraduría General de la República, Juan de Dios Castro Lozano, quien hace una comparación que cada lector calificará. Él dice:

“El funcionario corrupto es peor que la prostituta porque la prostituta vende su cuerpo, pero deja intacta su alma, y el funcionario corrupto vende su alma para alimentar su cuerpo”.

No hay comentarios. Aunque sí me gustaría saber la opinión del gremio citado, de la iglesia, de la clase política y sobre todo, de la sociedad.

Sobre Propaganda de Bernays

Quizá lo traía en los genes por su tío Sigmund Freud, tal vez el ingenio le llegó por generación espontánea. Lo cierto es que Erward Bernays es un adelantado a su época, pero sobre todo un hombre que comparte sus conocimientos, sus experiencias, y nos hace ver cómo ya desde inicios del siglo XX se empezó a estructurar de manera metódica una de las actividades que el ser humano trae innata: la publicidad.

El comportamiento del ser humano es uno de los mayores alcances que pretenden los estudiosos, comprender el comportamiento del cerebro no es nada fácil. Por ello Bernays nos pone ejemplos bastante ‘aterrizados’ de cómo una buena campaña publicitaria puede hacer que cambiemos (quizá sin notarlo) hábitos o costumbres que antes ni si quiera se hubieran imaginado e incluso más de uno lo hubiese negado.

Cuál es la magia, dónde radica el éxito de una buena campaña de publicidad. No existe una fórmula como tal, se requiere conocer el contexto y el público al que va dirigido. Cómo, por ejemplo, a él le funcionó una campaña para vender cigarros en el sector femenino, cuando ese parecía ser un mundo de los caballeros. Hoy en día, esto sería diferente, con tanta reglamentación alrededor de ese producto.

Pero de eso trata la publicidad, de plantearse retos, pero sin olvidar que las cosas a veces son más simples de lo que imaginamos, baste recordar que lo simple en ocasiones lo volvemos complejo. Como lo dice nuestro autor:

“…la propaganda no es más que el establecimiento de relaciones recíprocas de comprensión entre un individuo y un grupo”.

Hagamos que el grupo entienda qué es y qué ofrece nuestro producto (en ámbito de comunicación política podemos hablar de candidato, partido, gobierno) y cómo éste les puede ayudar en sus vidas. Esto que parece sencillo es el gran trabajo que tenemos a diario muchas personas que trabajamos en la comunicación.

Propaganda de Bernays III

Últimas citas:

“El líder político de hoy en día debería estar formado en las técnicas de la propaganda tanto como en economía política e instrucción cívica”.

“Sólo mediante el uso competente de propaganda, nuestro gobierno –considerado como el órgano administrativo continuo del pueblo—podrá conservar aquella relación íntima con el público que es indispensable para una democracia”.

“La función del propagandista tiene mucho más calado que limitarse a actuar como un expendedor de información”.

“Cuando se organizan y cobran conciencia de la poderosa influencia que pueden ejercer sobre su entorno, las mujeres pueden utilizar su recién adquirida libertad de muchísimas maneras y convertir el mundo en un lugar mejor donde vivir”.

“La propaganda contribuye a la comercialización de las nuevas invenciones. La propaganda mediante la sucesiva interpretación para le público de las nuevas ideas científicas y de las invenciones, ha logrado que el público sea más receptivo. La propaganda consiste también en acostumbrar al público a los cambios y al progreso”.

“Si la gente está mejor informada acerca de los procesos que rigen nuestra vidas, se mostrará tanto más receptiva a aquellos anuncios razonables que apelan a sus intereses.”

“La propaganda nunca desaparecerá. Las personas inteligente deberán reconocer que la propaganda es el instrumento moderno con el que luchar por objetivos productivos y contribuir a poner orden en medio del caos”.

jueves, 9 de octubre de 2008

Propaganda de Bernays II

Más citas de este interesante libro:

“Es inútil tratar de vender una idea o preparar el terreno para un producto falto de necesaria solidez”.

“Los líderes sólo prestan su autoridad a una campaña de propaganda si ésta beneficia en alguna medida a sus propios intereses. Las actividades del propagandista, sin embargo, deben tener un cariz desinteresado”.

“A menudo el desarrollo de la opinión pública a favor de una causa o línea de acción constructiva desde un punto de vista social puede ser consecuencia del deseo por parte del propagandista de poner coto al problema que pretende resolver y que la causa constructiva podría solventar. De actuar así, el propagandista está desempeñando una función social en todos los sentidos”.

“El gran problema político de nuestras democracias modernas consiste en conseguir que nuestros líderes ejerzan su liderazgo”.

“Ya sea que se trate de ganar unas elecciones, dar expresión y popularidad a cuestiones nuevas, o convertir la administración cotidiana de los asuntos públicos en una parte vital de la vida de la comunidad, el uso de la propaganda, cuidadosamente ajustada a la mentalidad de las masas, constituye un complemento esencial de la vida política”.

“El primer paso que debe darse en una campaña política es definir sus objetivos y plasmarlos sumamente bien en el programa electoral. El líder debe estar seguro de que se actúa con honradez cuando se concibe el programa”.

“Pero la campaña electoral no es más que una anécdota en el conjunto de la vida política. El proceso de gobernación es continuo. Y el uso experto de la propaganda es más útil y fundamental, que menos llamativo, como un instrumento para al administración democrática que como herramienta para cosechar votos”.

“El buen gobierno se puede vender a una comunidad como puede venderse cualquier otro bien de consumo”.

martes, 7 de octubre de 2008

Propaganda de Bernays I


La edición original del libro Propaganda de Egdar Bernays data de la década de los veinte, pero se puede acoplar perfectamente a los tiempos modernos ahora que la editorial Melusina de España lo ha puesto a circular en la primera traducción que se hace al español de este texto, del cual comparto algunas citas:

“En consecuencia, se intenta sin descanso y con todo el ahínco capturar nuestras mentes en beneficio de alguna política, artículo o idea”.

“La propaganda es el brazo ejecutor del gobierno invisible”.

“Soy conciente de que la palabra ‘propaganda’ puede despertar connotaciones desagradables en muchos oídos. Y sin embargo, que la propaganda sea buena o mala dependerá en cualquier caso del mérito de la causa que se alienta y de la exactitud de la información publicada”

“La propaganda moderna es el intento consecuente y duradero de crear o dar forma a los acontecimientos con el objetivo de influir sobre las relaciones del público con una empresa, idea o grupo”.

“La nueva propaganda no sólo se ocupa del individuo o de la mente colectiva, sino también y especialmente de la anatomía de la sociedad, con sus formaciones y lealtades de grupos entrelazadas”.

“Si consideramos la constitución de la sociedad como un todo, más a menudo de lo que se pueda pensar, la nueva propaganda sirve para focalizar y satisfacer los deseos de las masas”.

“Las industrias, las empresas de servicios públicos, los movimientos educativos, en efecto, cualquier grupo que represente una idea o u producto sólo logra sus propósitos si cuenta con la aprobación de la opinión pública”.

lunes, 6 de octubre de 2008

Principio de incertidumbre

El contagio poético que resulta de las páginas de Principio de incertidumbre es lo primero que queda en la memoria al leer los versos de Jorge Fernández Granados (Ciudad de México, 1965), quien se ha ganado a pulso su lugar y nombre en la lírica nacional. De su autoría son títulos como El cristal o Los hábitos de la ceniza, donde ha ido consolidando un ritmo y una voz propia en este constante peregrinar.
El poeta palpa lo que de suyo es el comportamiento humano, clasifica a integrantes de diferentes y variadas mesas, por sus voces los conoce, y por sus pulsaciones sabe cómo son, baste el ejemplo de quienes califica como dispersos: “que raros son/ los dispersos/ a nadie le gusta tenerlos demasiado tiempo cerca/ parecen ácido o luz/ queman sorprenden incomodan no sabe uno qué hacer/ abre la puerta/ deja que salgan/ toma gracias adiós/ y que dios/ te cuide/ pero no vuelvas”.
En su andar por los corrillos literarios también ha percibido ese tufo que despiden aquellos apestositos de la tertulia, los no invitados pero siempre puntuales al ágape, el escuadrón de la muerte y el jolgorio, los abusadores y farsantes, “pero los peores son los más finos/ los que bordan con hilo delgado/ un permanente disfraz a la medida de su farsa/ un simulacro amébido tan perfecto/ que ya no se distingue/ de su propia vida”.
El galardonado en 1995 con el Premio Jaime Sabines alcanza un punto alto en este libro debido a su calidad estilística pero sobre todo de ritmo, dibujando en el imaginario las respiraciones del mismo poema. Enriquece la convivencia, el diálogo que entabla la página con el lector. Así como también el sonido que se dispersa en el sentir.
No es gratuito el pulimento de sus otros sentidos al faltarle la vista (inevitable el recuerdo del también poeta yucateco Rubén Reyes Ramírez), de allí que escuche mejor, que su tacto recorra cada calle con la alerta permanente de la duda, y sobre todo, con una imaginación más aguzada, dispuesta siempre a enfrentar el día siguiente, el que dicte, como señala, la coincidencia que se trabajó en el sueño.
El título del poemario también lleva su carga de sugestión e invitación para no quedar fuera de un juego en el que, querámoslo o no, participamos. El principio de incertidumbre varía dependiendo el observador, mas la clave es igual para todos, en cada quien debe saberse trabajar una idea, y una línea que por cierta, a veces pasa inadvertida: “si alejarse es preciso para mirar y entender aproximarse es preciso para pertenecer”, demasiado cerca se obstaculiza la vista, demasiado lejos no alcanza el olfato a participar.
Tarde que temprano la coincidencia nos hará encontrar el territorio marcado como propio, y mientras ese instante lleno de luz arriba, dejaremos que los versos trabajados, con sustancia, oficio y labor poética de Fernández Granados, nos sigan llevando a ese sitio donde sólo el resultado de una pasión puede hacerlo.

Jorge Fernández Granados, Principio de incertidumbre. ERA, UDLA, Secretaría de Cultura de San Luís Potosí, México, 2008; 98 pp.

Texto aparecido en la revista Siempre¡ de esta semana.