domingo, 20 de enero de 2013

Autos usados

Daniel Espartaco Sánchez (Chihuahua, 1977) ha construido su camino en la literatura como cuentista, con piezas narrativas que le han valido algunos galardones. Ahora lanza su primera novela Autos usados, un paisaje de imágenes que se hospedan sobre todo en la frontera norte y que lleva a Elías como protagonista, quien por momentos parece sólo contar con sus múltiples sueños para enfrentar la realidad. Elías comienza su andar absorbiendo la cultura comunista de sus padres y la consumista de su época, la de los años noventa, que pese a no contar con el suficiente capital, sí le queda claro el precio y el valor de las cosas. La personalidad lo lleva a no decirle mamá a su madre, a tener un amigo como Junior y una novia que requiere abortar porque la circunstancia no es propicia para el alumbramiento. Lectura ágil, por momentos parece caer en intermedios, nunca llega al clímax, una de las escenas mejor logradas es cuando Elías y Junior llegan a un bar y conocen a dos mujeres con quienes pronto ligarían, pero para la mala suerte del protagonista aparece en escena Rosendo, un “viejo amigo de la escuela” acompañado de alguien apodado “Lobo”, quienes con la magia de dinero logran de a poco tomar lo que hay a la mano, causando un exabrupto en Junior quien desenfunda la pistola que tomó del cajón de su casa para amenazar a los otros dos hombres ante la mirada de Elías. El viaje a la Ciudad de México, el matrimonio con Nina, para luego divorciarse, el retorno a la frontera para comprobar que el narco se ha infiltrado por varios caminos en la vida de lo que antes parecía ser suyo, es el hilo conductor del autor, quien en voz de su protagonista, piensa que “la vida era en gran parte escoger entre una y otra frase trillada en determinado momento”. Y en eso quizá sí tiene fortuna, las frases tienen brillo propio pero la historia y los nudos son los que de pronto parecen derrapar. Bien lograda la metáfora de que cada persona se parece a un vehículo, como Elías y sus ganas de joven de comprarse un auto para sentirse por fin hombre (la escena de violencia sexual ocurre obviamente en un vehículo), pues sabe perfectamente que “el olor del dinero es repugnante, el de un automóvil nuevo es sublime, pero hace falta tener dinero para comprar uno”. El cambio de ritmo del joven Elías aventurero al que ve los restos del pasado es abrupto, como si le faltaran cosas por contar al narrador, de allí que la última de las cuatro partes se sienta casi independiente, no sobrante pero sí al menos discontinua. El tema del narcotráfico es tocado de manera lateral con los que saben tienen dinero y con los que se notan que ahora tienen dinero; por su parte, la introspección y los problemas comunes del protagonista, baste por muestra la violencia que emana de su amigo Junior, quien más de una vez lo iba a matar, o el de la decepción que se lleva en el mal sabor de boca cuando pasan los años. Daniel Espartaco Sánchez seguramente entregará mejores narraciones, y Autos usados será rebasada en la siguiente entrega que haga este buen cuentista. Daniel Espartaco Sánchez, Autos usados. Random House Mondadori, México, 2012; 157 pp. Texto aparecido en la Revista Siempre en su edición del domingo 20 de enero 2013