domingo, 16 de enero de 2011

Oscura monótona sangre

Julio Andrada es el protagonista de Oscura monótona sangre, pero es sin duda Daiana el corazón de la trama, el fantasma que atraviesa cada página ya sea en su búsqueda o en su hechura. Pues de la tranquilidad que brindaba la repetición de lo cotidiano a Andrada, dio un paso de costado para transformar su vida, y de paso la de otros integrantes de la escenografía bonaerense.
Un día al salir de su ruta acostumbrada y comer en un lugar de aquellos que no frecuentaba desde que tenía mucho menos poder adquisitivo, el empresario escuchó una charla entre camioneros que conllevaba las señas de lo más normal: cuestiones mecánicas o lugares donde frecuentar chicas, por citar dos ejemplos contundentes, y le pareció que ese mundo no debía serle tan ajeno.
Se dirigió a las coordenadas que creyó eran las brindadas en la charla de los camioneros y halló lo que buscaba: una jovencita de nombre Daiana que cobraba 20 pesos por el oral y 30 con penetración, él dejó en sus manos mucho más dinero de ese y ella realizó las labores convenidas en el mismo vehículo sin darse cuenta que habría atrapado a una presa diferente.
Sorprendido consigo mismo con los resultados de su aventura, no tardó demasiados días en regresar al lugar donde había dejado a Daiana, raro en él pues “alejarse de la pobreza era lo único que le producía una auténtica tranquilidad interior”. Decidido la buscó, pero la desolación era la marca de esa calle, de esa Villa 21, a quien sí encontró fue a Luli, una joven más grande que Daiana y más experimentada, quien realizó el mismo trabajo pero con menos gusto.
Andrada lo notó, además con tan mala suerte que a la lluvia que caía en ese momento se le sumó un intento de robo, al cual puso resistencia, estaba en juego su orgullo, no podía decir que lo asaltaron en ese rumbo, cómo podría justificar su estancia allí. La violencia se intensificó al enfrentar cuerpo a cuerpo a un ladrón a quien le dio muerte.
La vida real y pública de Julio Andrada se dividía en la fábrica que dirigía y en los asuntos familiares del edificio que habitaba, donde además era gente de respeto pues le daba solución a todos los conflictos y para ello contaba con la ayuda de Atilio un antiguo policía que ahora era el escudero de ese inmueble así como de los secretos de Andrada.
La convivencia con Daiana en la fábrica fue indescriptible, una primera vez para ambos, entre las necesidades más obvias como la alimentación hasta la más carnal. Pero el recuerdo no lo dejaba libre de culpas, “su hija, su mujer y Daiana formaban parte de su mismo universo. Él lo veía ahora claro y no le importaba lo que pensaran los demás. Él podía hacer convivir esa escena familiar con su boca besando el sexo de la chica sobre una grúa”.
Sin embargo también las páginas de Olguín se dan espacio para agregar la parte más secreta del amor, la más callada cuando Andrada ve desnudo el cuerpo de su esposa “no le parecía una mujer de cincuenta años. Cuando se está muchos años con otra persona, el otro no envejece. La memoria lo transforma en un cuerpo siempre igual a sí mismo. Se congela fuera de toda agresión del tiempo”.
Andrada en el fin de semana que convivió en la fábrica con Daiana enloquece y le pide a su eficiente secretaria que le busque un departamento donde se la llevará a vivir, recuerda cómo su hija Florencia le ha avisado también de su mudanza a un espacio pequeño donde vivirá con su amiga Carla.
Los nervios son quienes traicionarán en la última curva de decisiones a Andrada, quien al mandar a Arizmendi a buscar a Daiana se lleva la sorpresa de que éste ha sido asesinado, y al encontrar en el departamento alquilado a la jovencita ella le dice que su cabeza tiene precio pues en su villa saben que fue quien mató al chico aquella vez que se lio con Luli, desatando un sorpresivo final.
Oscura monótona sangre fue premiada a finales de 2009 con el V Premio Tusquets Editores de Novela con un jurado integrado por Almudena Grandes, Jorge Edwards, Élmer Mendoza y Beatriz de Moura, teniendo por presidente a Juan Marsé.
Aunque más allá del premio su lectura vale por la provocación que ejerce en el lector, un ritmo en constante cambio, un personaje que juega con las elucubraciones y que de la cotidianidad sólo le queda el recuerdo, anunciándonos de nueva cuenta que en la cabeza de cada uno es un mundo diferente, pero también en la mirada de los diferentes individuos que caminan en la calle puede estarse encubando el próximo hecho que cambie la vida.


Sergio Olguín, Oscura monótona sangre. Tusquets editores, México, 2010; pp. 184.
Texto aparecido en la Revista Siempre¡ de esta semana

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