martes, 29 de mayo de 2012

Érase una vez una mujer que quería matar al bebé de su vecina

Uno de los referentes de la literatura actual rusa es Luidmila Petrushévskaia (Rusia, 1938), quien presenta una colección de cuentos titulada Érase una vez una mujer que quería matar al bebé de su vecina acreedor del Premio Mundial de la Fantasía 2010. Dividido en cuatro secciones: Canción de los eslavos orientales, Alegorías, Réquiem y Cuentos de hadas, esta obra advierte un paseo por los límites de la realidad y la fantasía. La figura de los fantasmas atraviesa de buena forma algunas de las historias, sin embargo no es así en lo general. Toma circunstancias de heroísmo o suspenso como la del rescate, de tal suerte que los fantasmas regresan al mundo terrenal para influir en la fortuna de los que todavía caminamos en este mundo. En la introducción podemos leer: “su figura de enemiga de toda banalidad y de fantástica habilidad para revelar la crudeza de la existencia humana la mantienen en el gusto del público no sin polémica y detractores: hay quienes no perdonan la descarnada agudeza con la que retrató a los habitantes de un mundo que ha quedado en blanco y negro, así como otros se azoran ante su polifacética actividad artística”. No comparto del todo lo allí lo escrito por Jorge F. Hernández y menos cuando dice que los cuentos de la rusa son un “túmulo funerario que va del manto de espumas con el que los mares arropan sus ahogados al terror verídico y palpable de saber que hay alguien en casa cuando podríamos jurar que estamos solos”, lo cual es excesiva pirotecnia para quien de por sí ya lleva en sus cuentos parte de ese sello. Sino porque no todos los cuentos se ciñen a un rigor esperado por alguien que se considera heredera e insignia de la tradición oral para contar historias. Porque el talento desplegado en “Venganza”, el mejor de los cuentos, la sorpresa, la intriga, la inteligencia se nota en el borde de las frases, en el nudo que elabora y en el sentimiento que despierta con el final, es desgarradoramente tierno. Y resulta pues una figura poco recurrente porque pensamos que lo sabemos todo y cuando menos lo esperamos la autora sorprende con un guiño forjado con la tradición y el trabajo. Mas por desgracia es sólo allí, quizás en un par más, pero el resto queda a deber, se vuelven pajas de páginas donde los mecanismos llegan a repetirse, y las salidas conocidas, repetitivas. Se esperaba más, quizás a otros no decepcionen sus narraciones, habrá que leer otros títulos de su obra para tener un juicio más profundo. Luidmila Petrushévskaia, Érase una vez una mujer que quería matar al bebé de su vecina. Atalanta, España, 2011; 247 pp. Texto aparecido en la revista Siempre¡ en su edición de esta semana.

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