lunes, 16 de julio de 2012

El futuro no será de nadie

Las relaciones personales, las contemporáneas de parejas, con las características propias de la época, es de lo que nos habla la novela de Óscar de la Borbolla (Ciudad de México, 1959) El futuro no será de nadie, pero va más allá. Es una historia con un narrador todopoderoso, a veces cruel, a veces irónico, quien decide la trama de cada integrante. Pocos son los que aparecen en la historia: Pablo y Nadia, un matrimonio con quince años de costumbre y pesar, “su relación era la relación de dos soledades”, en un México, como bien dice el autor, donde la nostalgia tampoco es individual. Se le suman Lola, pintora sin lograr el despegue, aunque la esperanza muere al último. Atada a un cordón umbilical invisiblemente fuerte, quien en ocasiones parece encontrar la inspiración en sus actos a partir de echárselo en cara a sus padres, su madre sobre todo, que por su propia felicidad profesional. La monotonía de sus vidas sólo puede ser distraída por cambios significativos, tales con un encuentro fortuito entre Lola y Pablo en el sistema de transporte metro, el día menos pensado, a la hora indicada y con los elementos que de suyo son parte ya de la escenografía. Luego la búsqueda, el coqueteo, la aventura. Por su parte Nadia ubica el punto de quiebre en la muerte inesperada de su jefe en uno de sus constantes viajes a España, a donde ella lo acompañaba, nunca sabremos si en calidad solamente de secretaria. Allí la vida a partir de un fallecimiento puso en alerta su vulnerabilidad. Estos dos hechos son los ejes de la novela, a partir de allí se pueden sacar conclusiones. “La vida es eso: una circunstancia precisa, repleta de pormenores que sólo son importantes para uno y porque son los de uno” es una de las lecciones que se aprenden en las páginas, y De la Borbolla nos lo dice porque son las mismas relaciones humanas las que mantienen el equilibrio del universo mismo. ¿Que va a pasar en el amanecer siguiente?, no lo sabemos, como tampoco sabe Lola con certeza si la noche que más lo necesitaba Pablo durmió con ella, él dice que sí, ella no lo recuerda, cosas del amor, cosas del desamor también. “Porque eso era el amor: un simple estar como si nada que permite que cada palabra, cada gesto, cada decisión, elección o acción resulte pertinente; un sentido de la oportunidad que el otro regala”. El matrimonio de Nadia y Pablo (con los rastros en el viejo colchón que marca un territorio propicio en ocasiones para la desgracia y otras para el llanto), tiene similitudes con las pinturas que Nadia trazó (incluida esa carga de blanco en un cuadro que sólo ella entendía), pues en esas pequeñas cosas, que a la larga son las que más pesan, se refleja el temperamento de los humanos al compartir un pedazo de vida. Las páginas de El futuro no será de nadie soportan la lectura, hallan también en la Ciudad de México y algunos pasajes de España, elementos para un mayor contagio que no logra darse del todo, quizás allí radique esa ausencia de magia que tienen otras obras de Óscar de la Borbolla, de quien siempre se esperan grandes libros. Óscar de la Borbolla, El futuro no será de nadie. Plaza y Janés, México, 2011; 181 pp. Texto aparecido en la Revista Siempre¡ el 9 de junio de 2012.

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