lunes, 16 de julio de 2012

El Político

Inmersos ya en el trajín de las campañas electorales en México, resulta necesario una vez más echar un vistazo al pasado, a la historia, para aprender de ella, en este caso es en el volumen El político firmado por Azorín, cuyo verdadero nombre fue José Martínez Ruiz (España 1873-1967). Dicho ejemplar vio la luz por primera vez en 1946 y recientemente el Fondo de Cultura Económica en su colección Cenzontle lo puso en circulación, seguramente en la coyuntura y efervescencia política que vivimos. Azorín es directo en cada uno de los 47 “consejos, insinuaciones y recomendaciones” (como bien señala la breve introducción) que le dan vida al libro. Va desde el vestir llegando hasta el actuar, incluso toca esa sensible y siempre dolorosa etapa de la despedida, el ocaso del poder, la sugerencia para la partida del político. Arranca con la contundencia de lo básico, así: “La primera condición de un hombre de Estado es la fortaleza”. Quien no se sabe fuerte para esta disciplina mejor que busque otra opción de vida. Pues como dice el mismo autor: “Si el político duda de sí, ¿cómo no han de dudar los que le miran?”. Azorín sabe aquilatar así como diferenciar lo valioso y la vanidad (“lo que mucho se ve, se estima poco”), sin embargo es cauto y preciso al señalar el peso y el volumen de lo necesario, de lo justo: “El elogio de los admiradores es lo que más pone a prueba la fe y la constancia de un artista”, o esta otra perla: “La vanidad es el exceso por más; la modestia es el exceso por menos”. Se requiere en algunos casos la relectura de estos breves capítulos, se necesita atención pese a las prisas, las frases se deben digerir de a poco, es como aquéllas que se comprenden con las relaciones de otras lecturas u otras vivencias, sobre todo de la experiencia, pues “La ingenuidad no resiste al tiempo; la experiencia se va formando lentamente de desengaños”; es como cuando el político debe comprender y “no mostrar impaciencia en los comienzos de su carrera; no se precipite; no quiera recoger el fruto cuando aún no está maduro”. Una parte fundamental del desempeño del político es en el momento del discurso, para tales fines Azorín da el siguiente consejo: “La mejor preparación del discurso es conocer bien la materia de que se va a tratar”, sabemos que hoy en día se requiere mucho más que eso, pero sin duda que ese punto es, digamos, el primero, el esencial, no ha cambiado, sino que se ha perfeccionado. Por último, cuando el político está en la plenitud del gobierno debe tener claro que más allá de las cifras, los dichos e incluso los hechos, el pensador español recomienda algo más a la mano, tampoco fácil de conseguir, pero de una importancia que a veces se olvida: “Sepan los que pretender reconstruir un pueblo, y sepamos todos, que el primero, el más hondo y fundamental de nuestros deberes como hombres es la alegría”. Lectura que bien puede ser referencial para la clase política que hoy en día en México como en otras partes del mundo donde se disputan el poder. Ojalá que esta vez, tarde que temprano el resultado que arroje sea más allá de vencedores y vencidos. Texto aparecido en la Revista Siempre¡ el 30 de junio de 2012

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