martes, 7 de agosto de 2012

La perfecta de las nalgas frías

Tatana es el alma y corazón de la historia. Ella es como la heroína moderna, mujer políglota educada para soportarlo todo, incluso la llegada del recuerdo y hacerle frente al amor para no dejarse vencer a la primera. Tatana tiene la belleza de un arcángel terrible, citando a Rilke. Su historia nace de la venganza, de querer recuperar lo que nunca fue suyo, de hacer un homenaje a la memoria de sus muertos, y para ello tiene que internarse en los nervios de la mafia, el pasaporte que utiliza: su figura y forma sensual de bailar en el table dance. Así llega a los líderes de La Firma, una de las organizaciones criminales más temidas, comandado por la triada variopinta de Iván, ruso ex agente de la KGB, Lazca, contrabandista búlgaro y Manolo, español encargado de varias cosas más. Fácil le resulta a Tatana convencerlos para que la dejen ir de Europa Central a Estados Unidos, donde podrá hacer más dinero. Sin mucho revuelo llega a Atlantic City, donde de inmediato, como lo había hecho ya en los lugares del viejo continente, se da a notar. Su papel en la pista era un imán para clientes que pagaban grandes cantidades por tenerla cerca. Allí es donde conoce a Ricardo Vásquez, prototipo del joven rico, que sabe lo que es ganarse el dinero y todavía mejor, sabe gastarlo, disfrutarlo. El amor a primera vista no existe pero se presenta de vez en cuando, esa es la lógica con la que toma de la mano a estos dos personajes para llevarlos a diversos países en fugaz amor cual fin de semana largo. El camino de ella marca Las Vegas para pasar luego por San Diego y Tijuana para entrar a México, su destino final. Ante su ausencia en el lugar de trabajo, se les notificó a sus “dueños”, lo cual desata las acciones previsibles pero no por ello obvias de esta trama, misma que conlleva en Pablo Sabines a ese personaje que no sabe uno bien a bien qué papel juega pero no estorba, no cae mal, incluso su desfachatez lo hace amigable. De dónde viene su relación con Tatana también es misteriosa, pero ella lo protege, lo mima, él es locutor y anunciador de peleas estelares en lugares de mucho brillo, pero sabe en el fondo que “Los cobardes no somos tan cobardes como la mayoría de los hombres suponen, simplemente postergamos las decisiones para un mejor momento”. Tatana es todo remolino, a tal grado que manda a un lejano papel secundario a Ricardo Vásquez, un personaje interesante por varios costados, pero que se ve rebasado por la mujer. Él es un hombre, que como ya se dijo, conoce el poder del dinero y de sus formas de gastarlo, pero incluso cuando Tatana tiene un problema, ella le pide a él no participar, sino en su lugar enviar a uno de sus lugartenientes. La otra historia que se entreteje, digamos el pretexto primero, el hilo que ata la muerte de la madre de Tatana es el padre Józef, quien se sabe de a poco que jugó “un papel central para obligar al gobierno comunista a negociar con Lech Walesa y otros líderes sindicales a fin de convocar a elecciones de las que resultó ganador Tadeusz Mazowiecki”. Su pago por la lealtad no será menor. De ritmo interesante, con una cadencia que va de la aventura a la intriga, pasando por el amor, en las páginas de La perfecta de las nalgas frías, título por demás llamativo aunque poco atinado para la obra, se conoce también los sobresaltos de filosofía del autor, por ejemplo confiesa que “El único sentido de la vida reside en la obsesiva búsqueda por sí misma y no por los eventuales hallazgos”. La primera entrega de Felipe Chao es pues una novela redonda, tiene fuerza, trama, personajes memorables, momentos de humor, ratos de intriga. Es una novela que se disfruta desde su primera lectura. Por cierto, lo que al inicio parece ser un hilo de la trama, el olor de la ciudad, en el caso del Distrito Federal olor a mierda, se vuelve intrascendente después. Tal vez sale sobrando, o tal vez, es el preámbulo de una próxima entrega. Felipe Chao Ebergenyi, La perfecta de las nalgas frías. Ediciones sin nombre, México, 2012; 150 pp. Texto aparecido en la Revista Siempre¡ del 5 de agosto de 2012

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