lunes, 13 de agosto de 2012

Espejo de mareas

Para el escritor José Gordón el libro Espejo de mareas, de Regina Kalach, es una celebración del ritmo y la música del lenguaje que captura lo efímero y lo eterno. Le doy la razón, son escenas plenas de color, por ejemplo ese viento amarillo que sopla hacia la dirección que le indica el destino. Lo eterno que resulta un minuto, un momento, la escenografía de lo cotidiano que se transforma en inolvidable: “Te ofrezco/ los desgastados bordes del mantel/ que acaricio una y otra vez buscando alivio,/ el tintineo de la cuchara contra el vaso,/ esta estancia atardecida tantas veces,/ un gesto que es apenas sonrisa,/ el tacto fatigado de los días iguales,/ la aurora recortada en picos,/ el bálsamo detrás de la mirada,/ la ternura,/ las partes nimias de una vida”. Kalach nos habla del fuego y la tiniebla (“Calcíname de amor en largo abrazo”), para desde allí brindar con la óptica de los cielos, de los dioses, para confesar que el sueño se agota en su propia exuberancia. Luego viene “Del cuerpo y su cercanías” que bien pudo haberse llamado “Del cuerpo y sus colores”, pues con excelente tino coloca tonalidades al dolor, lo ve y lo siente, es un instante calibrado pues así también se pueden cargar pesares de antaño. Mismas molestias que se llevan como tatuaje o cicatriz, la declaratoria no espera, es directa: “Esperas por siempre a que el pastel se infle, a que el doctor se desocupe, a que te quieran […] Deambulas sobre un puente suspendido; habitas un paréntesis”. Grito en silencio, con juego de ayeres, con saberes de hoy. Allí su fuerza, allí su voluntad por seguir. Una de las últimas secciones, “La Luz”, es el reencuentro con lo que de suyo viene a ser su emblema, el color de las cosas, la descripción acertada por certera: “El resplandor de las jacarandas incide. El mundo se vuelca en lilas y moradas. Los rayos solares hacen alarde de todo lo que tocan: bugambilias que descuelgan de un balcón, azaleas rojas y blancas que se yerguen en los patios, jazmines de aromas enervantes”. Esos jazmines de olores calificados como enervantes son los mismos que se hallan en el andar de los versos y de la vida, las cotidianidades al servicio de las letras, la fuerza de una poesía testimonial que deja su registro en el ritmo y en la pupila, pues los de Kalach son versos visuales que tocan y transforman, con el espíritu de la dama que no se deja, que en algunas líneas se instala en el rencor para tomar vuelo y mirar desde arriba la perspectiva total, las mareas en su conjunto y luego su reflejo, como el del espíritu mismo. Regina Kalach Atri, Espejo de mareas. Editorial Praxis, México, 2011; 134 pp. Texto aparecido en la Revista Siempre¡ del domingo 12 de agosto de 2012

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