lunes, 8 de octubre de 2012

Justicia

Conocedor de los pasillos que se circulan entre la impartición de la justica en México, Gerardo Laveaga entrega una ágil historia que sorprende por su crudeza y su reflejo de una realidad contemporánea que lastima. Son varias las aristas de la trama que se atan entre sí, con un punto común que por supuesto es la búsqueda de la justicia o quizás el anhelo por tenerla, el puente de perseguirla, la esperanza de que no esté desparecida. Sin embargo al terminar queda la duda, qué nos hace tan atractiva la lectura de este libro, acaso es la narración del taxista con sus modismos y sus quejas sobre algo tan cotidiano como lo es el tráfico o el abandono de una ciudad por la violencia. Acaso es el asesinato de la joven adolescente cuyo cuerpo fue dejado en un parque público justo en el momento en que le Jefe de Gobierno rendía su informe de labores con toda la parafernalia que se estila para la ocasión. Tal vez la figura de Emilia, joven abogada que desea por todos los causes convertir la figura de la justicia en algo nuevamente puro, que reclame su espacio en todas las áreas de comportamiento del ser humano, aunque cuando se trata de amores con Fer no puede sino ocupar su papel de domada, de fiera dormida, aunque sabe de sus atributos, y los maneja para convencer a propios y extraños con el poder de sus piernas, como al Ministro Carlos Ávila. O a lo mejor es el testimonio de Rosario Sánchez quien da a conocer la historia del asesinato de su amiga y compañera de secundaria Lucero Reyes, y su interminable debate con ella misma hasta que se decide en denunciar al verdadero asesino con las consecuencias terribles del caso. Quizá la vida, si se le puede llamar así, de Eric Duarte, pieza de ajedrez que acomodan a su libre albedrío las autoridades penitenciarias para poder salir al paso ante la opinión pública. Quien en un acto de fe llegó a la prisión, pero en otro acto de mala fortuna supo lo que era el infierno de la cárcel. Incluso la correspondencia insulsa (sin duda la parte más floja de la narrativa) entre Mar y el Senador Diego de Angoitia, donde incrédulamente se desvelan los pormenores de una trama y se dejan en pocas líneas los secretos del amor prohibido. Como sea, y cualquiera que se elija como pretexto, “Justicia” es el recordatorio de lo que le falta a la sociedad para ser mejor, es la colección de vicios que entorpecen el pleno juicio de impartición de justicia y es que, “Si cada persona se hacía justicia por propia mano se volvería a la selva, el caos”, lo sabe Laveaga, lo dicen los personajes a través de su historia, y lo conoce de primera mano el lector, y eso, esa complicidad y cruda desolación es lo que al final aterra. Gerardo Laveaga, Justicia. Alfaguara, México, 2012; 334 pp. Texto aparecido en la Revista Siempre! del domingo 7 de octubre 2012.

No hay comentarios: