martes, 18 de septiembre de 2012

La necesidad del relato

El volumen Narrar un instante cierra con una entrevista del compilador Gustavo Ogarrio a Juan Villoro, quien afirma: “Una crónica sigue la estructura de un relato, presenta un mundo propio y cuenta una historia que pide a gritos tener un desenlace”, y en el libro ¿Hay vida en la tierra? [Almadía, 2012], a golpe de mirada el también autor de Safari accidental deja clara constancia de ello. Juan Villoro (México, 1956) es un narrador nato, testigo de los pequeños detalles que entretejen el paso de los días. Su reciente obra es una compilación de cien textos que ha publicado en los diversos espacios donde ha hallado cabida un género poco favorecido, pero de gran valía, que no tiene ganas ni intención de perecer. Confiesa el autor en la introducción: “No he querido construir cuentos sino buscarlos en la vida que pasa como un rumor de fondo, un sobrante de la experiencia que no siempre se advierte”. Y de allí toma pretextos disímbolos, gesta personajes entrañables, hace de la anécdota una trama y brinda un respiro necesario en las páginas periodísticas. Estos pequeños capítulos de la vida nacional son a su vez un testimonio del paso de los años en la pluma de Villoro; aprendió, por ejemplo, que “Vivimos en un país donde todo lo que vale la pena se pospone”, el pretexto de llegar tarde, de definirnos con base en la imaginación de todos los proyectos y la concreción de pocos, si no es que ninguno. Pero de allí el talento del escritor para hacer memorable algo que podría pasar inadvertido, y es que a todos nos ha pasado que nos alivie de manera pronta el acompañamiento de una persona más enferma o que notemos que, en ocasiones, “un escéptico refuerza la fe de un fanático”. El nacionalismo como tema lo resume con la siguiente idea: “Si un explorador de Mongolia dice un lugar común, lo oímos con atención. En cambio, descartamos la genialidad del vecino al que vemos sacar la basura en pantuflas”. ¿Hay vida en la tierra? es una clara muestra de que tenemos muchas historias todavía por narrar y por vivir. Y qué mejor si son aderezadas con buen humor, con complicidad, con acciones tan cercanas que por momentos el personaje es alguien que conocemos o que hemos visto, incluso en el espejo. Viajador, testigo, cómplice, nos presenta a su hija, a su amigo Chacho, a los otros múltiples conocidos y sus diversos comportamientos, y es que todos tenemos amistades que llegan tarde a propósito a las reuniones, que se sienten bien sin razón aparente, los que se quejan ante cualquier circunstancia, los que tienen un tipo de autoridad más elevada, en fin, como el mismo autor de Arrecife señala: “Lo interesante de un personaje no es tanto lo que hace sino por qué lo hace. La tensión e incluso la discrepancia entre las causas y las acciones suelen producir buenas historias”. A pesar de haber vivido en ciudades como Barcelona y el Distrito Federal, y sus interminables viajes alrededor del mundo, Villoro comparte que uno de los espacios narrativos donde más se puede encontrar historias es en un taxi; basta el silencio del pasajero para que el conductor empiece con el ritual. El paso de los años se nota en el contexto de las historias, el autor cambia, el lector también, se acoplan al ritmo del calendario, y como dijo Villoro en la entrevista citada al comienzo: “Necesitamos relatos para soportar el peso del mundo y darle sentido a un destino inescrutable”. ¿Hay vida en la tierra? es una clara muestra de que tenemos muchas historias todavía por narrar y por vivir. Y qué mejor si son aderezadas con buen humor, con complicidad, con acciones tan cercanas que por momentos el personaje es alguien que conocemos o que hemos visto, incluso en el espejo. Además, es motivo de doble celebración, pues este volumen es el número cien de la editorial Almadía. ® Texto publicado en la Revista Replicante en su edición de septiembre 2012.

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