sábado, 4 de mayo de 2013

La marrana negra de la literatura rosa

El título del libro llama la atención de inmediato. Si esa era su misión la cumple a cabalidad: La marrana negra de la literatura rosa del escritor coahuilense Carlos Velázquez (1978), quien en su biografía cuenta con dos obra previas: Cuco Sánchez blues (2004) y La Biblia vaquera (2009). Cinco narraciones que rompen los esquemas, que llaman la atención, que atrapan, que absorben. ¿Cómo es que la literatura de Carlos Velázquez logra esto?, porque su más reciente entrega, aventuro una posible respuesta, contiene elementos de rompimiento y de entendimiento con la cruenta realidad. El cúmulo de imágenes que logra en cada página son ideas que tienen color, sensibilidad, acidez, así como una dosis precisa de humor. Contiene algo de diferente al resto y quizá allí radique su mayor voltaje. Abre el libro “No pierda a su pareja por culpa de la grasa”, y tal vez por ser el inicial, el que inaugura la pista, no logra un impacto total en el lector, pero cumple su labor a cabalidad, es el acceso a un mundo alterno. La segunda pieza: “La jota de Bergerac”. La jota en el sentido más puro de lo que eran antes, ahora transmutadas en Drag Queen, trasvestis o similares. Entre recuerdos y sonidos de Marga López en el Salón México, Alexia liga de manera fulminante a Wilmar, la más reciente contratación del equipo local del béisbol, quien la toma como un amuleto, cuando ella va al estadio él se luce, cuando lo que hay es su ausencia, el rendimiento del deportista baja. Ante ello no le queda más remedio al atleta y a la directiva del club que darle un lugar especial a Alexia tanto cuando su equipo juega de local como cuando es de visitante. Tarde que temprano, en un ritmo trepidante Alexia sabrá la verdad: “A una mujer le puedes prometer, le puedes fallar, la decepcionas y siempre estará ahí. Su naturaleza es perdonar. A una vestida tienes que cumplirle. No se trata de amor, es un pacto. Entre hombres”. Así llegamos a “El alien agropecuario”, un cuento que enternece por su dureza. Alucinamos al personaje que no es el protagonista mas sí es el alma de la misma historia que lleva a un grupo de rockeros juveniles que buscaba tener un símbolo de identidad o más bien de identificación, y lo hallaron en un niño con problemas mentales que le alcanzaba para ejecutar un instrumento musical. El ritmo radical de la melodía que entona el autor halla un motivo perfecto en “El club de las vestidas embarazadas”, alucinante viaje de nubosidad por la más dura de las cotidianidades, de la doble cara que necesita espacios para movilizarse y dar a luz a esos deseos humanos que no se imaginan normalmente. Y es que eso es lo que tiene buena parte de la literatura de Carlos Velázquez, lo raro de la realidad, lo crudo de la carne. Cierra la narración que le da título al libro, una bizarra escenografía que tiene en ese animal a su perfecta administradora de emociones, ella sabe lo que quiere y lo que necesita, descubre el amor como animal, satisface sus necesidades como animal, recuerda, olvida y utiliza a los demás como animal. Y así hace recordar de nueva cuenta al humano promedio. Termina uno de leer esta obra y no sabe cómo reaccionar, y no es porque dependa del estado de ánimo, ni de la siguiente página, tal vez ni siquiera de la coyuntura. Uno buscará inevitablemente en la acera de enfrente más elementos para su entendimiento, quedará aturdido pero muy satisfecho, y tal vez también alerta pues los freacks están cerca, demasiado cerca por momentos. El espíritu de la violencia es el eje de las tramas. Violencia personal, física, mental. El ánimo por hacer daño, por transgredir la autoestima, ya sea por el peso de la realidad o por el pretexto de algún recuerdo, como sea, estamos frente a un libro que arriesga y gana, y eso siempre se valora. Carlos Velázquez, La marrana negra de la literatura rosa. Sexto Piso, México, 2010; 134 pp Texto aparecido en la Revista Siempre¡ del domingo 5 de mayo de 2013.

No hay comentarios: