jueves, 28 de noviembre de 2013

Instrucciones para una ola de calor

La historia parece sencilla: un padre que se ausenta, una esposa que pierde muy seguido la pista, un hijo varón que por momentos desearía no aparecer tanto y dos hijas tan diferentes que por eso mismo tienden a parecerse. Pero llevada a la literatura por Maggie O’Farrell (Irlanda, 1972) resulta una trama entretenida, con buenas formas, diálogos lógicos y personajes entrañables. La autora ya había llamado la atención con La extraña desaparición de Esme Lennox, pero es ahora con Instrucciones para una ola de calor donde se siente más plena, más suelta, con la confianza que le brinda saberse dueña de la historia y del pulso de la misma. El pretexto es la carencia de agua que se da en el Reino Unido en 1976, por lo que se genera la Ley de Emergencia contra la sequía, pero sin duda la esencia y el fantasma que atraviesa todas las páginas es Robert Riordan y su osadía de marcharse a un sitio desconocido (aparentemente) por su familia. La búsqueda no es nada agradable, y en ella, van de por medio las diferencias que de suyo los hacen familiares. La situación comienza a volverse trémula, porque de a poco la madre, Gretta, comienza a dar detalles que para los hijos eran desconocidos. Y es que ya de por sí cada uno cargaba su propia cruz, por un lado Aoife la más chica tenía problemas de vista y por ello era incapaz incluso de leer, Monica (que aparece sin acento) lucha por el amor, o mínimamente por el afecto de las hijas de su marido, quienes no la ven como su madre y mucho menos la tratan como tal. Mientras que Michael Francis está decidido a salvar su vida matrimonial aunque en ello se le vaya la vida. El matrimonio de los padres se veía frágil, pero no para que Robert abandonara a Gretta, y no falta quien vea las similitudes con el compromiso de Michael Francis y Gina Mayhew, pues para algunos lo que le sucede al hijo de Riordan tiene su razón: “Le parece de lo más apropiado que haya pasado eso. Le parece algo totalmente acorde con su actual situación en la vida: un hombre con una mujer que parece odiarlo, un hombre cuya familia está fragmentada, en crisis, un hombre acosado por el calor, por la sequía, por las restricciones de agua, un hombre cuyo padre ha desaparecido sabrá Dios dónde”. Incluso el ritmo al inicio tiende a parecer desesperante, pues la ausencia de un ser querido no se debería tomar tan a la ligera como en ocasiones parece en las escenas donde se les informa a los hijos. Ya juntos, reunidos para tratar de descubrir a dónde fue papá, se saben hechos de la misma sangre pero no por ello iguales, por ejemplo, la hija mayor, Monica, quien recuerda que cuando entra a la casa siente cómo “La risa y la charla se interrumpen, devoradas por el silencio, tal como ella sabía que pasaría. Es la desventaja, reflexiona, de ser la favorita. Te consideran una de ellos, una espía de los padres. Cuando están juntos te toleran, pero jamás te incluyen”. Y el recuerdo de los años de niñez y juventud no se deja esperar, todo tiene el péndulo de los años, por ejemplo Aoife quien “no sabe por qué las tardes con su familia la hacen sentir así: insoportablemente inquieta, encerrada, atrapada, ansiosa por escapar a toda costa”. Pero la constante es la misma, que debe suceder lo que el destino marque, o como dice la narradora: “Lo que haya que ser, será, y por lo general sin obedecer a razón alguna”. Instrucciones para una ola de calor es una novela hecha con el deseo de contar una historia donde varios personajes soportan la trama, donde la carencia de agua es la carencia del padre, donde como dice el dicho, el que busca encuentra, y en ocasiones más, mucho más de lo que se pensaba en un inicio, y eso no siempre es bueno, sobre todo para los que tienen en su imaginario una trama común y pensaban que si no era perfecta al menos sí más cercana. Maggie O’Farrell, Instrucciones para una ola de calor. Traducción de Sonia Tapia. Salamandra, España, 2013; 313 pp. Reseña aparecida en la Revista Siempre¡ del domingo 24 de noviembre de 2013.

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