lunes, 15 de agosto de 2011

La insoportable levedad del casi

Casi el total del marco referencial que utilizamos los seres humanos requiere de unidades de medición: hora, día, kilómetros, kilogramos, litros, entre muchos otros. Sin embargo, integrantes de la sociedad mexicana, aunque por supuesto no excluye a otras que también lo tienen o lo han adoptado, hemos generado una variación que acentúa, para los fines que sean necesarios, un elemento distintivo que le da un giro diferente, incluso intrigante.

Me refiero a la figura del “casi”, una palabra que cambia el sentido de la medida y genera duda, confusión, incluso molestia llegado el caso. Tomemos, por ejemplo, las labores escolares, donde la ubicamos en dos facetas: primero en la gestación.

En la casa, la madre dice al hijo: “¿pollito, ya hiciste la tarea?” —puede modificarse el sustantivo subrayado por uno de mayor uso o gusto—, a lo cual dirá el estudiante: “ya casi mamá, nada más me faltan unos problemas de matemáticas y dos cosas de lectura”. Y allí sí que no sabemos cuánta tarea tenía el alumno, pero si dijo que casi, seguramente era más que ésa que señaló. Confiemos así sea.

Pero ahora vayamos a la escuela, la otra faceta del “casi escolar”, cuando el profesor dice: “a ver, jóvenes, espero que traigan su tarea completa”. Y si el personaje que conocemos como pollito dice: “híjole, profe, casi no tuve tiempo, pero hice hasta donde pude, es más, casi la completo”, notamos, para empezar, que el alumno ya sabe usar muy bien la figura del casi, pues la colocó como excusa de sus múltiples actividades y luego para generar una especie de defensa de lo mucho o poco que sí hizo, pero no lo exime de que no la terminó.

Vamos a otro escenario de mayores riesgos, pongámoslo ya en un trabajo normal, donde no extrañaría oír un diálogo similar al siguiente: “licenciado Medina, ¿tiene usted el informe que se le pidió hace dos semanas?”, preguntará el jefe inquisitivo, a lo cual obtendrá por respuesta: “claro, jefe, ya casi lo tengo, nada más lo estamos detallando”. Dejando Medina abierto ese espacio de duda que genera ahora el verbo “detallar”. Explosiva mezcla entre detallar y casi. Seguro que más de un jefe la ha escuchado y ahora recuerda a algún empleado o ex empleado.

Pero el casi tiene una vida propia y prolija que también podemos ubicar con facilidad en la vida cotidiana. Por ejemplo, he escuchado más de una vez a las mujeres señalar que un hombre es “casi perfecto”, la mayoría de las veces no es por falta de galanura, exceso de peso, color de piel, religión que profesa, series de televisión o equipo de futbol de su preferencia; no, la razón es más directa: el caballero en cuestión es “casi perfecto” porque está casado con alguien que no son ellas. Ese, digamos, es un casi existencial.

Incluso, en esta misma rueda de la fortuna el casi de la suerte es el que vive en los jugadores de lotería y siempre se alimentan de buenos deseos: “casi me la gano esta vez”. Seguirán jugando, aunque su medida de acertar sea distante para ellos, en el deseo de ganar, siempre va a ser casi el que salga con el premio mayor.

Uno que no podemos dejar fuera es el “casi deportivo”, digamos el sinónimo del “por poquito”. Ejemplo suficiente es, en un juego de futbol, cuando el balón pega en el poste del equipo rival y no entra a gol, allí se escucha luego de un “¡ah!”, el típico casi o la figura ya mencionada del por poquito, aunque el marcador siga igual.

De tal suerte, el casi es una figura que existe y se puede percibir con facilidad y con provocaciones menores. No obstante, su abuso puede entorpecer el desarrollo de una nación y bien se podría agregar a la larga lista de pretextos de la clase gobernante. Ejemplo: “casi salimos de la pobreza”, traducción: “estamos igual o peor que antes”. Allí sí, odiamos el casi y su insoportable levedad.

Texto aparecido en el suplemento CAMPUS de Milenio Diario.

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