lunes, 12 de septiembre de 2011

El 11 de septiembre

La historia se escribe de manera conjunta. No se puede separar la historia propia y la historia del mundo. El 11 de septiembre de 2001 estaba en clases cuando sucedió el atentado que acabó con la pureza y perfecta seguridad de una nación que por primera vez sintió miedo y lo transmitió a varias partes del orbe.

Esa mañana estaba con mis compañeros de la carrera de Ciencias de la Comunicación en alguna de las aulas de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México, el profesor era el periodista Jorge Meléndez Preciado, quien comentó que un avión se había estrellado contra una de las Torres Gemelas de Nueva York pero como la nota la había dado un payaso nadie lo había tomado en serio.

Se refería al noticiero “El Mañanero” que conducía Víctor Trujillo en su caracterización del payaso Brozo en el extinto CNI Canal 40 en el valle de México. Antes de terminar la clase ya un compañero me había escrito un mensaje al teléfono celular para preguntarme si estaba viendo la televisión. Al terminar la sesión, nueve de la mañana, el movimiento en los pasillos era mayor del normal y gracias a dos aparatos de televisión que tenían los “compañeros” del Comité General de Huelga uno adentro y otro afuera de su cubículo pudimos muchos ver cómo la segunda torre se venía abajo.

Los comentarios seguía de un lado a otro, la decisión de subir al avión Air Force One al Presidente George W. Bush parecía lógica luego de que empezaron a confirmarse los ataques al Pentágono. Una voz dijo que luego del inmueble de seguridad y lo simbólico de la economía con las grandes torres, los siguientes objetivos serían Disneyand y la Casa Blanca.

Los compañeros del turno vespertino llegaron con los periódicos de la tarde, hacía mucho que una edición vespertina no era tan solicitada. Como muchos, no sólo compré ese ejemplar, sino casi todos los diarios del día siguiente, iban a ser históricos por decir lo menos, muchos museos los llevarían a sus salas para escribir el nuevo capítulo de la moderna humanidad, la historia del terror.

Con ese atentado, enmarcado por lo visual que resultó para todos mirar en videos y fotografías cómo caían seres humanos quienes habían decidido saltar desde los altos pisos con tal de no ser devorado por las llamas o aplastados con el colapso de los pisos del edificio, así como el polvo que tardó días en ser desprendido de la Gran Manzana, nos quedó a todos claro que una nueva forma de convivencia tendríamos por delante: la de la desconfianza, la del odio, la de la venganza.

Las palabras del Presidente Bush fueron más que claras. Vendría a la violencia más violencia. Hizo un llamado a la guerra para salvar a la humanidad, puso rostro y nombre al enemigo, todo lo demás no importaba. Las conjeturas no se hicieron esperar, algunas voces señalaban que con ese acto también se lograba apuntalar la economía estadounidense que ya iba en picada con el gran movimiento que significa el armamento y sus contextos.

Las historias de héroes también tienen cabida en este gran libro. Muchos anónimos que cedieron una parte de sí para que otros tuvieran algo de dónde agarrarse. Es claro que si bien muchos perdieron la vida ese día, otros tantos más perdieron un pedazo de su vida y aún hoy siguen caminando entre nosotros.

Conocí Nueva York y esa llamada Zona Cero en febrero de 2007, sería dudoso decir que no se siente nada, pero también es cierto que en ese entonces muchos lucraban con las lágrimas ajenas pues hacían un negocio el paso de los turistas. Hoy con la nueva fisonomía desconozco si será un punto de venta, seguramente sí.

¿Qué nos deja 10 años después esta lección? Más allá de los controles en los aeropuertos, de una prolongada guerra que ya no sabe identificar al enemigo, en un contexto marcado por las crisis económicas que no respeta abolengo en los países, en una sociedad que transmite y produce información (no siempre fidedigna) a la velocidad de la inmediatez gracias a la tecnología de las redes sociales y los teléfonos celulares sin olvidar los ipads, laptops, etcétera.

¿Nos hemos hecho más humanos luego del 11 de septiembre de 2001? ¿Nos sentimos más seguro en Nueva York, en México, en Centro y Sudamérica, en Europa? ¿Las fronteras que cada día son más frágiles necesitan otro tipo de pasaportes? ¿La economía del mercado favorece a todos, se invierte más en educación o en seguridad? ¿Tenemos claro el rumbo a seguir?

Quienes estuvimos en aquella aula esa mañana terminamos la carrera, con cierta frecuencia nos encontramos, rara vez tocamos este tema pues ya nos queda muy lejos y otros más inmediatos como la violencia propia nos requiere más atención. Pero sin duda, a todos nos desagradó la noticia y de forma directa o indirecta nos afectó.


Texto aparecido en le periódico La Voz de Michoacán el lunes 12 de septiembre.

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