lunes, 10 de octubre de 2011

Un hombre toca a la puerta bajo la lluvia

Rodolfo Pérez Valero es un escritor cubano (1947) que se ha hecho de su nombre a base de golpes certeros. Ha ganado el Primer Premio de Cuento de la Semana Negra de Gijón en cinco ocasiones, y esas narraciones las ha conjuntado, sumado algunas más para darle vida a Un hombre toca a la puerta bajo la lluvia, colección que llama la atención por diversos flancos.

Primero, tomemos por caso el cuento “Sinflictivo”, tal vez el más cercano a las vivencias de su nacionalidad, el que mayor reflejos tiene de las vivencias de la isla, pero también una de las narraciones de mayor carga eléctrica con los que cuenta el escritor, pues si bien “Es una historia terrible, morbosa y, por tanto, irresistiblemente atractiva”, nos lleva de la nación comandada por los Castro a la otra parte de esa patria, donde sabe que “vivir en Miami se tornó riesgoso para mí: mucho extremismo político, demasiada gente conflictiva”.

La percepción de lo propio se pierde de a poco: “Aquí, si tú vienes de Cuba en una balsa, sin ningún documento, hecho mierda y rojo como una langosta y dices que eres Yurisleidis Fernández, de Guanabacoa, te dan la tarjeta de Social Security con ese nombre y eres Yurisleidis Fernández para el resto de tu vida, sin importar tu pasado”. No es tanto el juego de la doble personalidad, es más bien el significativo encuentro consigo mismo cuando ha dejado de ser quien en algún momento pensó era.
El juego de emociones hacen complemento de la intriga, sabe de anécdotas y de filosofía. De pensamiento claro, de certeras acusaciones, siempre con un paso de lado para dejar respirar quien lee: “La impotencia es la madre de la tristeza”.

“Ella murió” es una narración que sobresale, el manejo de personajes es su mejor carta de presentación, una trama que aparenta sencillez pero ata de un solo golpe la humildad con el robo, la soledad con el deseo y la perfecta espiral de un momento dado, de una coincidencia con la mala suerte de una decisión acertada de la persona que no convenía. El investigador que debe ser otro, incluso en el amor, lo cual siempre resulta caro.

“Lección 26”, por su parte, resulta ser ese exceso de pedagogía de parte del autor, es un cuento que sobra pues pareciera que expone las razones de su escritura, los ejercicios que realiza en su trabajo personal, sus secretos relevados en forma de presunción, pero que por supuesto a alguno puede agradarle.

Mientras que el cuento que le da nombre a la obra nos recuerda que la sorpresa lleva el ritmo, es de las tres o cuatro piezas que bien pueden tener cabida en una antología, desobedece el patrón establecido, a la intriga suma la extraña no coincidencia, ciñéndose a las cualidades más radicales que tiene, la velocidad de los movimientos instintivos.

Un hombre toca a la puerta bajo la lluvia es un libro que se disfruta, que tiene sus cuentos memorables y otros no tanto, pero sin duda en el veredicto final pasa la prueba pues las piezas recomendadas brillan, tienen magia, toque especial, complicidad que no se alcanza tan fácilmente, y eso siempre es lo que se busca cuando de leer se trata.

Rodolfo Pérez Valero, Un hombre toca a la puerta bajo la lluvia. Plaza y Janés, México, 2010, 191 pp

Texto aparecido en la Revista Siempre¡ de esta semana

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