lunes, 19 de diciembre de 2011

La Navidad se adelanta

La Navidad acostumbra llegar en diciembre y arribar por completo la noche del 24; sin embargo, ahora parece que su presencia la tenemos antes.
Es por demás común observar, en tiendas departamentales sobre todo, un notorio despliegue de productos alusivos a las fiestas decembrinas desde mediados del mes de septiembre, en el caso mexicano que celebramos la independencia con el famoso grito de dolores la noche del 15 de septiembre, es muy fácil mirar en los centros comerciales las banderas de México junto con los primeros indicios de la Navidad.
Las cenas de fin de año que normalmente se celebraban en la segunda quincena de diciembre, empezaron a recorrerse para inicios de ese mes puesto que cada vez más se complicaba por las vacaciones o por los compromisos sociales de los integrantes de esos grupos.
Pero ahora, es a mediados o finales de noviembre cuando inician estas llamadas convivencias de finales de año, cuando todavía no concluye el onceavo mes. Esto es, estamos celebrando el término de algo que todavía tiene mucho que darnos. A este paso celebraremos antes del 24 de diciembre la Navidad.
Hay casos en los cuales algunas dependencias públicas, por ejemplo Secretarías de Estado, hacen esas reuniones, pongamos por caso un desayuno con los periodistas que cubren su fuente, y se dan regalos, abrazos y buenos deseos, sin embargo, aunque no se crea, todavía se tienen contemplados en la agenda uno o dos eventos donde se requiere la participación de los integrantes de los medios de comunicación.
Cabe la pregunta: ¿Qué se debe hacer en tal caso, se vuelve a dar el abrazo de fin de año, se darán dos o tres más? Pregunta lógica que no viene en el Manual de Carreño de buenos usos y costumbres. Cuestionamiento natural a planteamiento cada vez más frecuente.
Ahora bien, en este ejemplo al menos la convivencia se nota cotidiana. Porque tal parece que la comunicación moderna exige mayor participación a través de canales tecnológicos por encima de la presencia física. Traducción, usamos más el teléfono que las reuniones presenciales.
Esta noticia tampoco debe tomarse para tirarnos a la tragedia, sino para la reflexión. Existe cierta percepción de que cada vez más convivimos menos tiempo con ciertas personas, entonces ese tiempo que nos obsequiamos debe ser de calidad. Llevemos este ejemplo a cualquier esfera social o familiar, además la época decembrina es un buen catalizador pues es cuando el pretexto para las reuniones sociales, laborales y sobre todo familiares se presenta.
Celebramos reunirnos dentro de los marcos de lo automático, se da por descontado que será con la familia o los seres que queremos donde pasaremos las fiestas decembrinas, al menos físicamente, porque mentalmente seguro más de uno estará en otro sitio, y es que cada vez más actuamos así.
El alumno que está en clase pero en su mente y en su teléfono está en otro mundo. El egresado que está buscando empleo con la esperanza de que al conseguirlo y obtener su primer pago pueda salir a algún lugar deseado. El empleado con la imaginación puesta en otro trabajo y no dando el cien por ciento de su desempeño en donde actualmente se le paga. El ama de casa que está en el mercado pero su pensamiento se dirige a otras estaciones. Distracción es la palabra que estamos buscando.
Aunque quizá sea más allá de la concentración o ubicación. También se requiere ánimo y complicidad para que sea mayor el disfrute de las pequeñas cosas que al final se transforman en las que nos marcan como ciudadanos.
El tema que nos convoca es la Navidad, que a muchos nos gusta y la celebramos el 24 de diciembre, como nos enseñaron, cuando debe ser. La inmediatez no debe forzarnos a celebrarla cuando todavía no es el tiempo. La temporalidad de la Navidad y de otras celebraciones importantes puede tomarse a la ligera si seguimos así.
Dice el filósofo Zygmunt Bauman, y tal vez tenga razón que “La cultura moderna líquida no tiene ningún ‘pueblo’ al que pueda ‘cultivar’. Lo que sí tiene son clientes a los que puede seducir”. Luego entonces podemos hablar de los propósitos de año nuevo.

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