lunes, 13 de febrero de 2012

Formas de volver a casa

A mediados de la década pasada apareció Bonsái, novela que llamó la atención y que puso en el cuadrante al también poeta Alejandro Zambra (Santiago de Chile, 1975), luego llegó La vida privada de los árboles, para dar paso a Formas de volver a casa, un libro que atrapa por su cercanía y ritmo.

El ejemplar tiene vida a partir de lo que es al querer ser. Es un juego de memoria, un rítmico vaivén, va del recuerdo al anhelo, de la gracia a la anécdota haciendo pausa en el sentimiento que aun le atraviesa el más grato momento de su infancia. No es una biografía pero lo parece con algunas frases lacónicas: “Es que prefiero escribir a haber escrito”.

Es también un retrato de Claudia, la chica de sus sueños, la chica de su vida. La que a veces vive con él, un él adolescente, adulto primerizo, escritor que da a leer su vida, y que en la obra cabe su parentela, y por supuesto su amor, aunque a veces mienta, aunque en ocasiones no sepa qué seguirá en cada capítulo y tenga la necesidad de reescribir.

El relato es la conformación y a veces la confirmación de una historia, pero de una que conlleva signos vitales y cicatrices, él mimo lo dice: “Es extraño, es tonto pretender un relato genuino sobre algo, sobre alguien, sobre cualquiera, incluso sobre uno mismo. Por es necesario también”. Quizá con la simpatía que el pequeño dolor guía.

Es una historia fugaz que va del pasado al presente, es una desesperante forma de decirle a quien tanto te cuenta que está escribiendo algo que debe mostrarlo o al menos terminarlo o, en una tercera opción mandarlo al diablo porque la historia no existe, es una mentira hilada de a poco, es eso, una desesperación por ver el libro terminado.

Porque en el fondo, lo tomamos como un reflejo de nuestra historia propia, no ya por las anécdotas que conjunta Alejandro Zambra en Formas de volver a casa, sino porque al leer sus páginas, se activa ese mecanismo que utilizamos cuando también nos percatamos que un día nos soltamos de la mano de nuestros padres, y nosotros supimos el regreso a casa pero ellos no.

El camino que cada uno trace es la verdadera historia, el amor se presenta, claro, como en toda obra, igual que el desamor, los conflictos familiares, pero la magia radica en el compartir, no ya en los personajes, sino en el escenario que se vuelve pasajero del mismo viaje, y es allí cuando uno se identifica con la obra de Alejandro Zambra, e invita a su lectura.

Alejandro Zambra, Formas de volver a casa. Anagrama, México, 2011; 164 pp.

Texto aparecido en la revista Siempre¡ el 28 de enero de 2012.

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