martes, 20 de noviembre de 2012

El pueblo que no quería crecer

Libro que causó polémica cuando salió en 1996 firmado como Polibio de Arcadia, El pueblo que no quería crecer es una crítica dura, por momentos necesaria, por instantes no del todo precisa, pero con argumentos que desvelan a un observador de la realidad, a un admirador de la circunstancia, pero a la vez a un analista, en veces reportero en otras personaje de un contexto contundente: México a finales de la segunda mitad del siglo XX. A la vuelta de los días nos enteramos que ese personaje y narrador es una mujer venida de Damasco, con formación y conocimientos humanistas muy fundamentados, aderezada con esa visión de la aventura que tienen quienes deciden emprender el viaje. Ikram Antaki (1948-2000) se ganó un lugar así como el respeto de muchos gracias a su sabiduría y su manera de ejercerla. La frase precisa va más allá de la ocurrencia, siempre es consolidada con la razón: “Encontré un pueblo dedicado a producir presentes, olvidándose del tiempo y del futuro”, se refiere al pueblo mexicano, a la circunferencia de nuestra realidad, a ese momento y a ese espacio que nos refleja como nación. Quien se hiciera famosa en sus participaciones en radio, también comparte: “Los mexicanos no viven, no luchan, no trabajan: juegan. Pero el juego de la muerte ha matado el juego mismo. Es así como empezaron a encontrar la muerte en el juego”. Eso lo dijo hace casi veinte años, cuando todavía no nos imaginábamos que pasaríamos de la ceremonia y del altar de la muerte a las portadas de los medios, a la cotidianidad de las fosas y las matanzas. El ritmo de sus apuntes parecen por momentos bombardear debido a su rapidez: “La mentira recita una lógica tan empobrecida que todo cabe en ella”, y sabe que tiene razón en buena parte de ellos: “El discurso se pretende real porque sus partes son hechos reales: aquí estamos frente a un sistema de ideas donde nada es más que pretexto”. Afirma que a los mexicanos no nos gusta la colaboración, para muestra las muchas ocasiones que nos toca trabajar en equipo, de allí que se brille más en la individualidad que en el conjunto, y ya también se preveía ese elemento en peligro de extinción, el elemento tiempo: “La velocidad es elegante a la vez que patética. Estamos apurados porque nuestra vida es breve. Pero confundimos generalmente el tiempo con la medida del tiempo”. Aunque muchos argumentos pueden adaptarse a todo terreno: “El conocimiento es lo suficientemente profundo para comprender que la vida es más profunda que él”. El pueblo que no quería crecer es un libro que puede leerse de corrido, pues atrapa por su forma y su contenido, también es cierto que las frases saltan de las páginas e invitan a la reflexión, y es allí donde radica el valor de su intromisión. Sabedora que la coyuntura no es limitativa para el actuar del ser humano en otras partes del orbe, ratifica que “Se puede mentir para engañar a los hombres y dañarlos, como se puede mentir para el bien de los hombres: para impedir los disturbios, calmar las pasiones y las emociones”, pues a final de cuentas “La vida es viaje y el viaje es historia”. Se recomienda su lectura sin pasiones, aunque se acabará apasionado de algunos párrafos, con ganas de debatir, de rebatir y de aprender. Ikram Antaki, El pueblo que no quería crecer. Joaquín Mortíz, México, 2012; 166 pp. Texto publicaod en la revista Siempre¡ del domingo 18 de noviembre de 2012.

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