sábado, 24 de noviembre de 2012

Te lo juro por Saló

Testigo de la realidad que comparte con un estilo propio y original, Arturo J. Flores (México, 1978) ha venido llamando la atención con libros como Provocaré un diluvio, una colección de crónicas sobre las vivencias de un grupo de rockeras y su manager, protagonizado por el mismo autor, fórmula que repite con éxito en su nueva entrega, Te lo juro por Saló. Galardonada con el Premio Nacional de Novela Justo Sierra O’Reilly 2011, éste es un libro irreverente, que se atreve, que apuesta y sale ganando. Una divertida historia donde más de uno se puede identificar tanto en imaginación como en realidad. La trama comienza con el típico sueño de todo adolescente mexicano por irse al otro lado para triunfar, aunque en este caso el objetivo planteaba antes un reto mayor: encontrar a Clint Eastwood para que hiciera una película del guión en el que dos años habían estado trabajando Michelle y Luke, quienes se enamoraron a primera vista, o a primer performance, pero desde ese día su pacto quedó sellado. De allí en adelante fue buscar la manera de llegar a la meca del cine. Con el poco dinero que le dejó a Luke su abuelo al morir, decidieron emprender la aventura. El inicio no fue fácil, el viejo hotel donde empezaron a hospedarse se convertía en una cárcel, no podían exponerse mucho por miedo a que los deportaran, pero tampoco estaban avanzando en el camino de localizar al auténtico cowboy que a su parecer era Clint Eastwood (se hace presente el recuerdo de Volver al futuro, ni modo que no hubiera referencias cinematográficas si es un libro que se hizo a fuerza de golpes de pantalla y de música). Las coincidencias de la vida siempre sirven para mejorar o empeorar la situación. La basta experiencia de ambos en filmes de todo tipo, incluyendo por supuesto los pornográficos hizo que un día en el hotel viendo una película de esa clasificación notaran que la distribuidora que viene en los créditos al final era la misma que quedaba cerca de donde ahora habitaban. Llevar el currículum era el siguiente paso. Sólo que hay que ser original en todo, en este caso el mejor trabajo fílmico como actores que tenían Michelle y Luke era una película casera que grabaron mientras tenían relaciones en el viejo sillón de una tienda de videos llamada ED (homenaje a Ed Wood, el mejor peor director de cine). Pascual Mosqueda, propietario de la marca reconoció de inmediato tanto en la vida real como en el video el potencial que había en Michelle como actriz porno. Allí comienza la trepidante aventura, el cambio de ritmo en las vidas, el aparente desvío en el objetivo del viaje porque como muchos saben “la pornografía es un asunto de amor a primera vista”, y de eso iba el trabajo, o al menos así comenzó, haciendo de Luke y Michelle profesionales del filme porno, la escena vale la cita: “La primera escena iba a comenzar. Ya estábamos todos desnudos y yo, para variar, tenía problemas para que se me parara. Rey Toro, Old Tommy, además de otros dos nuevos convocados, Mare Magnum y John Dick, parecían hechos de concreto. Me sentía ridículo junto a ellos, no por el tamaño de mi arma, sino porque los cuatro superaban el metro ochenta de estatura y presumían muchas horas de gimnasio. Yo, con mis lentes de fondo de botella, un metro con sesenta y tres de alto y el cabello revuelto, debía lucir como el Woody Allen del porno”. Con su imaginación Luke halló su mejor papel en el de guionista de películas porno, la belleza de Michelle era su principal aportación, la otra sus múltiples viajes referenciales a filmes mexicanos y música de todo tipo (no es gratuito que cada apartado abra con una cita musical). Para una pequeña compañía como la de Pascual era todo un hallazgo que sus filmes empezaran a consumirse de esa forma. Michelle dejó de ser Michelle, ahora era Frida Ixtab, la nueva diosa del cine porno (“el porno era el infierno donde ardían los sueños americanos”) grabaron algunos filmes, el más conocido Cocabduced, el cual los lanzó al estrellato, a tales grados que fueron invitados a una afamada convención que tenía lugar en Las Vegas. Ese viaje iba a darle un nuevo rumbo a las cosas, pues allí Luke conoció a Jordi Starr director/editor de la revista Bloody Bunny, la más prestigiada del gremio, quien le abrió otras posibilidades y otros alcances. Por ejemplo cumplir su mayor fantasía sexual con la integrante de un grupo musical. La idea de Starr era sumar a su equipo a Luke, pero sabía lo que esto significaba, entre otras cosas poner en riesgo su vida con Mosqueda, quien les había conseguido documentos falsos a Luke y a Michelle para tener un mayor control de su gente. Pero las intenciones de Starr iban más allá, luego de convencer a Luke y a Michelle para que ella fuera la portada de Bloody Bunny, y justo cuando hacían las fotografías, Starr intentó besar a Luke quien lo rechazó, primero se escudó en que fue un error y que lo disculpara, pero poco después tomó la amenaza como bandera, contaba con el video donde se mostraba a Luke con la chica del sueño erótico teniendo relaciones, y advirtió al guionista que si no se acostaba con él ese video le llegaría a Michelle. Ese tercer momento es donde viene el desenlace, al igual que el resto de la obra es trepidante, el cambio de páginas confirma la agilidad de la lectura y comprendemos que “la vida no se parece a las películas. El reproductor del destino no tiene un botón de pausa, ni mucho menos de stop. La película corre hasta el final”. La nueva entrega de Arturo J. Flores resulta ser una bocanada de distracción y entretenimiento muy válida en nuestra literatura, el lenguaje lo hace además de cotidiano muy cercano, por ejemplo más de uno ha utilizado la expresión verpelis, pero en el caso de Flores lo llevó a hacerlo verbo. Es una lectura que se vuelve adictiva, la descripción de sus escenas y el peso de cada personaje están justificados plenamente. Por momentos las escenas de sexo van de la lujuria erótica a lo pornográfico pero siempre sale adelante, el ritmo musical de fondo ayuda en el cometido. Te lo juro por Saló seguramente comenzó como el fallido guión de Luke y Michelle titulado “Sexo, drogas y tú”, pero termina siendo un reencuentro con la nostalgia como esa canción que nos hace reír y llorar a la vez, pero sobre todo una lección de que en la vida se apuesta y en esa medida se gana y se pierde, pero si te toca la segunda, hay que saber perder con estilo. Leer la nueva entrega de Arturo J. Flores es como ver una película o escuchar una canción pasada mientras comemos palomitas, pues en algún momento nos refleja, y en otro nos provoca. Arturo J. Flores, Te lo juro por Saló. Ediciones B, México, 2012; 225 pp. Texto aparecio en Revista Siempre del domingo 25 de noviembre 2013.

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