sábado, 23 de marzo de 2013

Cuentos a deshora

Perteneciente a la llamada segunda ge­neración del exilio español, Arturo Souto Alabarce nació en Madrid en 1930 y es hijo del pintor Arturo Souto Feijoo. Su nombre aparece en portadas de los libros que integran la colección “Sepan cuantos…” de la editorial Porrúa, pues varias introducciones son de su autoría, así como de la colección “Nuestros clásicos” de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), donde ha destacado como académico obteniendo incluso el Pre­mio Universidad Nacional. En ese perfil de investigador ha escrito varios títulos de análisis y formación literaria como “El romanticismo” (1965), “Grandes textos creativos de la literatura española” (1968), “Literatura y sociedad” (1972), “El ensayo” (1972) y “El lenguaje literario” (1985). Incluso la Universidad Autónoma Metropolitana en 1998 le otorgó el grado Doctor Honoris Causa. En lo que respecta a su vena narrativa, en 1960 la misma UNAM publicó una colección de cuentos titulada “La plaga del crisantemo”, y desde entonces, no había salido a la luz un volumen con la obra de Souto Alabarce que no fueran piezas sueltas en antologías tanto en español como en otros idiomas. Ahora, Bonilla Artiga editores pone en circulación “Cuentos a deshora”, una reedición de aquel volumen, actualizado y ampliado de este escritor original, serio, con fortaleza en las tramas y que va directo al grano cuando así se requiere, como por ejemplo en “Nunca cruces el parque ni vayas al este”, donde encuentra respiro el recuerdo más duro, el de la guerra española, el de la separación, del olvido, de la distancia, que describe de buena forma en las relaciones humanas: “Pacífico entre feroces, mi amigo era de una generación anterior a la mía y técnicamente le debía respeto, pero en tiempos de violencia y fragmentación como el nuestro, las generaciones se habían fracturado y ya nadie podía saber cuál era la más antigua o la más reciente”. El ser humano que reflexiona tanto en lo interno como en voz alta, el que ata y desata las emociones, el mismo que transmite sentimientos diversos (“El miedo era al vacío, a la ausencia, a la nada, a la absoluta desolación”), así son algunas líneas de Souto, con una prosa limpia, estética, contundente. Los cuentos son en su mayoría cortos, y en cada uno tiende un puente de complicidad con el lector, por ejemplo, “Tenebroso” conlleva cierta dosis de erotismo que le viene bien, mientras que por su parte “In memoriam” nos echa en cara gracias a su final original e inesperado, que la infidelidad sirve para nuevos casos, entre ellos para enaltecer el orgullo. Allí se ubica una descripción exacta de los tipos de personajes que gusta elaborar Arturo Souto: “Pertenecía Justino a esa clase que, sin salir nunca de la más oscura miseria, aborrece todo cambio”. Por su parte el cuento que el da título a su primera obra, “La plaga del crisantemo” se integra de diversos elementos que lo transforman en una gran pieza, va de lo social colectivo a lo personal, el color grisáceo es un misterio que todo se empieza a comer, lo que los ojos alcanzan a ver mutan de color, o mejor dicho lo pierden, y se vuelve todo gris. Allí viene la crítica, pues al ser iguales muchas cosas pierden su valor, o mejor dicho se uniforman, los grupos sociales padecen la más gris de la felicidad. No desperdicia la oportunidad y entre líneas podemos leer mensajes clasistas pero con cierto humor, por ejemplo cuando enlista a la par de la opinión pública o la prensa a “las amantes de los directores de los grandes periódicos”, lo cual parece no tiene nada que ver, pero no está forzada su integración, digamos que es un guiño de pocos genios. Su clásico y más famoso cuento es “Coyote 13”, incluso podríamos decir que es su gran tema, pues también toca otras piezas como “El gran cazador” y “Los lagartos”, donde con tino lleva al ser humano en su constante batallar contra sí mismo, contra la soledad, contra el tedio. Se dibuja la individualidad a la par y con el similar contorno que tiene ese complemento del adversario. El peso que le da a las descripciones a partir del protagonista sobresalen: “Y los ojos diminutos, contraída la pupila por años de blancura solar, eran azulgrises, inocentes y, al mismo tiempo, duros y secos, porque en ellos sólo se reflejaba el desierto, la superficie de inmensas soledades, geométrica y abstracta”. No es difícil prever que el coyote aparecerá tarde que temprano, sin embargo el desarrollo de la trama le da un poder diferente. La capacidad de atracción de los cuentos de Arturo Souto, el magnetismo de algunos de sus personajes y escenas, la descripción de los ambientes, el pulso para dibujar instantes (gran manejo del elemento tiempo), se conjugan de buena forma para conformar un volumen de gran valía. Además, sin duda le da la razón a José de la Colina, quien en el prólogo señala que “Coyote 13” es uno de sus veinte cuentos favoritos. Quizá los seguidores o nuevos lectores de Arturo Souto Alabarce, hallen otra pieza para la colección. Arturo Souto Alabarce, Cuentos a deshora. Bonilla Artiga Editores (número 3 de la colección Las semanas del jardín), México, 2012; 157 pp. Texto aparecido en la revista Siempre¡ en su edición del domingo 24 de marzo 2013.

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