martes, 27 de mayo de 2008

Nocilla Experience


Después de un inicio discreto más cargado hacia el mundo de la poesía, Agustín Fernández Mallo (La Coruña, España, 1967), se ha consolidado en la narrativa contemporánea en castellano gracias a su Proyecto Nocilla, una trilogía que empezó con Nocilla Dream (Editorial Candaya, España, 2006), continúa con Nocilla Experience y concluirá con Nocilla Lab que aparecerá en 2009.En este espacio hablamos ya sobre la primera (Siempre¡ 2832 del 25 de septiembre de 2007), ahora toca el turno de su continuación, una obra compuesta por páginas que efervescentemente hacen al lector partícipe de todas sus historias.Formada a manera de zapping televisivo, la brevedad de los capítulos hace que no se pierda el hilo de ninguna trama, antes bien al contrario, estamos más al pendiente sabiendo que éstas no se encontrarán, aunque la posibilidad está latente, posibilidad del absurdo, del imaginario, del latido que se escabulle: “Hay personas que se pierden en lugares que a nadie importan”.Dentro de la abundancia de temas y escenografías podemos apreciar el tendedero de una azotea donde cuelgan, sujetadas con pinzas, hojas donde se posan fórmulas científicas, pues “No hay nada mejor para comprobar la firmeza de una teoría que airearla antes de propagarla”, (en una nota al final el autor aclara que esta idea no la ubicó en el libro de Roberto Bolaño 2666, como le fue aclarado por un amigo, incluso confiesa no haber leído esta novela antes de escribir la suya, calificado esto como coincidencia literaria).A grandes saltos, pues así lo exige la novela, nos enteramos en el capítulo o sección 69, que lleva el recuerdo hasta la madrugada del 12 al 13 de febrero de 2005 cuando el incendio de la torre Windsor de Madrid, y conlleva la crítica a manera de confesión al igual que en su obra anterior: “Haced la prueba: si ahora, aquí, cualquiera encendiera un fósforo, ya veríais como, inconscientemente, todo el mundo dirige la vista hacia esa llama. Pero, además, hay otro asunto y cuidado, es un secreto, sé que fue una obra de arte porque la hice yo”.El autor es Josecho, quien se encontraba en su caseta de ese mítico edificio madrileño trabajando en su nuevo proyecto de poesía transpoético (guiño de sano esparcimiento que obliga a la memoria a atraer el proyecto de Poesía Pospoética del mismo Fernández Mallo).Haciendo honor a su perfil de licenciado en Ciencias Física, toma conceptos de ese campo para llevarlos a la literatura dando posibilidades a un ritmo diferente: “Científicos de todo el mundo hacen colisionar chorros de partículas a velocidades próximas a la de la luz para que viajen al pasado, al inicio del Universo, y brillen allí unos segundos antes de que remonten el tiempo trayendo información de aquella visión espectral, fortuita y moralmente neutra, que hemos heredado aunque respecto a ella sólo seamos entes ciegos”.Las soluciones crudas cual reales parecen el continuo en un imaginario poblado por la inmediatez y ahora también la estrechez que juzga a los diferentes: “tras la guerra, sin poblaciones ni soldados que le den vida, por esa carretera no pasa nadie. Las 20 familias a veces salen juntas a recorrer la carretera a pie, se arman de comida de cerdo en salazón, pan y vino, y se sienta a merendar en algún lugar siempre nuevo pero que es como si siempre fuera el mismo, ya que esa llanura es la exacta repetición de un paisaje euclídeo”.Entre las líneas del libro también se pueden ubicar pasajes de El pop después del pop, y de Apocalypse Now de Francis Ford Coppola, que se transmutan en elementos de convivencia con los párrafos de Fernández Mallo. Así también líneas enteras de Rayuela de Julio Cortázar, pues en la mente y talento del español existe un personaje que escribe ese clásico de la literatura universal y, a la vez, un prototipo B, en forma científica, con las cargas neuronales que eso implica.La variedad, la repetición como forma de vida, son elementos en la lista de usos y costumbres, así como la pérdida constante, aunque a veces más lenta de lo que pensamos, de los sentidos: “Ahora cocinamos objetos, pequeñas cosas que hay por ahí, pero ¿no te apetecería cocinar, por ejemplo, un barco, o un avión, o la ciudad de Nueva York, o un rayo de luz, o mejor aún, el horizonte?”Estamos pues frente a un mundo de los absurdos que nos es conocido y atrayente, cada día más lógico y con argumentos no tan lejos de lo razonable. Si bien en la entrega anterior habían sido partícipes diseñadores de alcantarillas ahora llegan estos cocineros quienes piensan que “mi cocina es el punto en el que la luz solar provoca mutaciones, se hace total en la superficie de las cosas”.Además, dentro de esta comedia humana está Harold, quien comió todas las cajas de cereales que llevaban en la tapa la fecha de caducidad que le recordaba la muerte de su pareja; en este caso es la libertad, particularmente a la vida de pareja, luego de la muerte de la otra persona, que se logra de diversas formas, aunque cada quien le pone el precio que le parece si no justo, al menos sí necesario para ello.Antes de finalizar la obra como tal aparece un epílogo que es por propia convicción una historia dividida en dos que de alguna manera, tal vez no del todo nítido, se entrelazan. Estos cruces no son forzados si bien se puede presumir de una abundancia de citas de parte del autor, quien retoma además de los insertos de Rayuela, páginas del libro Análisis matemático de Tom M. Apostol, y de películas como Ghost Dog de Jim Jarmusch.Quizá detalles de redacción como “Existe la posibilidad de la existencia…”, o “Fue allí donde ella le confesó que su mayor ilusión sería ser modelo”, salten a la vista de los lectores más exigentes, pero sin duda los ya muchos seguidores de Agustín Fernández Mallo, así como la crítica que le ha prestado atención tendrán un espacio designado para Nocilla Experience.Si Nocilla Dream tuvo elementos precisos para ser diferente, original y con fuerza narrativa que hacían accesible su identificación, ahora Nocilla Experience refuerza esta idea de Fernández Mallo, quien además hoy cuenta con el respaldo de una editorial de grandes dimensiones, que también lo tiene, justo es decirlo, escribiendo un blog en su página de Internet (sacando todo el provecho posible al contrato).


Agustín Fernández Mallo, Nocilla Experience. Alfaguara, España, 2008, 205pp.

Publicado en Siempre 2867, 25 de mayo de 2008

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