jueves, 22 de mayo de 2008

Protocolo

Por cuestiones laborales recientemente revisé temas relacionados con el protocolo. Tuve la oportunidad de tomar una clase de esta materia en mi estancia en Pamplona, España (aunque no se note en mi vida práctica los conocimientos teóricos) con el profesor José Carlos Monforte que sirvió a la Casa Real de aquella nación durante años, y por ende tenía mucha experiencia en ese campo que siento no está del todo valorado.
El protocolo sirve para comunicar mensajes. Un protocolo mal llevado se nota mucho más que uno bien trabajado, ello porque los errores son muy costosos. Imaginemos en una reunión internacional donde se presentan líderes de naciones. Las labores inician desde las negociaciones previas, de cómo ir vestidos, cómo se deben acomodar para la foto oficial, verificar si requieren traductor (prefieren que sea hombre o mujer), necesitan de una comida especial o prefieren traer su propio cocinero, y un largo etcétera que si no se pule hasta el mínimo detalle puede generar, y no es broma, conflictos entre gobiernos.
El protocolo no es sólo saludar mirando a los ojos y sonreír, es un acto político, pero que también podemos y debemos aprovechar en la vida cotidiana. Lo que mencioné al inicio que me sorprendió un poco fue que hay excepciones en que el hombre debe pasar antes que la dama. Una es al entrar a un restauran, pues se argumenta que el hombre debe entrar primero para solicitar el servicio y ser el objeto de las miradas incómodas en esos momentos. Otra es al abordar un taxi, pues el caballero deberá ser quien se deslice incómodamente por el asiento, dejando a la dama sólo la labor de cerrar la puerta. La última es al descender (no habla de ascender) las escaleras, puesto que si la dama tropieza, el caballero deberá estar dispuesto para aminorar el golpe, o mejor aun, evitarlo.
Ya sea en la vida personal, o en los actos oficiales (no sólo de naciones, los empresariales, comerciales, sociales) en general debe tenerse una mínima idea del protocolo a seguir. O no han visto presentaciones de libros donde no saben ni siquiera cómo acomodar a los invitados que hablarán de la obra, desconocen los organizadores quién va al centro, a la derecha, si debe haber paridad de género o si la ley que ya no permite fumar en varias ciudades hace que los ceniceros ya no tengan cabida en las mesas largas, por lo que resulta innecesario colocarlos, pese a ser el soporte de las marchitas flores que no combinan con la decoración del lugar, otro punto del buen protocolo.

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