jueves, 29 de mayo de 2008

La urgencia de la poesía

Fue gracias a un profesor de la preparatoria que conoció su libro inicial Las urgencias de un Dios,meticulosa como ha sido desde siempre, revisó la página legal para encontrar que la primera edición data de 1950.Al año siguiente entró a la carrera, y si bien no estudió letras, siempre mantuvo el gusto por la literatura. Por eso, no es de extrañar su presencia el domingo 18 de mayo a medio día en la sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes.
Se siente arropada porque la sala está prácticamente llena; le sorprenden tantos fotógrafos, algunos camarógrafos no le permiten apreciar del todo la llegada de su admirada. Viene en una silla de ruedas, la acompañan otros escritores que no reconoce (que no ha leído ni le interesan), la escoltan su hija y sus nietas, la suben al estrado y queda al centro de una mesa donde el fondo es un blanco dañino que no dice nada. Sólo es hasta que la voz de alguien que no se mira anuncia que comenzará el homenaje a Enriqueta Ochoa. Escucha su breve síntesis biográfica, le reiteran información que ya sabe, que nació en Torreón, Coahuila, en 1928, que hace pocos días fue su cumpleaños, que es de las escritoras más reconocidas en nuestro país, que el Fondo de Cultura Económica acaba de publicar su obra completa y que esta última noticia tiene una historia detrás, pero que pocos saben.
Escucha impaciente a quienes acompañan a la poeta, le aburren las modulaciones de voz para decir palabras gastadas, sin mucha sustancia, imaginadas al momento, no las nota sinceras, contrario, muy contrario a los versos de la poeta. Pues en ellos ubica una muerte como dolor, a la par de una vida como canto. La primera llevada al papel en líneas fugaces cual permanentes: “Nos has matado a todos con tu muerte”, y la primera con un tono que se sabe envalentonado, que se requiere así para acechar las circunstancias: “Qué bueno que naciste con la cabeza en su sitio,/ que no se achica la palabra en el miedo”.
La mira desde su butaca casi al final de la sala pese a haber llegado medianamente puntual. Por fortuna los discursos y disertaciones de los llamados invitados no se prolongan mucho. Se hace una pausa en la ceremonia para entregarle a la maestra Enriqueta Ochoa la medalla de Bellas Artes, la directora de la institución, María Teresa Franco, enarbola un discurso y al final, por fin, se levanta la voz de la poeta.
Le atrae su pronta respiración, le conmueve su sorpresa y gusto, le desespera su falta de aire, esa misma que le impide, después de los agradecimientos, leer más de dos poemas, pero eso a ella le basta, ha escuchado a una de sus heroínas modernas, ha palpado de cerca la validez de la poesía, sabe y conoce la certidumbre de las ideas, el placer de una correspondencia sin fecha. Como las dedicatorias en los poemas de Ochoa. Esos nombres de gente que no se conoce pero forma parte de sus vidas. Le agrada pensar que un día puede ser el suyo, otro nombre que aparezca en esa lista.
La misma voz anónima invita a pasar al balcón del Palacio para degustar el vino de honor. Ella no toma, pero desea el autógrafo de su admirada en el libro que lleva en la mano: Retorno de Electra, el número 72 de la "Segunda serie" de la colección Lecturas Mexicanas, un ejemplar comido por el sol, y desgastado por todos los dedos y ojos que se han posado encima de él.
Aguarda paciente a que la hija de la poeta autorice su turno para pasar a la firma. Es cierto que el mundo se construye con base en delirios punzantes. Lo siente cuando estrecha su mano, le transmite sus pulsaciones, el palpitar de su pluma clava el aguijón en cada línea de la dedicatoria, el veneno cumple su cometido, el brebaje que lo contrarresta no se ubica en ese instante, la sonrisa cómplice y sincera de la lectora, siempre al acecho, ahora toma un descanso y se deja llevar.
Ha cumplido su meta. Se hace a un lado para que la fila de admiradores siga su ritmo. Ahora, un poco más a la distancia atestigua la disponibilidad de la escritora; observa su cansancio, le asfixia tanta gente, pide un respiro y una copa de vino. Nuestra estudiante aprovecha para abrir las primeras páginas de su libro y lee detenidamente su dedicatoria. Luego pasa a los versos de más adelante: “Hay veces que amo el sitio en que nací,/ sin duda porque la luz del verano/ se anticipa oliendo a madurez todos los años”.
Se le acerca otro lector para solicitarle un cigarro, aunque sabe que es un pretexto sólo para entablar plática, pues ella no fuma. Reflexionan un poco sobre la obra de Ochoa, él dice que nota en la poesía de la autora de Las vírgenes terrestres (1969), que no teme al concepto, jamás huye de la palabra rijosa, si es necesario utiliza verbos que en papeles de otros no se ubicarían. Ella sólo atina a darle la razón y completa diciendo que también se puede medir en sus líneas el amor al vuelo, el amor en vuelo, con alas terrestres pero también terrenales, contiguas, cercanas, juntas. No en balde afirma la octogenaria que “somos pasto donde la luz madura”.
La ciudad ha cambiado su apariencia para ponerse un impermeable, pues la lluvia no tarda en ser testigo de las vivencias nuevas que enfrentarán los peatones lo que resta de día. Él sugiere beber un café para seguir la charla, ella no rechaza la oferta pero tampoco la acepta, se distrae viendo cómo llevan a la maestra Enriqueta Ochoa en su silla de ruedas camino a la camioneta que la trasladará a su hogar, donde vive rodeada a veces sólo de sus recuerdos, y antes de responder a la tentadora oferta se pregunta en voz baja: “¿A qué hora caerá la tarde para que se afile el aire/ y los pizcadores estremezcan el campo/ con su voz requemada?”, citando una vez más a su poeta favorita.

Publicado en Campus de Milenio Diario hoy jueves 29 de mayo de 2008.

martes, 27 de mayo de 2008

Nocilla Experience


Después de un inicio discreto más cargado hacia el mundo de la poesía, Agustín Fernández Mallo (La Coruña, España, 1967), se ha consolidado en la narrativa contemporánea en castellano gracias a su Proyecto Nocilla, una trilogía que empezó con Nocilla Dream (Editorial Candaya, España, 2006), continúa con Nocilla Experience y concluirá con Nocilla Lab que aparecerá en 2009.En este espacio hablamos ya sobre la primera (Siempre¡ 2832 del 25 de septiembre de 2007), ahora toca el turno de su continuación, una obra compuesta por páginas que efervescentemente hacen al lector partícipe de todas sus historias.Formada a manera de zapping televisivo, la brevedad de los capítulos hace que no se pierda el hilo de ninguna trama, antes bien al contrario, estamos más al pendiente sabiendo que éstas no se encontrarán, aunque la posibilidad está latente, posibilidad del absurdo, del imaginario, del latido que se escabulle: “Hay personas que se pierden en lugares que a nadie importan”.Dentro de la abundancia de temas y escenografías podemos apreciar el tendedero de una azotea donde cuelgan, sujetadas con pinzas, hojas donde se posan fórmulas científicas, pues “No hay nada mejor para comprobar la firmeza de una teoría que airearla antes de propagarla”, (en una nota al final el autor aclara que esta idea no la ubicó en el libro de Roberto Bolaño 2666, como le fue aclarado por un amigo, incluso confiesa no haber leído esta novela antes de escribir la suya, calificado esto como coincidencia literaria).A grandes saltos, pues así lo exige la novela, nos enteramos en el capítulo o sección 69, que lleva el recuerdo hasta la madrugada del 12 al 13 de febrero de 2005 cuando el incendio de la torre Windsor de Madrid, y conlleva la crítica a manera de confesión al igual que en su obra anterior: “Haced la prueba: si ahora, aquí, cualquiera encendiera un fósforo, ya veríais como, inconscientemente, todo el mundo dirige la vista hacia esa llama. Pero, además, hay otro asunto y cuidado, es un secreto, sé que fue una obra de arte porque la hice yo”.El autor es Josecho, quien se encontraba en su caseta de ese mítico edificio madrileño trabajando en su nuevo proyecto de poesía transpoético (guiño de sano esparcimiento que obliga a la memoria a atraer el proyecto de Poesía Pospoética del mismo Fernández Mallo).Haciendo honor a su perfil de licenciado en Ciencias Física, toma conceptos de ese campo para llevarlos a la literatura dando posibilidades a un ritmo diferente: “Científicos de todo el mundo hacen colisionar chorros de partículas a velocidades próximas a la de la luz para que viajen al pasado, al inicio del Universo, y brillen allí unos segundos antes de que remonten el tiempo trayendo información de aquella visión espectral, fortuita y moralmente neutra, que hemos heredado aunque respecto a ella sólo seamos entes ciegos”.Las soluciones crudas cual reales parecen el continuo en un imaginario poblado por la inmediatez y ahora también la estrechez que juzga a los diferentes: “tras la guerra, sin poblaciones ni soldados que le den vida, por esa carretera no pasa nadie. Las 20 familias a veces salen juntas a recorrer la carretera a pie, se arman de comida de cerdo en salazón, pan y vino, y se sienta a merendar en algún lugar siempre nuevo pero que es como si siempre fuera el mismo, ya que esa llanura es la exacta repetición de un paisaje euclídeo”.Entre las líneas del libro también se pueden ubicar pasajes de El pop después del pop, y de Apocalypse Now de Francis Ford Coppola, que se transmutan en elementos de convivencia con los párrafos de Fernández Mallo. Así también líneas enteras de Rayuela de Julio Cortázar, pues en la mente y talento del español existe un personaje que escribe ese clásico de la literatura universal y, a la vez, un prototipo B, en forma científica, con las cargas neuronales que eso implica.La variedad, la repetición como forma de vida, son elementos en la lista de usos y costumbres, así como la pérdida constante, aunque a veces más lenta de lo que pensamos, de los sentidos: “Ahora cocinamos objetos, pequeñas cosas que hay por ahí, pero ¿no te apetecería cocinar, por ejemplo, un barco, o un avión, o la ciudad de Nueva York, o un rayo de luz, o mejor aún, el horizonte?”Estamos pues frente a un mundo de los absurdos que nos es conocido y atrayente, cada día más lógico y con argumentos no tan lejos de lo razonable. Si bien en la entrega anterior habían sido partícipes diseñadores de alcantarillas ahora llegan estos cocineros quienes piensan que “mi cocina es el punto en el que la luz solar provoca mutaciones, se hace total en la superficie de las cosas”.Además, dentro de esta comedia humana está Harold, quien comió todas las cajas de cereales que llevaban en la tapa la fecha de caducidad que le recordaba la muerte de su pareja; en este caso es la libertad, particularmente a la vida de pareja, luego de la muerte de la otra persona, que se logra de diversas formas, aunque cada quien le pone el precio que le parece si no justo, al menos sí necesario para ello.Antes de finalizar la obra como tal aparece un epílogo que es por propia convicción una historia dividida en dos que de alguna manera, tal vez no del todo nítido, se entrelazan. Estos cruces no son forzados si bien se puede presumir de una abundancia de citas de parte del autor, quien retoma además de los insertos de Rayuela, páginas del libro Análisis matemático de Tom M. Apostol, y de películas como Ghost Dog de Jim Jarmusch.Quizá detalles de redacción como “Existe la posibilidad de la existencia…”, o “Fue allí donde ella le confesó que su mayor ilusión sería ser modelo”, salten a la vista de los lectores más exigentes, pero sin duda los ya muchos seguidores de Agustín Fernández Mallo, así como la crítica que le ha prestado atención tendrán un espacio designado para Nocilla Experience.Si Nocilla Dream tuvo elementos precisos para ser diferente, original y con fuerza narrativa que hacían accesible su identificación, ahora Nocilla Experience refuerza esta idea de Fernández Mallo, quien además hoy cuenta con el respaldo de una editorial de grandes dimensiones, que también lo tiene, justo es decirlo, escribiendo un blog en su página de Internet (sacando todo el provecho posible al contrato).


Agustín Fernández Mallo, Nocilla Experience. Alfaguara, España, 2008, 205pp.

Publicado en Siempre 2867, 25 de mayo de 2008

jueves, 22 de mayo de 2008

Protocolo

Por cuestiones laborales recientemente revisé temas relacionados con el protocolo. Tuve la oportunidad de tomar una clase de esta materia en mi estancia en Pamplona, España (aunque no se note en mi vida práctica los conocimientos teóricos) con el profesor José Carlos Monforte que sirvió a la Casa Real de aquella nación durante años, y por ende tenía mucha experiencia en ese campo que siento no está del todo valorado.
El protocolo sirve para comunicar mensajes. Un protocolo mal llevado se nota mucho más que uno bien trabajado, ello porque los errores son muy costosos. Imaginemos en una reunión internacional donde se presentan líderes de naciones. Las labores inician desde las negociaciones previas, de cómo ir vestidos, cómo se deben acomodar para la foto oficial, verificar si requieren traductor (prefieren que sea hombre o mujer), necesitan de una comida especial o prefieren traer su propio cocinero, y un largo etcétera que si no se pule hasta el mínimo detalle puede generar, y no es broma, conflictos entre gobiernos.
El protocolo no es sólo saludar mirando a los ojos y sonreír, es un acto político, pero que también podemos y debemos aprovechar en la vida cotidiana. Lo que mencioné al inicio que me sorprendió un poco fue que hay excepciones en que el hombre debe pasar antes que la dama. Una es al entrar a un restauran, pues se argumenta que el hombre debe entrar primero para solicitar el servicio y ser el objeto de las miradas incómodas en esos momentos. Otra es al abordar un taxi, pues el caballero deberá ser quien se deslice incómodamente por el asiento, dejando a la dama sólo la labor de cerrar la puerta. La última es al descender (no habla de ascender) las escaleras, puesto que si la dama tropieza, el caballero deberá estar dispuesto para aminorar el golpe, o mejor aun, evitarlo.
Ya sea en la vida personal, o en los actos oficiales (no sólo de naciones, los empresariales, comerciales, sociales) en general debe tenerse una mínima idea del protocolo a seguir. O no han visto presentaciones de libros donde no saben ni siquiera cómo acomodar a los invitados que hablarán de la obra, desconocen los organizadores quién va al centro, a la derecha, si debe haber paridad de género o si la ley que ya no permite fumar en varias ciudades hace que los ceniceros ya no tengan cabida en las mesas largas, por lo que resulta innecesario colocarlos, pese a ser el soporte de las marchitas flores que no combinan con la decoración del lugar, otro punto del buen protocolo.

miércoles, 21 de mayo de 2008

Vestir libros


Gracias a mi amigo y maestro Robert Endean Gamboa, comparto la portada de “Encuadernaciones artísticas de Evelyne Buchdid”, un ejemplar-catálogo de la exposición que se hizo de algunos de los libros de esta artista que como bien dicen vestía los libros. Las diferentes tendencias de la moda llegaban a la sensibilidad de esta dama para ser plasmadas en la encuadernación de diferentes obras. Ejemplares de autores como Octavio Paz, Salvador de Madariaga, Juan Rulfo, Ezra Pound, Oscar Wilde, Eduardo Césarman, Guadalupe Amor, Carlos Fuentes, Max Aub, entre otros, algunos de ellos con dedicatorias, conforman este catálogo que sin duda es de esos documentos que uno agradece que existan, y que se reconozca la labor de personajes como Evelyne Buchdid.

martes, 20 de mayo de 2008

La gente habla

He, como muchos, visto a la gente que habla sola. Ya sea en el transporte, en la calle, donde sea. A veces es una equivocación pues no percibo el aparato del teléfono que se posiciona del oído para dejar las manos libres, pero cuando presto atención y me queda claro que no es por ningún adminículo tecnológico, sino por puro placer de locura de hablar solo, me provoca envidia. En lo personal, requiero interlocutor para intercambiar ideas, conceptos, sentimientos, aun no logro hablar solo en voz alta, quizá el mecanismo no sea el mismo, tal vez no cuento con ese ánimo o espíritu de aventura que tiene aquellos que charlan con el viento.

lunes, 19 de mayo de 2008

Enriqueta Ochoa

Ayer en el Palacio de Bellas Artes se le rindió un justo homenaje a la poeta Enriqueta Ochoa, escritora de altos vuelos, sin duda parte fundamental de la lírica no sólo mexicana sino de toda la lengua castellana, la coahuilense de nacimiento convivió con sus lectores, los que sabemos que sus poemas transmiten pulsaciones, y combinan a tiempo el palpitar de un sentimiento cuando el veneno cumple su cometido.
Agradecida, la autora de Las vírgenes terrestres al final leyó un par de sus poemas, sin embargo sí se percibe que se le deben más honores, el mayor leer su poesía, se recomienda por ejemplo la reciente edición de su obra reunida elaborada en el Fondo de Cultura Económica.

martes, 13 de mayo de 2008

Cicerón abreviado

Dice Cicerón en sus Diálogos en Túsculo: “es propio de la estupidez ver los vicios ajenos y olvidarse de los propios”, cierto. Mal gastamos el tiempo criticando a los otros pero no ejercemos la autocrítica ya sea profesional o personal en cada coyuntura, con los amigos, la pareja, la familia. En la misma obra nos comparte que el dolor más grande y perdurable es la vergüenza, esto es que duele más que el dolor mismo. Ejemplifico con una escena común: en una cita, pensemos en el rompimiento de una pareja, quizá ella le propine una bofetada a él, pues el dolor físico puede durar ese día y al otro dejar ligeras marcas, pero el sentimiento y sobre todo la vergüenza (extendamos la imaginación para pensar que es el lugar favorito para cenar de él y que por ende varias de las personas que presenciaron el momento de la famosa bofetada estarán cenando también allí de vez en vez) pervivirán más tiempo. Quizá por ello, cuando las cosas están muy mal, le llaman acto de vergüenza a lo conveniente que puede resultar retirarse, hacerse a un lado, o decir adiós. Es lo único que queda después de una desagracia.

viernes, 9 de mayo de 2008

El cuerpo literal

El volumen Hago de voz un cuerpo es un libro-objeto, pues su bella presentación es lo primero que salta a la vista. Ya después por cuenta propia, debido a que carece de texto introductorio, uno pasa directo a la idea de la compilación: leer los versos que intentan dibujar una descripción del cuerpo humano.

Poetas reconocidos se dan cita en estas páginas que llevan un orden que va de la cabeza a los pies. Inaugura el volumen David Huerta quien recomienda: “Cuídala. Sé lo que te digo./ No la pierdas, no la apuestes:/ no la escondas ni la prestes./ (Quizá es tu mejor amigo…)”, le sigue Francisco Hinojosa quien habla sobre los ojos y Eduardo Langagne en su disertación acerca de la nariz y su contenido: “los mocos son caballeros/ que al salir lucen felices:/ no son dos nuestras narices,/ sí son dos sus agujeros”.

Francisco Segovia sobre la lengua señala: “Esto es lo que ha hecho la lengua/ tras de los labios cerrados.// Una luna que no mengua/ en la noche de la boca…// Tras los labios apretados,/ una luna eterna, loca…”, también se da tiempo para exponer sobre los pelos de bruja. Fabio Morábito escribe acerca de las orejas, pero va más allá: “para oír el silencio no te tapes las orejas/ oirás la sangre que corre por tus venas// para oír el silencio aguza los oídos/ escúchalo una vez y no vuelvas a oírlo”.

Héctor Carreto es el encargado de escribir sobre el cuello, a Coral Bracho le ha tocado el pecho; Alfonso D’Aquino comparte su lectura de las manos y de algo que califica como Tambor de sol: “Y en el tronco de mi cuerpo/ tañe por fuera y por dentro,/ como retumba en el viento/ el tambor del universo… Todas las cosas/ te atraen…”. Similar sucede con Elsa Cross y su centro del mundo.

La antóloga María Baranda no queda fuera (comparto con aquellos que señalan que es de mal gusto que los antólogos se incluyan, pero bueno, qué le vamos a hacer), habla sobre Mis brazos, Mis dos mitades y Mis codos, de los primeros dice: “Mis brazos, mis brazos/ de un lado de mí/ y del otro// parecen decirle al aire/ que algún día// yo/ saldré volando,/ volando”. Quizá la parte más floja poéticamente hablado, pues el libro mantiene una coherencia en las imágenes de Gabriel Pacheco.

Dana Gelinas expone su punto de vista sobre las uñas, Natalia Toledo en zapoteco y castellano habla sobre el sexo de los infantes bajo los títulos La flor de los niños y La flor de las niñas, a Eduardo Hurtado le asignaron descifrar el código de las piernas, y lo logra de buena manera: “Las piernas son alegres:/ circulan, trepan, bailan,// se ponen de rodillas/ para chocar canicas/ o recoger arañas”

La rodilla ubica buen interlocutor en Edgar Valencia: “De frente pareciera una naranja/ fresca y lista para el jugo;/ por detrás un plato hondo no muy hondo,/ y por un lado la cima/ de una montaña intrépida y cercana”. Y cierra Antonio Deltoro, poeta que no teme hablar de los pies como un acto de reflexión: “Ahora tú caminas con dos pies:/ antes, a gatas, no podías/ caminar/ y mirar las nubes,/ las estrellas, los pájaros,/ ni cargar tus juguetes,/ ni montar un caballo”.

Hago de voz un cuerpo es una recomendación para encaminar a los niños y jóvenes a la poesía y el conocimiento de una forma diferente del cuerpo humano. Sin embargo es bueno señalar algunas observaciones del libro-objeto: las ilustraciones colaboran en la idea central del volumen, pero hay por momentos un exceso de vacíos en ciertas páginas, con poemas que bien pudieron hallar acomodo en una sola página y se vieron entrecortados; el libro pudo haber sido más compacto en el número de páginas pero más eficiente en su intención.

Además, en algunos casos, como en la portadilla de Natalia Toledo, es muy difícil leer el nombre de la autora pues la combinación de colores no fue la más lograda. En lo que respecta a la obra poética, hay escritores que pensaron en un público diferente al de sus pares, la intención y el lenguaje son muestra de ello, empero, esto no detiene la buena hechura poética, eso es aparte. Aunque sabemos que la mejor opinión será la de los niños y jóvenes que lo lean.

María Baranda (antóloga) y Gabriel Pacheco (ilustrador). Hago de voz un cuerpo, Fondo de Cultura Económica (col. Los especiales de A la orilla del viento), México, 2007, pp. 150.

jueves, 8 de mayo de 2008

Viajes

Amigos van a Francia, otros recién regresan de Argentina y Chile, uno más va llegando de Jerusalén y otro narra sus aventuras en los teatros de Broadway. Sin duda que los viajes ilustran, y una extensión de los viajes son las charlas que se hacen a los amigos. Las narraciones bien condimentadas que hacen por momentos imaginar que uno también estuvo allí. Celebro la narración oral (recuerdo un libro de Margrit Frenk al respecto), sobre todo cuando es tan divertida y bien condimentada. También recordé a una persona que me contaba buenas historias cada vez que llegaba tarde a nuestra cita, algunos les llaman pretextos, pero creo que son también parte del mismo viaje.

miércoles, 7 de mayo de 2008

Poetas

Anoche (la oscuridad y el poco reflejo de sonidos resultan un buen momento para la lectura) emprendí el andar por versos de diferentes poetas. La lectura es un ejercicio lúdico por naturaleza. A mis manos llegaron poemas de Lucía Rivadeneyra, Marco Antonio Campos, Rolando Rosas Galicia y Rubén Reyes Ramírez. A todos los he leído en diferentes obras y momentos. A cada uno le daré su tiempo llegado el momento, por lo pronto no puedo dejar de mencionar la calidad del yucateco Reyes Ramírez, quien además es una muestra fehaciente de valor frente a la vida. Quienes lo lean y sepan un poco de él, sabrán por qué, quienes no, acepten esta invitación para que se adentren a esas imágenes que tan bien plasma, a la escenografía que más de uno quisiera hacer realidad. Sus libros se encuentran editados en la UAM y Gobierno del Estado de Yucatán, entre otros.

martes, 6 de mayo de 2008

Provecho al asueto

Los días de asueto se aprovechan de diferentes formas. Algunos prefieren salir a divertirse y otros quedarse a disfrutar su casa, pues casi nunca están. Me anoto en la lista de los segundos. Además ese contexto da espacio para realizar actividades que en la vida cotidiana no hacemos tan seguido, o postergamos por lo mismo. Una de estas actividades que había pospuesto es trabajar algunos escritos que traigo desde hace años ya. Pero ahora, entre lecturas de novelas coreanas, otra obra de un periodista sinaloense, la familia (tanto propia como ajena) y demás, me di oportunidad de darle más forma a algunos poemas de los que extraigo el siguiente que ahora quiero compartir.

La estrechez del paraíso

¿Enfrente?, ¿qué hay delante
que no tengas?
Todos los círculos son por ti conocidos
el vórtice, el crisantemo, una lluvia
de auroras en celo, tú ya conoces eso.
Lo has visto, han penetrado en tu lecho,
más de una vez los sentidos
fueron objeto de prudentes cortejos.
Qué hay cuando avanzas, qué sigue,
las cavidades del poema las sabes,
probaste ya también las mieles del triunfo,
el pulimento de una llaga, la miseria
que le aguarda en su hogar al pordiosero;
has sido capaz ya de enfrentar los demonios
de la intimidad económica, de la pobreza extrema;
tus sentidos ubican el quejido del viento,
tus ojos ya vieron la curvatura del ocaso,
incluso sabes y conoces las dudas de los muertos,
la estrechez del paraíso.
¿Qué hay adelante, de frente?
todo te pertenece, incluso el tacto de esta tierra
tiene una ríspida cuerda que la ata a tu muñeca.
Deja que la incertidumbre se ocupe tan sólo
de colocar los tributos en el sitio que más convenga
al amputado conocimiento que te espera.