viernes, 11 de julio de 2008

Uso, mal uso y abuso

Palabras y términos
¿En verdad conocemos las palabras que usamos a diestra y siniestra tanto de forma oral como escrita?
¿No estaremos cayendo en un empleo inadecuado de los términos sólo porque así lo hemos escuchado o leído, o por una moda pasajera? Como dicen los clásico, son preguntas

Hoy cualquiera persona dice que es estratega porque diseña un plan. No así porque tiene “el arte de dirigir las operaciones militares, o para dirigir un asunto”. Ni mucho menos porque “lo que hace sea un proceso regulable, o el conjunto de las reglas que aseguran una decisión óptima en cada momento”. Éstas son las acepciones asentadas en el Diccionario de la Real Academia de la Lengua. Y si esa es la tarea de un estratega, entonces, muchos de los que se colocan tal bandera son charlatanes.
En casos de políticas públicas como seguridad, generación de empleos, proyectos para el campo, reformas educativas, por mencionar los de uso constante en los discursos políticos de la fauna especializada de nuestro país, además de recursos humanos necesarios se invierte en promocionales en los medios de comunicación para hacernos saber que el gobierno y quienes lo comandan están aplicando una estrategia que tiene objetivos claros.
Pero no parece que funcionen adecuadamente, sería triunfalista decir lo contrario. Entonces, la estrategia fracasa, pero no se detienen en seguir anunciando nuevos planes estratégicos, de tal suerte que la palabra estrategia y sus derivados cae en un abuso corriendo el riesgo de que al final su significado sea: “Plan que se le ocurre a alguien que carece de los suficientes elementos y conocimientos sobre el tema, el cual se lleva acabo, pero no funciona”.
Ejemplos de este tipo sobran. Que tal el policía, un guardián de la seguridad que ve su imagen cada vez más abollada, que no genera confianza y se le relaciona con actos de corrupción y abuso. Entonces, lo de guardián queda fuera de lugar, si acaso sólo es de sus intereses y el de sus mandos superiores.
La definición de la Academia es: “Cuerpo encargado de velar por el mantenimiento del orden público y la seguridad de los ciudadanos, a las órdenes de las autoridades políticas”, y otra habla de “cortesía, buena crianza y urbanidad en el trato y costumbres”.
O, incluso, por ese afán de equidad, los discursos políticos recientes adoptaron términos como “ciudadanas” que, sin duda, pronto entrará a las páginas citadas, porque con ello, los representantes o candidatos a serlo querían que las mujeres se sintieran incluidas, de tal suerte que le buscaron el femenino a mexicano, ciudadano, compañero, legislador, gobernador, diputado, y otras más.
Lenguas vivas
En su andar diario también el lenguaje tiene vida y traspasa el tiempo dejando y llevándose términos de acuerdo con las necesidades de los hablantes. La memoria puede ayudar a que viajemos a esa etapa donde el cocodrilo era algo más que un temible animal, era un medio de transporte, un taxi. Un sismo era eventual, pues no existían indicios de cuándo y a qué hora sucedería, pero ahora un evento puede planearse con sumo cuidado y antelación.
Quizá los no tan jóvenes recuerden que antes, en los hoteles entregaban una llave como de ropero antiguo que colgaba de una tabla de madera de buen tamaño, y ahora esa “llave” es una tarjeta electrónica que se guarda en la cartera con facilidad. O quizá a más de uno le ha tocado la suerte de explicar a los extranjeros, no importa si éstos hablan nuestra lengua, los diferentes significados y usos del verbo chingar.
El reconocimiento académico se ve rebasado, pues si bien ha aceptado en sus archivos algunas acepciones que nacieron circunstancialmente, o gracias a la forma de adopción que le dio la gente, cada día en diferentes partes del mundo se utilizan términos variados que tienen vida limitada. Para el caso de los primeros tenemos como muestra el verbo cantinflear, expresión que sirve para designar a alguien que habla mucho y no dice nada, en homenaje a nuestro gran cómico Mario Moreno, Cantinflas.
Por ello, estaríamos en lo correcto al señalar que varios integrantes de la clase política (y deportiva, de espectáculos, la social e incluso la académica) cantinflean y caen en un verdadero abismo de fondo y forma en sus declaraciones, pues sus estructuras están compuestas de palabras que no necesariamente significan lo que quieren dar a entender, que confunden o equivocan por tener la intención de sentirse diferentes, pero lo malo es que luego no saben pronunciarlas (como le pasó alguna vez a alguien que no supo leer el nombre del filósofo y escritor Rabindranath Tagore).
A esto se le suma que el abuso que hacen de esas mismas palabras, puede llevarnos a que empecemos (o, al menos, quienes tienen las herramientas necesarias para ello) a redefinir los significados de, por ejemplo, otra vez, estrategia y triunfo, para así adecuarlos con el contexto real que tiene la gente de ellos. Quizá ahora decir que vamos ganando ya no es ir arriba en el marcador. Que sea sólo pregunta.

Texto aparecido el día de ayer jueves 10 de junio en CAMPUS de Milenio Diario.

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