martes, 19 de agosto de 2008

Febrero otoñal

Con diez poemarios en su haber, más una selección propia de ellos reunidas bajo el título Práctica de lobo, José Francisco Conde Ortega (1951) presenta su nuevo material poético Cuaderno de febrero, breves pero trabajados veintidós poemas que no ocultan la tinta de su procedencia.

A más de veinte años de distancia de Vocación del silencio, con el cual Conde Ortega hiciera su presentación en el mundo de las letras mexicanas, esta reciente obra es una búsqueda que más tarde que temprano encontrará el amor positivo, el que afirma su sabiduría, el que quiere y desea. El requerido mínimamente para que una tarde, de preferencia de febrero, se junte la imaginación con el ser amado para “vestir de fiesta a nuestras calles”.

Un ejemplo de la lírica del también académico de la Universidad Autónoma Metropolitana es el siguiente: “Hay que decirlo en pocas palabras/ te descubrimos/ en la mirada absorta del otoño”, donde se puede notar cómo por momentos toma la primera voz del plural, guiño inevitable de invitación a los lectores, para que se vuelvan cómplices de la aventura, para que se trasladen a esa calle que amuebla la estación tercera del año, y caminarla juntos, conociéndola.

Pareciera secreto a voces que en las páginas de Cuaderno de febrero se descubre de a poco un otoño a partir de la mirada de un poeta que invoca por igual a la luna, a la lluvia, a la luz, elementos algunos de ellos necesarios para el amor. En el libro también se ciñe la piel orgullosa de la presa que llega a la cita cuando se le convoca. Hace desfiguros y los que alcanzan la dicha de observarla pueden aplaudir, pero prefieren el silencio ante la magnánima obra regalada por el mismo viento verdugo de hojas secas.

Del amor nace la luz, lo aprendemos de la poesía de una escritor de imágenes terrenales que sabe de la magia de los cuerpos cálidos, de alguien que, como confesó alguna ocasión “no codicia los restos de la presa”, sin embargo sí aspira a que “alguna línea, un poema, queden en la memoria de cierto lector desconocido”.

En suma, este volumen del poeta, ensayista y cronista nacido en Atilxco, Puebla, pero avecindado en Ciudad Nezahualcóyotl en el Estado de México, reafirma los trazos por los que prefiere deslizarse, y también hallamos un otoño de manera recurrente, con circunstancias a veces disímbolas que hacen pensar que desea no encontrar lo que se quiere, y esto porque supone que hay más felicidad en el trayecto que en el destino. La razón también lo acompaña.

José Francisco Conde Ortega. Cuaderno de febrero, Universidad Autónoma Metropolitana (col. Libros del Laberinto, serie menor), México, 2005, pp. 50.

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