jueves, 14 de agosto de 2008

Vox populi

Lucas Santos, mejor conocido como el Pifias es el Presidente Municipal de Santiago Oxtotilpan, un pueblo asentado en el México posrevolucionario “lleno de recuerdos insignificantes para los otros, recuerdos de los cuales no puedo hablar pues no son nada, pero que para mí son todo un mundo, son toda una historia”. La voz es la de quien todo lo mira, la tierra vigilante, las entrañas del pueblo.

Es cierto, quien va dando noticia de los vaivenes en Memoria de Santiago Oxtotilpan es el pueblo mismo, así lo pensó Rafael Bernal (1915-1972) quien al consagrarse con El complot mongol, sin duda una de las mejores y más importantes, sino la que más, novelas policiales de nuestras letras, vendió caro su gloria con la sutil sombra que cubre sus demás obras, una de ellas este breve relato que recuerda por momentos el pueblo de mujeres enlutadas que dibujó Agustín Yañez en Al filo del agua, y el lenguaje e incluso psicología de varios personajes de Juan Rulfo en El llano en llamas.

Mas aquí el narrador no oculta su vanidad en cada uno de los dieciséis capítulos; nos muestra a sus habitantes, pero también quiere dictaminar sus acciones. Como hijos los ve crecer, desarrollarse, portarse mal, hacer cosas a la buena y demás, todo en una escena cualquiera y en un momento dado, donde “la luz de los balcones jugaba en las banquetas un juego de cuadros negros y blancos. Saltaban las canciones y el triste rasguear de las vigüelas acentuaba la placidez azul de mi silencio. El sereno cantaba las horas mientras en el coro musitaban los frailes”.

Los personajes no se vuelven entrañables, pero sí de fácil ubicación, algunos contando con la gracia de la simpatía, como el tío Tadeo, ya fuera en su banca favorita de la plaza, o en otro lugar riendo a diestra y siniestra con la clásica y mítica frase que lo identifica: “Pa’ lo que he de durar”.

Pueblo de fiestas, robos, tradiciones, usos y costumbres. Con una sorpresiva visita presidencial, y un proceso electoral muy cercano a la realidad (¿de la época?), el humor se presenta en cada momento con el lúdico lenguaje: “El primo de Epifanio llegó vestido de negro y con corbata de moño colgante. Como moco de guajolote negro. Al principio nadie se dio cuenta de que era poeta y cuando lo aclaró, nadie pareció darle la menor importancia. Según contaba, en la capital todo el mundo lo conocía por ‘el vate Godínez’, pero aquí, por aquello de la costumbre siguieron diciéndole el Estirado”

La nostalgia se presenta como la misma lluvia en ese territorio que se absorbe y regenera en su soledad, sobreprotector dirige el futuro de quienes lo sobrellevan, piensa “¡Si mis habitantes llegaran a comprender que entre más largo es el camino a la ciudad, más largo lo es el del vicio, que entre más lejos tenga a los otros pueblos, estaré más cerca de mi verdadera esencia!”

Memorias de Santiago Oxtotilpan es el libro con el que Editorial Jus celebra el treinta y tres aniversario luctuoso del autor de Su nombre era muerte, amante del humor a veces amargo, otras negro, pero también dueño de un estilo narrativo que siempre supo decir lo que quería con un sello propio e identificable.

Rafael Bernal. Memorias de Santiago Oxtotilpan, Editorial JUS, México (tercera edición), 2005, pp. 102.

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