jueves, 6 de noviembre de 2008

Fuentes: el amigo de todos nosotros

Por destino, generaciones recientes como la mía no vimos nacer la región más transparente del aire. Tengo indicios de ella por las páginas de un volumen que marcó época y fue el inicio (si bien hubo un libro anterior) de una obra fecunda que todavía no se ha analizado completamente.

Su autor, Carlos Fuentes, es integrante fundador de la generación del boom latinoamericano. Pero en sus letras se aborda sobre todo un reflejo del ser nacional, del ser mexicano. Su trayectoria literaria ha sido atendida por muchos lectores; desde su volumen inicial Los días enmascarados, aparecido en 1954, Fuentes ha ocupado los reflectores, pero fueron sus novelas La región más transparente (1959) y La muerte de Artemio Cruz (1962), las que lo catapultaron a la fama mundial.

Él, ciudadano del mundo, se sienta en las grandes mesas con políticos internacionales que comandan sus países, publica artículos en los diarios más influyentes, dicta conferencias magistrales y tiene códigos postales con los que nutre su pluma. Además, recibe reconocimientos en ambos lados del mundo, le dedican palabras elogiosas por su obra, tanto literaria como de vida.

Quizá donde ha sido más constante su perfil es en el de observador de los cambios radicales de una urbe que le pertenece por derecho: la Ciudad de México, quien deseé encontrarle coordenadas a la capital debe leer por obligación sus libros, ciclo que se cierra, como él mismo lo ha declarado, con la novela La voluntad y la fortuna de reciente aparición.

Integrante, como lo soy, de una generación reciente, no conozco en persona a Carlos Fuentes, no lo he visto en conferencias, nunca he estrechado su mano y, por ende, no he tenido ni siquiera la oportunidad de intentar ser su amigo. Vaya, ni siquiera tengo un libro firmado por él. Pero sí soy un lector constante de gran parte de su obra, y quizá por todo ello, por esta relación anómala para mí, pero natural entre un autor y su lector, la imagen admirativa que tengo de él me resulta incompleta.

Además estoy consciente de que ciertos protagonistas de sus obras han hablado por mucho mexicanos en estos años. Ya sea para atravesar los siglos mexicanos o instalados en el actual, cargando a cuestas elementos para profundizar su mediocridad o bien para levantar la cabeza con orgullo y talante.

Es complicado seguirle la pista a Carlos Fuentes, graduado en Derecho por la Universidad Nacional Autónoma de México y en el Instituto de Altos Estudios Internacionales de Ginebra, en Suiza, pues además de su prolífica obra narrativa, cuenta en su haber con artículos periodísticos (los recientes versaban sobre el proceso electoral en Estados Unidos, así como de su crisis económica), con discursos, guiones cinematográficos y piezas teatrales, de allí que su obra está en constante actualización, en movimiento siempre creativo. Las reediciones son una muestra más del pulso que mantiene.

¿Qué tiene el Carlos Fuentes escritor de La cabeza de la hidra, Terra nostra, Gringo viejo, que al leerlo causa sentido de pertenencia en este mundo? ¿Qué provoca Aura a aquellos que caminan las mismas calles y leen en el diario matutino el anuncio que sólo falta mencionar su nombre? ¿Qué sensaciones siguen luego de leer las páginas de En esto creo?

Cierto es que la vida social también le es conocida. Así como también ha estado en medio de un lío, baste recordar lo escrito por Enrique Krauze (La comedia mexicana de Carlos Fuentes, en Vuelta 139 de junio de 1988), que en parte acrecentara la distancia de Fuentes con Octavio Paz, aunque a la muerte del Premio Nobel de Literatura de 1990, Fuentes publicara textos de buen recuerdo para quien firmara Libertad bajo palabra.

La pluma de nuestro autor no descansa porque es de aquellos que le da sentido de dignidad a las palabras: trabajo, disciplina, responsabilidad. Incluso son mencionadas las dedicatorias en sus libros como un elemento más de su inteligencia, pese a que para algunas voces ha tenido rachas de no tan alto grado de calidad, sin embargo, la línea más débil de Carlos Fuentes conlleva valores en peligro de extinción no sólo en el ámbito literario.

De su vida privada casi no se habla, la desgracia ha hablado en su momento. De su importancia como figura pública es de lo que se trata, de entablar un debate al que pocos han decidido ingresar. El trazado en su obra corresponde sólo al tamaño de uno de los grandes.

Ahora, en su ochenta aniversario salen y saldrán a la luz artículos, reseñas, reportajes, declaraciones, de los que se dicen sus amigos. Brotarán las anécdotas, pero seguirán sin punto final. Este 11 de noviembre, en el aniversario de sus ochenta años de vida, con un reconocimiento que rebasa fronteras, tenemos que celebrar con él, porque somos parte de su literatura.

Sin conocerlo en persona o haberle estrechado su mano alguna vez, como ya lo dije, quiero decirle a Carlos Fuentes que todos los que como yo lo admiramos y apreciamos, nos consideramos sus amigos, y eso nos da derecho a desearle con toda sinceridad un feliz cumpleaños.

Texto aparecido en Campus hoy jueves.

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