lunes, 6 de octubre de 2008

Principio de incertidumbre

El contagio poético que resulta de las páginas de Principio de incertidumbre es lo primero que queda en la memoria al leer los versos de Jorge Fernández Granados (Ciudad de México, 1965), quien se ha ganado a pulso su lugar y nombre en la lírica nacional. De su autoría son títulos como El cristal o Los hábitos de la ceniza, donde ha ido consolidando un ritmo y una voz propia en este constante peregrinar.
El poeta palpa lo que de suyo es el comportamiento humano, clasifica a integrantes de diferentes y variadas mesas, por sus voces los conoce, y por sus pulsaciones sabe cómo son, baste el ejemplo de quienes califica como dispersos: “que raros son/ los dispersos/ a nadie le gusta tenerlos demasiado tiempo cerca/ parecen ácido o luz/ queman sorprenden incomodan no sabe uno qué hacer/ abre la puerta/ deja que salgan/ toma gracias adiós/ y que dios/ te cuide/ pero no vuelvas”.
En su andar por los corrillos literarios también ha percibido ese tufo que despiden aquellos apestositos de la tertulia, los no invitados pero siempre puntuales al ágape, el escuadrón de la muerte y el jolgorio, los abusadores y farsantes, “pero los peores son los más finos/ los que bordan con hilo delgado/ un permanente disfraz a la medida de su farsa/ un simulacro amébido tan perfecto/ que ya no se distingue/ de su propia vida”.
El galardonado en 1995 con el Premio Jaime Sabines alcanza un punto alto en este libro debido a su calidad estilística pero sobre todo de ritmo, dibujando en el imaginario las respiraciones del mismo poema. Enriquece la convivencia, el diálogo que entabla la página con el lector. Así como también el sonido que se dispersa en el sentir.
No es gratuito el pulimento de sus otros sentidos al faltarle la vista (inevitable el recuerdo del también poeta yucateco Rubén Reyes Ramírez), de allí que escuche mejor, que su tacto recorra cada calle con la alerta permanente de la duda, y sobre todo, con una imaginación más aguzada, dispuesta siempre a enfrentar el día siguiente, el que dicte, como señala, la coincidencia que se trabajó en el sueño.
El título del poemario también lleva su carga de sugestión e invitación para no quedar fuera de un juego en el que, querámoslo o no, participamos. El principio de incertidumbre varía dependiendo el observador, mas la clave es igual para todos, en cada quien debe saberse trabajar una idea, y una línea que por cierta, a veces pasa inadvertida: “si alejarse es preciso para mirar y entender aproximarse es preciso para pertenecer”, demasiado cerca se obstaculiza la vista, demasiado lejos no alcanza el olfato a participar.
Tarde que temprano la coincidencia nos hará encontrar el territorio marcado como propio, y mientras ese instante lleno de luz arriba, dejaremos que los versos trabajados, con sustancia, oficio y labor poética de Fernández Granados, nos sigan llevando a ese sitio donde sólo el resultado de una pasión puede hacerlo.

Jorge Fernández Granados, Principio de incertidumbre. ERA, UDLA, Secretaría de Cultura de San Luís Potosí, México, 2008; 98 pp.

Texto aparecido en la revista Siempre¡ de esta semana.

1 comentario:

Plon dijo...

Oye, muy chido el diseño de tu blog.

Felicidades!!!